Entrar al penal de Apodaca significa pasar por numerosos controles de seguridad. Su interior es semejante a una estrella, y para llegar a cualquier punto, es necesario caminar por largos pasillos enrejados y con electricidad.
Sin embargo, hasta el año pasado, de nada servían todas estas medidas dado el dominio que los grupos criminales ejercían al interior, pues, a diferencia del penal del Topo Chico y Cadereyta, en éste solo viven dos clases de internos: Zetas y Cártel del Noreste.
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Cabe recordar que una noche de febrero de 2012, el penal de Apodaca se convirtió en escenario del hasta entonces peor masacre encarcelario en la historia del país: 44 reos perdieron la vida y otros 30 se fugaron.
No obstante, ante los incidentes que se han presentado, los internos aseguran que la vida dentro de este lugar no es como todos la imaginan.
“Eso es algo que tal vez piensen que sea día a día en este lugar, pero realmente no es así. Son eventos aislados, y son eventos que se dan con las personas que realmente, pues, lo buscan.
“Quienes nos dedicamos a trabajar y a llevar una vida tranquila dentro del penal, estamos lejos, afortunadamente, de esos sucesos”, comentó Armando, uno de los internos en el Cereso de Apodaca.
Por su parte, José, un joven preso desde hace nueve años por privación ilegal de la libertad, dijo que tras un inicio difícil, pudo adaptarse a vivir en el penal.
“Al principio fue difícil porque no quería ir al gimnasio, ni nada... O sea, vienes con miedo, no sabes qué va a pasar, pero ya pasan los años y empiezas a vivir. Empiezas con la superación personal”, contó.
Hoy es el encargado del gimnasio, organiza concursos de fisicoculturismo y es el primer instructor acreditado en la rama dentro de un penal. Esta labor, asegura, le permite olvidarse un poco de donde se encuentra.
“A veces hay altas y bajas. Hay altas que está padre todo, pero hay bajas que pues volteo y sigo igual. Pasan los años, pero trato de seguir haciendo lo que me gusta”, agregó José.
Actualmente, en el penal de Apodaca, entre el 86 y 87 por ciento de los reos participan en alguna actividad remunerada económicamente, de ocho de la mañana a ocho de la noche, algunos en mantenimiento, temas de construcción o la elaboración de equipo de seguridad industrial. Por momentos parece un día normal en cualquier fábrica.
En medio de este día a día, los internos y las autoridades se preparan para recibir en poco tiempo a los nuevos vecinos, que llegaran reubicados desde el penal del Topo Chico.