Con un proceso hidráulico basado en la gravedad, el agua “cruda” que llega a la planta potabilizadora de San Roque tarda 45 minutos en convertirse en potable.
La crisis hídrica que viva la entidad ha empujado al personal de Agua y Drenaje, comandado por Francisco Sáenz, director de Operaciones, y José Luis Cruz Sánchez, jefe de la Calidad del Agua, a invitar a la población a conocer el proceso de potabilización, por lo que ofrecieron contactar al área de cultura del agua o comunicación al 20332033 y solicitar una visita a la planta.
“El proceso, de forma sencilla, es recibir el agua tal cual se encuentra en las presas y hacer todo el proceso necesario para poderla desinfectar y tratar para que pueda ser consumida por la población en condiciones que señala la norma Nom-127. Todo es pura hidráulica, no hay bombeo”, comentó el director.
A la planta San Roque, explicó José Luis Cruz Sánchez, llega agua de los acueductos de Linares y de China, con agua de las presas de Cerro Prieto y La Boca, por un lado, y del Cuchillo, por el otro.
Actualmente procesan 6 mil 700 litros por segundo, aunque la capacidad es para 12 mil litros por segundo.
“El agua llega a un tanque de aguas crudas y ahí inicia el recorrido para su potabilización; el tanque tiene una pared en el centro que hace una función de tranquilizante, con unos poros a lo largo de toda la pared; son 47 orificios de 30 por 50 centímetros”, comentó.
Luego el proceso pasa a la parte de desinfección, donde se cuenta con tanques de cloro de 850 kilos y de 907 kilos de los que se abastace continuamente el cloro. En un día se aplican entre 2 mil 700 y 2 mil 800 kilogramos.
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Para evitar cualquier contratiempo, cuentan con 21 cilindros llenos y listos por si se presentara algún retardo en el suministro del cloro. De ahí se pasa a los evaporadores.
En el edificio de dosificación de reactivos, se realizan las mezclas, tanto del sulfato de aluminio como del polímero; el principal objetivo del sulfato de aluminio es retener la suciedad proveniente desde las presas.
Para cumplir con esta etapa, reciben pipas con 36 toneladas de sulfato de aluminio, que se recibe puro y se hace una mezcla de mitad y mitad con agua.
Aparecen entonces los canales Parshal, que sirven para la medición y para la aplicación de químicos.
El agua sigue su camino descendente y pasa al módulo de filtros, que consta de 36 filtros, cada uno diseñado para tratar 333 litros por segundo.
Después de la filtración se hace la postcloración, se le pone la última dosis de cloro, se envía a los tanques de agua clara y de ahí a la estación de bombeo.
Tras estos 45 minutos, el agua que llegó de las presas solo tiene tres escenarios posibles: estar lista para el consumo humano, pasar al tanque sedimentador o terminar en el lago de lodos.