Más allá filias y fobias, Andrés Manuel López Obrador ha impuesto un estilo personal de gobernar que lo desmarca de sus antecesores inmediatos. A tres años de haber asumido el poder, se ha caracterizado por ser el presidente de las primeras veces, de las singularidades, de la ruptura con las formas tradicionales.
En 741 mañaneras y 658 actos públicos fuera de la Ciudad de México, el tabasqueño ha mostrado su gusto por la gastronomía popular, su pasión por la historia de México, la música que le gusta y hasta su afición por el beisbol, así como su ferviente rechazo a quienes lo critican.
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Desde el inicio, rompió con los paradigmas y constantemente los medios reportaron con frecuencia la frase “por primera vez, un presidente de México”.
Lo mismo sirve tamales de chipilín durante una cena con empresarios que pasa la noche en hoteles de mediano costo. No quiso vivir en Los Pinos y se mudó a Palacio Nacional que, dicho sea de paso, tiene un valor catastral de 1,304,140,823 pesos. Se despierta todos los días a las cinco de la mañana y, una hora después, encabeza la reunión con el gabinete de seguridad.
Trabaja los siete días de la semana. Habitualmente ocupa los viernes, sábados y domingos para recorrer el país. Ha visitado todas las entidades, algunas en más de 25 ocasiones, como Oaxaca. Dejó el avión presidencial y se traslada por aerolíneas comerciales o por tierra.
En los vuelos, generalmente va sentado junto a su coordinador de ayudantía, Daniel Assaf, y aprovecha ese lapso para escribir, leer o revisar documentos. No duerme en los trayectos y, si lo requiere, realiza “juntas aéreas” con funcionarios de su gabinete, si es que van en el mismo avión. Pocas veces va acompañado por su familia.
En los tres años de gobierno, el saldo en las aeronaves y en los aeropuertos ha sido positivo para él. Ha recibido reclamos, insultos y hasta mentadas, pero la mayoría de las veces han sido saludos o muestras de cariño.
Esto no impidió que, desde que regresó de su primera gira a Estados Unidos, en julio de 2020, haya decidido no pisar más las salas de espera de los aeropuertos, por lo que entra y sale en vehículo, desde las pistas de aterrizaje.
Al presidente parecen agradarle más los viajes por tierra. Dice que disfruta los paisajes y las fondas, casi siempre con Alberto Rojas al volante, quien, por cierto, también se las sabe de todas, todas, en cuestiones gastronómicas.
Cada vez es más común que pobladores, principalmente en zonas rurales del sureste, se paren a pie de carretera para hacerle peticiones o saludarlo. Ha contado hasta 20 paradas en un trayecto no mayor a tres horas.
Algunas veces se ha bajado de la camioneta e incluso ha tomado un altavoz para dar un mensaje. En otras ocasiones, específicamente en ciudades urbanas, ha recibido demandas de mayor seguridad, de localización de desaparecidos, y de esclarecimiento de homicidios, principalmente.
Cuando llega a la plaza pública, el presidente se transforma. Se le ve contento, reparte saludos y se deja querer. Disfruta las plazas llenas, cambia inmediatamente su semblante, el tono y la velocidad de su voz, y emite mensajes que han llegado a durar hasta una hora.
Él y su ayudantía se hospedan en hoteles de mediano costo. Uno habitual es el Holiday Inn, cuyo costo no rebasa los cuatro mil pesos por noche, según las facturas que reporta en la Plataforma Nacional de Transparencia.
Las mañaneras
López Obrador implementó un nuevo modelo de comunicación, el cual ha alterado toda la agenda nacional. Desde su mañanera, además de responder preguntas, instruye a sus funcionarios, lanza mensajes a sus bases, anuncia programas gubernamentales y señala a sus opositores.
También usa esta tribuna para denunciar de forma recurrente actos de corrupción de administraciones anteriores, y para señalar información de los medios que considera errónea o tendenciosa. Utiliza un lenguaje coloquial y ha puesto la jerga tabasqueña en el vocabulario de los mexicanos.
Generalmente luce cómodo en el salón tesorería. A veces le pide a su vocero Jesús Ramírez que reproduzca canciones, caricaturas o poemas en la pantalla.
De esta forma, se han transmitido videos musicales, como Disculpe el señor de Joan Manuel Serrat, Siempre digo lo que pienso de Calle 13, Lamento Borincano de Marco Antonio Muñiz o Por ti de Óscar Chávez.
Uno de los momentos más tristes para el presidente fue cuando se enteró en plena mañanera de la muerte de Armando Manzanero. A la mitad de la conferencia, tras recibir un recado en un papel, dio el pésame, pidió Adoro, dijo que no quería continuar más con la rueda de prensa y se retiró.
De esta forma, López Obrador ha encabezado 666 mañaneras en la Ciudad de México y 75 en el resto del país. La más larga ha sido el 11 de noviembre de 2020, con una duración de 3 horas, 12 minutos y 21 segundos, mientras que, la más corta se llevó a cabo el 11 de marzo de 2019, con 11 minutos y 35 segundos.
La mañanera con más asistencia fue la del miércoles 30 de enero de 2019, con la presencia de 267 reporteros, camarógrafos y fotógrafos en Palacio Nacional.
El salón de usos múltiples
Además de las mañaneras, el Salón Tesorería es el sitio favorito del Presidente para cualquier tipo de evento. Ahí ha tenido reuniones con su gabinete, con diputados, senadores, gobernadores, activistas, con los familiares de los desaparecidos de Ayotzinapa y con los hombres más ricos del país.
La noche del 13 de febrero de 2020, este salón se vistió de manteles largos. Se colocaron mesas para los 100 empresarios más importantes de México. El mandatario les pidió su ayuda para comprar cuatro millones de boletos de la rifa del avión presidencial. El plato fuerte de la cena fueron tamales de chipilín.
El evento quizá más peculiar que ha albergado el salón Tesorería ha sido el concierto de Eugenia León, el pasado 10 de mayo. Ante la sorpresa de representantes de los medios, el presidente salió minutos después de las siete de la mañana, para avisar que no habría mañanera.
“Esta mañanera va a ser especial. No vamos a informar de nada, no vamos a contestar preguntas de ustedes porque las mamás son lo primero”, advirtió el mandatario, antes de dejar el lugar a la cantante.
El beisbol
Para nadie es un secreto el gusto de Andrés Manuel López Obrador por el beisbol, cuando la generalidad de sus antecesores era la preferencia por el futbol, el deporte más seguido del país.
En los primeros tres años, a través de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), su gobierno ha destinado más de mil 500 millones de pesos para la construcción, renovación o compra de estadios y campos de beisbol, en diversas entidades del país.
En este sexenio también se crearon escuelas de beisbol en Sonora, Campeche, Veracruz y el Estado de México, para la formación de beisbolistas mexicanos. Además, ha recibido en Palacio Nacional a diversos ligamayoristas, como Luis Urías.
Constantemente visita entre semana el Deportivo de Alianza de Tranviarios, para practicar este deporte. Esto no impidió que el 24 de marzo de 2019, viviera uno de los momentos más amargos de su sexenio, al ser abucheado en la inauguración del estadio Alfredo Harp Helú.
FS