Los abuelitos del asilo Casa Madre Teresa volvieron a tomar las redes sociales. Posando con letreros, dedicaron mensajes de aliento a niños y jóvenes de todo el país en medio de la pandemia de covid-19.
Ofelia Paz, una de las más longevas y parlanchina del lugar nos recibe, a sus 92 años de edad, con una sonrisa que sigue siendo cautivadora y sus anécdotas, las más entretenidas.
Para ella, el mensaje para los jóvenes es claro, “la drogadicción es mala, no caigan en ellas”.
“Yo escribí eso porque no deben caer a las drogas, pues eso hace mucho daño, al contrario, deberían de estar pendientes de estudiar y ser alguien en la vida. Debería de ser como yo, por mucho tiempo estuve sola y nunca tuve la necesidad de agarrar un vicio, nunca fumé y tomé”, señaló muy seria.
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Y recuerda los consejos que le daba su madre para no caer en manos de “patanes”.
“Mi mamá me decía, si un hombre te ofrece algo, nunca lo recibas, nunca sabes qué puede traer esa bebida o comida. ¡Cuídate! Sin embargo, a mi madre le dio una embolia, misma que hizo que no pudiera ser independiente, por lo que tuve que cuidarla; y mi novio me decía, ‘vamos a salir a bailar, vamos a tomar’, pero siempre le negaba la salida, y le decía, 'primero tuve madre y tengo que estar con ella, y después tuve novio, así que no, no saldré contigo, respeta mi decisión'”, detalló Paz.
Ella ahora está acompañada por más de 20 abuelitos en esa casa y la mayoría vivieron en situación de calle, abandono familiar o fueron llevados por vecinos que vieron que sus capacidades ya no son óptimas para su cuidado propio.
Anastasia de 78 años, vive también ahí, ella pide que los jóvenes terminen sus estudios; Elvira, de 93, recomienda escoger bien a nuestras amistades y Arnulfo, el bebé, como le dicen sus compañeros y enfermeros, aconseja que cuando te sientas necesitado, pidas ayuda.
La vida cotidiana en el asilo se acompaña por las actividades que realizan con ellos sus enfermeros, quienes buscan activarlos para que “muevan esa cadera” y no se entuman en sus sillas de ruedas o en los sillones de las salas.
Y ahí está El Padrino, con más de 70 años de edad, baila y baila con su enfermera Andrea, un rock & roll, que es su favorito.
“Mueva, mueva esas caderas”, le grita a su enfermera a El Padrino, mientras le da una vuelta al ritmo de la canción “Vamos al Rock” de los Tortuga Rebel. Y su pareja de baile ya se ve agitada, pero contenta de que al menos ese día, El Padrino no llorará por recordar a sus seres queridos porque no sabe nada de ellos desde hace tiempo.
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Y después de esa bailada que hizo que todos los abuelitos gritaran y aplaudieran, viene el festejo, pues uno de ellos, Don Eusebio, cumple 80 años de vida. Sus directores, Marlen e Iván le llevaron un pastel para que no se sienta triste en su día.
“Estas son las mañanitas, que cantaba el rey David, hoy por ser día de tu santo, te las cantamos aquí, despierta, Eusebio, despierta, mira que ya amaneció, ya los pajaritos cantan, la luna ya se metió”, todos cantaron.
Don Eusebio cierra sus ojos, pide un deseo, poco después se anima a darle una mordida a su pastel y agradece a todos por estar ahí, con él.
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La demencia no vence el amor
En el asilo Casa Madre Teresa, el amor en pareja también existe. Martha y Flavio son una pareja que lleva más de 26 años junta; su amor los ha unido en las buenas y en las malas.
Flavio, desde el 2006, empezó con demencia senil, algo que ha angustiado a Martha pues en una ocasión su pareja salió a la calle y durante cuatro horas no supo nada de él.
“Vivíamos en casa de su madre, recuerdo y un día salí al mercado y cuando regresé no estaba mi marido, me espanté, fueron horas de angustia, porque no sabía qué le había pasado. La gente lo vio salir y no hizo nada para detenerlo; me puse mal de salud y aún así salí a buscarlo y cuando lo encontré sentí que mi vida regresó”, detalló a MILENIO.
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La primera esposa de Flavio se separó de él por cuestiones personales, con ella tuvo hijos, quienes ahora no cuidan de él, pues desde que se enteraron de la situación por la que pasaba, una de sus hijas lo dio por muerto.
“Si a mí me dicen algo o me atacan, no me duele; me duele más cuando le hacen algo a mi niño. Y me duele más que una de sus hijas en su perfil de Facebook publicó que ya no tiene padre, que su padre está muerto”, dijo llorando.
Flavio era el sostén de la casa, pero sin recursos por su demencia, la vida se hizo más difícil en la casa donde vivían y migraron al asilo.
“Conocí a Iván (director del asilo) y le dije que lo necesitaba ahora más que nunca, que en la casa de mis suegra ya no nos querían, por lo que le pedía que me diera hogar aquí y así fue. Yo estoy bien de salud, por lo que apoyo con las tareas de casa, ayudo en la cocina y atiendo a la mayoría de los abuelitos que acompañan a mi Flavio”, explicó.
Flavio, ¿sabes quién es ella?, pregunta la enfermera. Sí, contesta muy contento. ¿Quién es, Flavio? Martha, mi esposa. ¿La quieres mucho?, sí, mucho, responde él.
Piden víveres también
Casa Madre Teresa, tiene dos asilos, uno Tláhuac y uno en Iztapalapa, de los cuales albergan más de 70 abuelitos, por lo que la subdirectora del lugar, Marlen Delgado, detalló que la difusión que se le ha dado a estos asilos ha hecho que aumenten los residentes en estas casas, por lo que los recursos son muy escasos.
Así que pide a la ciudadanía, apoyo para conseguir artículos de limpieza, cobijas, pañales para adultos, despensas o insumos extras, quien desee donar cualquiera de estos productos puede hacerlo en Canal de Chalco #105, Colonia Valle San Lorenzo, en Iztapalapa, o también llamar al número 55 51-68-41-15 del director y fundador del asilo, Iván García Flores.
“Estamos pensando en abrir un tercer asilo para que muchos más abuelitos tengan un hogar sano y estable, por lo que si conocen de algún lugar, estaremos agradecidos, así como también de que si gustan donar mesas, camas o sabanas, con gusto las podemos estar recibiendo”, finalizó Delgado.
DMZ