La creatividad y la flexibilidad de la imaginación de Abundio Sidronio Martínez Martínez quedan plasmadas en trozos de neolite, material que amolda con una pequeña navaja flores, aves, dioses de la cultura náhuatl, de la cual forma parte, entre otras figuras que llegan a su imaginación y que los convierte en sellos resistentes, los cuales son parte esencial en los bordados de ropa típica que es una de las actividades que predominan en San Gabriel Chilac.
Este oficio tiene auge en esta comunidad náhuatl, lugar donde alrededor de un 30 por ciento de su población, principalmente mujeres, se dedican al bordado de vestidos y son ellas quienes necesitan de nuevos diseños de estampados y para obtenerlos, llegan al domicilio de este artífice a quien le solicitan figuras para decorar las prendas de vestir.
- Te recomendamos Estas son las acciones realizadas en Puebla a favor de las mujeres Comunidad
De conductor a dibujante
Por la demanda que este oficio tiene, Abundio dejó su oficio de chofer para convertirse en diseñador, él junto con su esposa, Ana Gorgonia Correo Pastelín hicieron la dupla perfecta, porque mientras él crea nuevos dibujos, ella se encarga de sellar telas que artesanas llevan hasta su domicilio para que decore vestidos, faldas, blusas o camisas.
Abundio aprendió este quehacer de su tío Catalino Martínez Moral, quien lo comenzó cuando tenía 19 años, fue entonces cuando descubrió que tenía este talento y lo abrazó, dejó el camión pesado y se quedó en casa, donde improvisó una pequeña mesa, afiló una navaja y echaba a volar su imaginación para aterrizarla en el plástico donde con cortes dibujaba alcatraz, mariposas, quetzales y una gran variedad de flores que van unidas una de otra si perder su entorno.
Algunos dibujos que hace son sobre pedido, en estos, primero hace bosquejos y los presenta al interesado para que lo apruebe o haga correcciones, pero en la gran mayoría de sus trabajos él los esboza y crea en un día o día y medio.
Él ama este quehacer que desde hace 45 años realiza y quisiera que uno de sus hijos o sobrinos siguiera sus pasos, sin embargo, según Abundio, no les gusta.
No obstante, el artesano espera que los jóvenes de ese lugar sean quienes retomen este trabajo y dejen las adicciones, problema que antes no había en esta población.
En medio de una isla de dibujos
El espacio donde Ana Correo Pastelín complementa el trabajo de su esposo al decorar las telas es pequeño, quizás apenas es de un metro y está rodeada de sellos de distintos tamaños y figuras que los han colocado en anaqueles.
En un pequeño cuarto están los sellos, decir una cantidad sería errar ya que son piezas que ella ocupa para ornamentar faldas, vestidos, blusas pequeñas y grandes que la gente le lleva y es en estos lienzos donde aplica sus conocimientos para que el decorado quede colocado con armonía, combinado y que agrade al cliente.
Dice que este trabajo bajó drásticamente por la pandemia y hasta estos días no se recupera, recuerda que anteriormente llegaba más gente a solicitar la decoración, por eso pintaba su hija y nuera, ahora lo hacen ocasionalmente porque no hay mucha venta de esta ropa típica.
También atribuye la poca demanda a que hay otras personas que se dedican a esta actividad, a pesar de esto llega a sellar unas 200 piezas de manta o popelina al día.
El costo por este trabajo es de cinco pesos los vestidos y cuatro pesos las blusas y, aunque comenta que no es redituable, no aumentan más por la competencia que hay.
AAC