Chéicspier confundido

Hace unos días viajé a la entrañable ciudad de Santiago de Querétaro, a la que se llamaba en la época colonial “la Ciudad Santa de Tierra Adentro”

Jaime Chabaud Magnus
Jaime Chabaud Magnus
Ciudad de México /

Hace unos días viajé a la entrañable ciudad de Santiago de Querétaro, a la que se llamaba en la época colonial “la Ciudad Santa de Tierra Adentro” por la cantidad de iglesias y conventos que en ella se hallaban. Y todavía están ahí regalando al visitante su magnífica arquitectura y barroquismo sin par. Quizá como herencia de todas las contradicciones que hoy existen Querétaro, el dramaturgo Alejandro Íñiguez ha decidido con esta obra, Chéicspier confundido, revolver los papeles del dramaturgo isabelino para producir una pieza hilarante, absurda, confundida.

A partir de la premisa ¿qué pasaría si un sirviente de William Shakespeare, cuando este lo manda con sus obras completas a visitar a un editor (acá llamado Gutemberg Jr.) revolviera todos los folios entre sus torpes manos? ¿Qué podría leerse de esa revoltura de páginas sueltas entre Sueño de una noche de verano, Romeo y Julieta, MacbethHamlet y demás?

El resultado es divertidísimo aunque en términos de estructura podríamos decir, parafraseando a Aristóteles, que “si usted puede retirar un segmento de la acción sin que colapse el todo, significará que no era parte real del todo”. Así, me parece que los chistes, por acumulación, dejan de ser eficaces. También los gags físicos de la puesta en escena, compartida por el dramaturgo con el director Fernando Rabell, podrían llegar a una estupenda síntesis que abonaría a hacer de esta farsa delirante un caramelo codiciado de disfrutar. Ya lo es, pero la duración y las repeticiones le roban energía al espectador, que está dispuesto a comerse la bolsa completa si no lo empalagaran. 

La puesta en escena de Rabell-Íñiguez en clave de farsa nos propone un camino inesperado de risas y situaciones que rayan en el absurdo más locuaz. A este delirio gozoso prestan el cuerpo Verónica Carranco, Rafa Castrejón, Fátima Saavedra, Pamela Olvera, Emilia Michel, Vanesa Villanueva y los propios directores, que además son los realizadores de la escenografía. La iluminación es de Magalli Benitez. 

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