Boleros: las plazas cerradas les dieron el último trapazo

Historia

Hace 26 años, Juan Manuel Armendáriz, originario de San Luis Potosí, salió de casa en busca del sueño americano, sin embargo, su andar se detuvo pronto y decidió quedarse a vivir en Monterrey

Atiende a su clientela en La Alameda. César Cubero
César Cubero
Monterrey /

Hace 26 años, Juan Manuel Armendáriz, originario de San Luis Potosí, salió de casa en busca del sueño americano, sin embargo, su andar se detuvo pronto y decidió quedarse a vivir en Monterrey, donde comenzó a bolear; oficio que le sirvió para sacar adelante a su familia, pero que ahora pocos se dedican a él.

Sentado a la espera de clientes en su bolería ubicada en la Alameda Mariano Escobedo, Juan El Negro, como dijo que lo conocen, relata que en la plaza que labora antes eran 36 boleros y ahora, a lo mucho, serán 12.

También cuenta lo difícil que fue pasar la etapa de la pandemia en la que estuvieron cerradas las plazas públicas, etapa en las que, máximo, hizo dos o tres boleadas al día.

“Hace 26 años yo iba para Estados Unidos y me quedé aquí, y empecé a bolear en aquellos años, y me salí, pues no sabía de bolear, luego ya me fui acoplando, me gustó y me quedé. Sí había mucho trabajo en aquellos años, demasiado.
“Cuando había los rodeos, las discos, después fue saliendo mucho lo que es el tenis, el zapato de ante, de gamuza, y se fue para abajo; nos bajó como un 60 a 70 por ciento, y a la fecha, con la pandemia, bajó más”, destacó.

Algunos factores por los que cree que ha bajado el número de boleros son porque el producto con el que se trabaja cada vez está más caro, ya sea el jabón de calabaza, la tinta fuerte o la grasa; y a que los hijos de los boleros de antes ya no continuaron en ese oficio.

“Antes era cultura, ahora ya les vale cómo anden; ya no les interesa; hay gente que anda bien vestida y los zapatos todos sucios”.

Entre sus anécdotas está haber boleado a personajes como el arquitecto Benavides, al doctor César Lozano y a cantantes gruperos; así como haber recibido en Navidad propinas de hasta 500 pesos.

Mientras que por el lado de las malas experiencias, reconoció Juan Manuel, en alguna ocasión le prendió fuego a una bota y entre el cliente y él tuvieron que apagarla con agua, u otra ocasión en que le echó a perder el calzado a un agente ministerial.


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