Esta vez no fue una “primera piedra”, como suelen ser los arranques de obra. Había que hacerlo diferente. Por eso, la señal de que comenzaron los trabajos para construir el tan prometido aeropuerto internacional en la base militar de Santa Lucía fue una bocina que se escuchó en todo el campo militar.
El sonido se activó cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador apretó un botón rojo con su mano derecha. Dos helicópteros surcaron el cielo nublado de Zumpango con dos banderas ondeantes: una, la de México; la otra, un lienzo blanco con la leyenda “Inicio Construcción AISL”.
López Obrador miró al aire, sonrío ligeramente y aplaudió. El día había llegado.
“Me da mucho gusto estar en este acto que podemos llamar histórico”, comenzó su discurso. Al fin estaba allí, libre de todo amparo y “sabotaje legal” que detuviera su anhelo de edificar un aeropuerto austero, como él, como su gobierno. Sin lujos.
“Es el poder demostrar en los hechos que se pueden resolver los problemas con eficiencia, con austeridad, con honestidad”, continuó quien enarboló este proyecto como uno de los principales compromisos de su campaña electoral, como símbolo antagónico de la corrupción que, afirma, prevalecía en el proyecto de Texcoco, de Enrique Peña Nieto: de 300 mil millones de pesos que costaría aquél, este solo implicará 75 mil millones, más unos cien mil millones que tendrá que pagar por cancelar contratos en Texcoco.
Los militares, formados en la banda de guerra o enfilados junto a la maquinaria pesada, verde olivo, estacionada en el terreno, lo escuchaban atentos.
Su disposición a participar en la construcción de este aeropuerto de la cuarta transformación la resumió antes el general de brigada Gustavo Vallejo, comandante del Agrupamiento de Ingenieros Santa Lucía: “Señor Presidente, sus directivas fueron precisas: construir un aeropuerto funcional, austero, vistoso y en el menor tiempo posible, alejado de actos de corrupción y de dispendio de recursos. Estamos ante el reto de diseñar y construir un aeropuerto excepcional”.
López Obrador, satisfecho, regresó el apapacho: “Los ingenieros del Ejército mexicano son una garantía por su profesionalismo, por su eficiencia, por su vocación de trabajo, por su disciplina”.
El aeropuerto, dijo el mandatario, se llamará Felipe Ángeles, “el general con más humanismo en la historia de nuestro país... Este es su homenaje”.
Pese al frío y la llovizna, al Presidente se le vio contento, animado, y ansioso de inaugurar, en dos años y medio, su primer gran proyecto de infraestructura: “Le voy a pedir al general Vallejo que procuremos inaugurarlo el 21 de marzo de 2022”. Las risas nerviosas del ingeniero constructor se escucharon fuerte. Va a tener que apresurarse.