De 2018 a 2020, más de 300 mil poblanos ingresaron a la pobreza

La entidad poblana pasó a ser el segundo estado con mayor pobreza, después de Guerrero.

Una mujer de la tercera edad cuida de su ganado bovino | Andrés Lobato
Jaime Zambrano
Puebla /

En un lapso de dos años, 300 mil poblanos se colocaron en el rubro de pobres; sin embargo, el impacto real de la pandemia de covid-19 todavía no se mide en factores vinculados a la educación, atención a la salud pública y canasta básica.

De acuerdo con el investigador de la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), Salvador Pérez Mendoza, los ajustes de política económica que se aplicaron entre 2018 y 2020 tuvieron un mayor impacto en la caída de ingresos, sobre todo para aquellos que tienen más de seis salarios mínimos.

Resaltó el caso de Puebla, que pasó a ser el segundo estado con mayor pobreza, después de Guerrero, esto a pesar de que la entidad representa la octava economía a nivel nacional con un aporte importante al Producto Interno Bruto (PIB) gracias a su actividad industrial.

Comentó que, en su reciente informe, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), reveló que en Puebla se calculan 300 mil nuevos pobres que se suman a los que ya estaban clasificados en situación de pobreza extrema, pobreza moderada y pobreza por alimentación.

“No hubo la suficiente capacidad para acompañar el gasto público en desarrollo social con gasto público en inversión y creación de infraestructura y esto depende también de cada entidad (…). Creo que el problema central del municipio de Puebla y la zona conurbada es la existencia de grupos vulnerables, como la población originaria o indígena; en términos generales, 44 por ciento, se muestra con pobreza extrema. Otro grupo son los discapacitados, de ellos 39 por ciento también está en situación de pobreza extrema”, comentó.

El investigador explicó que, junto al crecimiento de la pobreza en la entidad, la brecha entre los hombres y las mujeres se mantiene en el mercado laboral y en el de pagos por mismas actividades realizadas.

El problema del analfabetismo es otro indicador de pobreza y vulnerabilidad, situación que hace necesario reorientar el tipo de gasto que se requiere para una política económica de desarrollo regional más orientada a grupos vulnerables, a fin de reducir esa tendencia de crecimiento de la pobreza.

Por último, para Pérez Mendoza, aunque el panorama es inquietante, no es imposible salir adelante: se requieren estrategias que tomen en cuenta el análisis de la academia para plantear alternativas a largo y mediano plazos.

AFM

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