Desde el Valle de la Muerte hasta las orillas del Éufrates, pasando por el subcontinente indio, el calentamiento global hace insoportable la existencia cotidiana a millones de personas.
Si el calentamiento planetario alcanza el umbral de +2 grados centígrados, un cuarto de la población mundial vivirá canículas al menos una vez cada cinco años, según un proyecto de informe de las Naciones Unidas obtenido por AFP antes de la gran conferencia internacional del clima (COP26) que comienza en Glasgow, Escocia, este domingo.
“El valle de la Muerte es el lugar más caliente en la Tierra. La temperatura media en verano es todavía más alta estos 20 últimos años”, afirma Abby Wines, responsable de comunicación del parque nacional Death Valley, ubicado en California.
En este desierto salpicado de arbustos, el termómetro ha llegado a 54.4 grados centígrados en dos años consecutivos, una temperatura jamás registrada por los instrumentos modernos.
Y el mes de julio de 2021 fue el más caliente jamás vivido en el planeta, según la Organización Meteorológica Mundial.
“Este calor insoportable nos afecta mucho y nosotros, los pobres, somos los afectados más duramente”, se lamenta Kuldeep Kaur, una habitante de Sri Ganganagar, Rajastán, en el noroeste de India.
En el otro extremo del planeta, bajo la “cúpula de calor” que impactó a Canadá este verano, Rosa se desesperaba en Vancouver. “Es simplemente insoportable. No podemos salir con este calor”, se quejaba.
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Más sequías e inundaciones
Sin reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, este tipo de fenómeno “será más habitual” todavía, señala Zeke Hausfather, climatólogo del Breakthrough Institute.
El incremento de temperaturas vinculado al “efecto invernadero” comporta a su vez un aumento de la frecuencia y la intensidad de las sequías, los incendios, las tormentas y las inundaciones. Y también una multiplicación de canículas devastadoras para la agricultura y mortales para el hombre.
“Una inundación son algunos muertos, puede que decenas. Cada gran ola de calor extremo conlleva miles de muertos. Y sabemos que estas olas de calor se multiplican”, resume como advertencia Robert Vautard, climatólogo y director del instituto Pierre-Simon Laplace.
El Edén, en peligro
Los beduinos (nómadas de la península arábiga y del norte de África) siempre han convivido con este calor asfixiante.
“Debe hacer unos 43 grados y no han dado las nueve de la mañana. A las dos de la tarde, la temperatura puede llegar los 48 o 49 grados, a veces incluso 50. Pero es normal para nosotros, estamos acostumbrados, no estamos sorprendidos ni inquietos”, cuenta Nayef al Shamari, de 51 años.
Nayef y su padre Saad viven y trabajan en el extenso desierto de Nefud en el norte de Arabia Saudita, donde crían camellos desde hace generaciones.
A pesar de la calma de Nayef al Shamari, el modo de vida de estos beduinos puede verse en riesgo.
“Los animales de la región que toleran el calor, como camellos o cabras, van a verse afectados, así como la agricultura: este calor extremo va a tener un impacto en la producción alimentaria”, indica George Zittis, investigador del Cyprus Institute.
Las marismas de Mesopotamia en Irak, entre el Tigris y el Éufrates, allí donde la leyenda ubica el jardín del Edén, también corren peligro.
“Las temperaturas elevadas, superiores a 50 grados, tienen consecuencias para los peces, los animales, los habitantes y el turismo”, dice el propietario de una barca, Razak Jabar, avanzando lentamente en medio de un curso de agua. Con resignación, explica que deberá irse.
Estos desplazamientos forzados desde zonas rurales generan nuevos desafíos.
“En esta parte del mundo (en referencia a Medio Oriente y África del Norte), prevemos que de aquí a final de siglo, 90 por ciento de la población vivirá en ciudades”, donde las temperaturas ya tienden a ser más elevadas, pronostica George Zittis.
Ante la urgencia, se multiplican los llamados a actuar.
“Sin una disminución inmediata, rápida y a gran escala de las emisiones de gases de efecto invernadero, no podremos limitar el calentamiento del planeta a 1.5 ºC y las consecuencias serán catastróficas”, advirtió en septiembre el secretario general de la ONU, António Guterres.