El 19 de septiembre de 2017, la familia Figueroa Molina vio cómo en segundos su casa se venía abajo. Un suceso que les cambiaría la vida por completo. A un año del sismo magnitud 7.1, la señora Isabel, su esposo y sus tres hijos tuvieron que dejar San Gregorio, en Xochimilco, y habitar una casa en las mismas condiciones que aquella que se derrumbó ese martes negro.
Entre escombros y construcciones en curso, el predio en el que vivía la señora Isabel alberga una pequeña casa de no más de 100 metros cuadrados. El terreno, ahora totalmente desprotegido y con suelo de tierra, lo compartía con su mamá desde hace más de 30 años.
Sin embargo, al no tener un documento oficial que compruebe que ella también era propietaria de ese pedazo de suelo, no pudo recibir ayuda para reconstrucción.
"Me dijeron que no me la van a construir (su casa) porque no compruebo la propiedad. Había un licenciado que nos dijo que nos iba a ayudar con el papeleo y con eso ya nos iban a dar el apoyo. [...] La última vez que pregunté me dijeron que el licenciado se había enfermado, retirado y se había llevado los papeles. Que no sabían nada. Entonces ya ni papeleo ni nada… Y ya nos quedamos así al aire”, dijo en entrevista con MILENIO Isabel Figueroa, una de las 38 mil 638 personas damnificadas contabilizadas por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano.
Mejor de lo que tenías
San Gregorio, al sur de la Ciudad de México, fue uno de los puntos más afectados por el sismo. A razón de la emergencia, días después surgió la Asociación Civil 19 de septiembre, presidida por María del Carmen Saldaña, con el objetivo de hacer un censo de todos los damnificados de la zona para después canalizar el apoyo de diferentes dependencias e instituciones, entre ellas Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso).
La casa de Isabel fue la primera en ser registrada, afirma, porque fue la primera en caerse en la zona. En su terreno, y con la ayuda de diferentes instancias, construirían dos casas: la de ella y la de su mamá, por lo que tres meses después del sismo, tuvo que dejar la carpa en la que habían vivido para que las obras comenzaran.
"La de mi mamá sí se hizo, pero nunca supimos si fue por parte del gobierno, de alguna donación o de dónde salió el recurso. Ya cuando vimos, estaba esa casa terminada así y nos dijeron que teníamos que conformarnos porque al final de cuentas era mejor que lo que teníamos", cuenta Isabel.
Una estructura de tabicón, de no más de 100 metros cuadrados y de una sola planta justo en la esquina de las calles Insurgentes y Vicente Guerrero es ahora la casa de su mamá, misma que quedó flanqueada por construcciones de dos pisos, con acabados que permiten a la pintura hacer un mosaico de colores rosa, rojo y amarillo y que muestran en la entrada una pequeña plaquita de Fundación Carso.
"Yo le pregunté a Carmelita, sobre las (casas) de Carso y me dijo ‘no, esas las estamos repartiendo de acuerdo a otras cuestiones de necesidades".
Sin embargo, Nora Nelly González Villareal, una de las representantes de la ahora extinta asociación -por falta de recursos- aseguró que aunque ha habido rumores de que ellos decidían qué tipo de apoyo recibía cada quien, es totalmente falso.
"Nosotros les comentamos (a los vecinos) que escogimos a la gente que realmente lo necesitaba y se los presentamos a Sedeso. Ellos ya fueron quienes decidieron realmente a quiénes se les iba a apoyar, porque ellos hicieron el censo", dijo Nelly.
Vivir con temor
Isabel cuenta todo lo que vino después del 19 de septiembre de manera tranquila, como lo hace alguien que ya está resignado a perder todo lo que tenía.
"Yo ya le dije a mi mamá que lo voy a tener que dejar así. Porque yo no tengo para pagar el contrato de compra venta, el abogado, al certificación, el cambio de división de predios…. Si no tengo dinero para construir, menos lo tengo para hacer tanto papeleo", sentenció Isabel.
Ahora, cuenta, vive en una casa que pudo hacer con los pocos recursos que le dio el gobierno de apoyo para renta además de la ayuda de su hermano. Isabel sabe que aunque de nuevo vive en una construcción poco segura, construida con tabicón y techo de lámina, va a ser difícil volver a San Gregorio y sobre todo, tener un lugar seguro en el cual dormir.
"Sientes esa angustia de estar esperando que en cualquier momento vaya a pasar lo mismo. Se me hace injusto que personas como yo con predios irregulares para el gobierno seamos invisibles. Si no compruebas no existes y no podemos ayudar. Tú confías en tu gobierno y llevar una vida recta… pero ya en estas situaciones es como si estuvieras solo”, finalizó.