En 1968 el estado de Puebla vivía un periodo de relativa calma política, pues el gobernador interino Aarón Merino Fernández llevaba cuatro de cinco años de gobierno, cuando su antecesor, el militar Antonio Nava Castillo sólo había estado un año en el cargo.
Ingeniero de profesión, el de Merino era un logro pues desde que otro militar, Fausto M. Ortega sólo tuviera tres años de gobierno, de 1957 a 1960; sería hasta 1975 cuando un gobernante cumpliera con los seis años del periodo que establece la ley.
A Ortega le había seguido Antonio Fernández Aguirre, quien estuvo en el gobierno tres años, de 1960 a 1963. Le siguió Nava Castillo, a éste Merino Fernández a quien había de sustituir nuevamente un militar, Rafael Moreno Valle, quien fue obligado a dejar el cargo en 1972, después de haberlo asumido en 1969.
Mario Mellado García fue gobernador interino en 1972 y ese año llegó al cargo Gonzalo Bautista O'Farril, quien sólo ejerció un año. Guillermo Morales Blumenkron lo hizo de 1973 a 1975 y, finalmente Alfredo Toxqui Fernández de Lara de 1975 a 1981, cumpliendo por primera vez en más de 20 años el periodo oficial de seis años de mandato.
En la presidencia municipal de la capital poblana, desde 1960 con Eduardo Cué Merlo, se iban cumpliendo los periodos oficiales de tres años, hasta que en 1972 Gonzalo Bautista O'Farril hizo de alcalde sustituto, mismo término que tenía como gobernador.
El pueblo de Puebla
La de los sesenta fue una década de transformaciones sobre todo en la capital poblana, pues en el período en que Fernández Aguirre era gobernador y Cué Merlo alcalde en un primer periodo, la capital poblana "tenía apenas 20 calles más allá del Zócalo" y prácticamente mantenía la traza virreinal iniciada en 1531, con sus barrios respectivos.
El censo de ese año, indica que la entidad tenía en 1960 un millón 973 mil 837 habitantes, y para 1970 apenas había alcanzado los dos millones 508 mil 226, esta última cifra que es más o menos la que se calcula para la actual población de la Angelópolis.
En 1950 la capital poblana tenía 211 mil 331 habitantes. 20 años después, alcanzaba los 401 mil 603 pobladores. La casi duplicación de los angelopolitanos se debió a que en 1962, cuando se cumplieron cien años de la batalla del 5 de Mayo, 17 pueblos fueron "anexados" a la urbe para convertirlos en "juntas auxiliares".
A pesar de la anexión, los pueblos no compartieron los "beneficios" de una ciudad que vivía de la industria textil y no conocía de parques industriales. Había una sola universidad, la Autónoma de Puebla, y aún no contaba con Ciudad Universitaria, que sería construida hasta 1969.
Tan es así, que en septiembre de 1968 en la junta auxiliar de San Miguel Canoa, se seguía viviendo como en la población rural, con una sola línea de autobuses que iniciaba sus corridas al amanecer, y las concluía por la tarde, antes de anochecer, lo que impidió que trabajadores de la UAP pudieran salir y dos de ellos fueran asesinados, lo mismo que dos lugareños, cuando quisieron salir al caer la noche. Antes, los alcanzó la multitud que los linchó.
En la calle
Para 1968 la ciudad de Puebla, capital de uno de los cinco estados de la República que mayor crecimiento tiene, apenas estaba por dejar su traza novohispana.
Seis años antes, para festejar los del centenario de la batalla del 5 de Mayo, la ciudad comenzó su expansión: la carretera que conduce a la capital del país, construida en 1922, se convirtió en autopista en 1962. En este año se trazó y pavimentó la Diagonal Defensores de la República, la cual “abrazó” a la Angelópolis por el norte y pasó por colonias hasta entonces de difícil acceso.
Puebla tenía aún tres estaciones de tren y, con este medio de transporte era el enlace hacia el oriente y el sur de la República. Sus estaciones de autobuses estaban en pleno Centro Histórico y el gran lugar de abastecimiento alimenticio era el mercado La Victoria. Los vendedores ambulantes se disputaban las calles con los camiones de las rutas urbanas y algunas suburbanas.
Faltaban todavía 20 años para que Jorge Murad Macluf, alcalde, propusiera nuevos mercados fuera del Centro Histórico y la creación de la Central Camionera.
Había entonces dos panteones públicos, el decimonónico Municipal y el de La Piedad, y el privado Francés. Era común ver en las calles los desfiles fúnebres dirigirse a alguno de ellos.
El Zócalo adquirió casi la forma actual que tiene en 1962, cuando Cué Merlo mandó a desmontar un kiosco que todos daban por vencido, mandó a remodelar el piso y reubicó la fuente de San Miguel que estaba en la Plazuela del Boliche, y que en la época virreinal había estado en la Plaza de Armas, sólo que hacia el surponiente para permitir las corridas de toros. La plaza para el asesinato de reses estaba en la actual 19 Sur, esquina con 9 Poniente.
En 1968 habían pasado ya cuatro años de que un movimiento popular había derrocado al militar de Ixcaquixtla, Nava Castillo. Como empresario Eduardo Cué apoyaba al militar, y el pretexto del conflicto de la venta o no de leche bronca lo llevó a dejar la gubernatura.
Por cierto, ya había entubado el ayuntamiento poblano, contra natura, el río o arroyo de San Francisco y padecía las inundaciones en sus calles porque los drenajes eran insuficientes para contener el agua de la lluvia que buscaba el lecho el río
Balbuceos culturales
Don Pedro Ángel Palou Pérez, fallecido en enero de este año a los 82 años de edad contó a este reportero:
“El antecedente inmediato de la Casa de Cultura de Puebla, fundada en 1974, fue la Dirección de la Comisión de Promoción Cultural del Gobierno del Estado de Puebla, creada por el gobernador Aarón Merino Fernández (1964-1969) quien tuvo que retirarse muy pronto del gobierno estatal, quedando como una modesta dirección de promoción; de haber estado en todo un piso del Edificio Alles, con muy buenos recursos, llegamos al edificio del antiguo Colegio de San Juan, a una parte de lo que hoy es la Sala Rodríguez de Alconedo y a la mínima oficina de junto, con un presupuesto de dos mil o tres mil pesos al mes, si mal no recuerdo”.
Precisó: “Siempre pensé y creí que en Puebla había una gran tradición cultural, pero que faltaba un espacio plural, democrático, donde convivieran los que hacían arte en Puebla: pintores, bailarines, folcloristas, quienes dictaran conferencias… No había cine club; y el cine comercial había llegado a una degradación verdaderamente absurda”.
Afirmó: “Pensé que el lugar ideal para la Casa de Cultura en el Centro Histórico de Puebla, era el ex colegio de San Juan, por la sencilla razón de que ahí estaba alojada, desde su origen la Biblioteca Palafoxiana, la cual no era posible que saliera del recinto. Además, estaba enmarcada por una serie de dependencias oficiales del gobierno: la Secretaría de Gobernación, el Archivo del Estado, el de Notarías, la Dirección de Obras Públicas. La gente entraba a lo que hoy es la Casa de Cultura saltando entre varillas de acero, entre sacos de cemento y preguntaba: ‘¿Aquí está la Palafoxiana?’ y le contestábamos: ‘Pues sí, ahí está, arriba. Abandonada, olvidada’”.
“Fue entonces cuando me dije: Este es un edificio de 1596 del Centro Histórico, está la Biblioteca Palafoxiana, el lugar ideal; la perla de esta joya es la biblioteca, entonces vamos a tratar de adornarla con la Casa de Cultura”.
“Entonces hice un recorrido por las incipientes Casas de Cultura existentes en el país, idea que había traído de Francia don Agustín Yáñez; había creado la Casa de Cultura de Guadalajara, que hasta el momento, lamentablemente nunca funcionó. Sin embargo, había intentos positivos, como la de Aguascalientes, con mucho apoyo del sector privado”.
Don Pedro Ángel Palou Pérez siempre consideró que el nacimiento de la Puebla cultural se había dado entre 1964 y 1969. Cuando la masacre del 2 de octubre de 1968 sucedió en Santiago Tlatelolco, en Puebla estaba germinando la semilla de la que sería la primera Secretaría de Cultura estatal, hoy desaparecida por decreto del Congreso del Estado.