En su infancia, Elizabeth Odio Benito creció “junto al mar” lo que le dio una perspectiva de que “los horizontes no tienen límites” y, por ello, desde la trincheras de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se ha dedicado a visibilizar y combatir la violencia contra la mujer en sus diversas manifestaciones.
La jueza de la CIDH nació en la provincia de Puntarenas, Costa Rica, un 15 de setiembre de 1939 y, aunque apoyada por un bastón, llegó al Press Day Roche para levantar la voz sobre los atropellos cometidos contra la mujer, como el criminalizarla por abortar, “negándole el derecho a ser dueña de su propia piel” y las cifras ascendentes de asesinatos por violencia de género.
Hija de inmigrantes españoles
Odio ocupó la vicepresidencia de Costa Rica, siendo de las primeras mujeres en ocupar este puesto, y ese camino la llevó a la academia, al derecho, a la búsqueda constante de la justicia, incluso, dentro de las prisiones (cerró dos centros penales en Costa Rica) donde ocurrían “cosas atroces” y ahora está muy centrada en cuestiones de tortura, de violencia de género, en la eliminación de la discriminación en materia de religión y creencias.
En el panel en el que participó en Cartagena, Colombia, alzó la voz por las mujeres que siguen siendo violadas y abusadas sexualmente; del uso del cuerpos femenino como armas de guerra para aterrorizar a las poblaciones y de limpieza étnica; de penas crueles por abortos muchas veces espontáneos, como lo visibilizó en Perú.
Y la guerra perpetrada contra mujeres, tanto con armas como con la negación del derecho a tener puestos dignos de elección.
“Resulta irónico que el más alto tribunal de derechos humanos de América haya tenido cuatro mujeres juezas, cinco conmigo, en su historia, sobre un total de 39 miembros, y únicamente hayamos ejercido la presidencia dos mujeres”. Sí, ella sigue siendo la numero dos.
“Sólo viviremos en verdaderas democracias si las mujeres, en toda nuestra diversidad, participamos en la toma de todas las decisiones que afecten nuestras vidas”.
El liderazgo, explicó, impedirá que haya sanciones mínimas contra mujeres ultrajadas, quemadas con ácido. Hay que darle coherencia a las leyes para legitimidad el Estado de derecho. Contar con una democracia y desarrollo sostenible para evitar, como sucedió en Bolivia, la esterilización sin consentimiento; en Nicaragua, la violación sexual contra niña y su revictimización; en Venezuela, actos de tortura y esclavitud sexual); en México, las víctimas de yortura sexual en Atenco, tortura y violencia verbal estereotipada.
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En esta sesión, su bastón y pasos lentos no le impidieron dejar en claro que no claudicará por lograr en lograr el respeto a los derechos de las mujeres con un enfoque de libertad y justicia.
“La mujer sufre una violencia espantosa en nuestras sociedades y no podemos permitirlo”. Así de fuerte se escuchó su voz.
EHR