“No tengo ningún cuadro favorito porque todos son hechos con la misma pasión”, asegura Aurelio Leonor Solís, un poblano distinguido con más de 50 años de trayectoria en el mundo de las artes.
Aurelio nació el 4 de abril de 1944, sonríe como si fuera un niño cuando habla del placer que le produce pintar. Es un maestro del retrato, no hay nada más que le guste dibujar, pero también domina el pincel para elaborar paisajes y bodegones, enmarcar tradiciones mexicanas o ilustrar piezas arquitectónicas.
Creció en una familia de artistas, su padre era el mejor decorador de iglesias y viviendas de su época, sin contar que elaboraba piezas con yeso. De niño disfrutaba jugar, tan es así, que reconoce que el estudio no era una de sus prioridades. Su casa se encontraba a orillas de la ciudad, en lo que hoy es el Parque Ecológico, a un costado del río Alseseca y considera que eso lo obligaba más a pensar en jugar que en estudiar.
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Ante ese escenario, su madre le preguntó qué pensaba hacer con su vida y a él se le ocurrió decir: “pintor, como mi papá”. Esa respuesta fue un antes y un después en su vida, fue el comienzo para trazar una vida llena de logros y reconocimientos.
Fue así que su mamá lo inscribió en la Antigua Academia de Bellas Artes y a través de las enseñanzas y destrezas de sus maestros encontró “lo bonito de las posibilidades de otro mundo”.
Sin embargo, dejó la escuela porque solo era para complacer a su madre. Después contrajo matrimonio con doña Angelina Mariscal, a quien describe como “una mujer maravillosa” y que trajo a la vida a su hija, Liliana Leonor.
La necesidad de llevar sustento a su hogar lo hizo aceptar un trabajo como pintor de casas, pero tras charlar con el maestro Ángel Márquez Figueroa -a quien conoció en la Antigua Academia- y después realizar más de 22 retratos en la Feria de Puebla en un solo día, supo que su lugar sí estaba al lado de la pintura, pero con apoyo de un lienzo, más no de una pared.
“Es el maestro al que le debo todo, él aparte de su enseñanza, a lo mejor no me dijo cómo, pero sí creyó en mí”.
Tras consultarlo en casa y recibir el apoyo de su familia Aurelio regresó a estudiar. A diferencia de cuando era niño, ahora era por interés propio de trascender para “sembrar una semilla o formarse una estructura con eso que uno empieza a amar”.
Así comenzó a estudiar dibujo y la importancia de la composición áurea, para después “entrar a ese gran misterio que es el color, ¿qué es? ¿para qué sirve? y cómo con color se puede expresar todo lo que siente o lo que se ve y poder transmitir el alma de las cosas”. Tras concluir sus estudios Aurelio le pidió permiso a la vida -como él dice- para dedicarse a la pintura. Su talento era tal que le permitió arribar al Barrio del Artista en 1971, lo que considera como uno de los grandes logros de su vida.
“Yo digo que es un paraíso terrenal porque encuentro ahí a grandes maestros de la plástica, también encuentro un nuevo concepto de lo que es la vida dentro del arte”.
¿Qué le inspira a pintar y no dejar de hacerlo? Muchas cosas. En primera instancia, los cielos y la vida, porque le han dado quehaceres para trascender; también la gente que lo ha rodeado a lo largo de su vida, como sus maestros, pues algún día espera parecerse a ellos.
“Estudio a mis grandes maestros y uno de mis deseos es parecerme a ellos, en cierto caso que la historia pueda decir que Aurelio Leonor hizo cosas importantes en su trayectoria por las artes”.
También lo inspira el deseo de trascender, porque le permite entregarse al máximo y hacer que su familia se sienta orgullosa de su trayectoria, sin olvidarse de los compromisos que tiene con la sociedad para corresponder el cariño que recibe de parte ellos, por lo que se ha empeñado que el artista tenga un lugar para expresar sus ideas, sus sentimientos y su trabajo sea valorado.
“Yo pienso que el ser humano tiene un destino, desde el lugar en el que nace parece que la vida lo va preparando para que en algún momento tenga un encuentro y pueda realizar ese quehacer que le ha encomendado la vida”.
Su experiencia le ha valido pintar diversos retratos que hoy son parte de la Sala de Gobernadores de Puebla, así como a dos presidentes de la República, entre ellos Carlos Salinas de Gortari.
También es autor de imágenes religiosas expuestas en Puebla, como la Iglesia del Cielo, el Señor de la Misericordia, la Compañía de Jesús y la Virgen de Guadalupe con Juan Diego.
Asimismo, en 1986 viajó a Europa y expuso en Volksbank Ritterhud, Alemania; en 1990 en La Casa de América Latina, en Bruselas, Bélgica; y en 2008, el gobierno del estado le apoyó para publicar su libro “Aurelio Leonor. Vida y Obra”.
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Por si fuera poco, en 2012 el Senado de la República, a través de una invitación de la ex senadora Lucero Saldaña, le hizo un reconocimiento, “todos los senadores me vieron y me aplaudieron, qué bonito es eso”. Además, el pasado 24 de noviembre la Secretaría de Cultura del gobierno estatal le entregó un reconocimiento por sus 50 años de trayectoria artística.
“Son 50 años de una vida esplendorosa, la mía, he colaborado con todo mundo, he convocado a todo mundo, hemos andado por muchos lugares, siempre marcando la grandeza de lo que es el arte, la grandeza de los artistas y la grandeza de Puebla”.
Pese a su vasto catálogo de obras, no tiene ninguna favorita y tampoco pierde el tiempo en saber cuántas ha realizado.
“No tengo ningún cuadro favorito porque todos son hechos con la misma pasión y cuántos he pintado en mi vida es difícil saber, porque hay un cuadro que me puede llevar hasta tres meses. Normalmente un rostro me lleva 15 o 20 días porque son procesos. ¿Cuántos he pintado? Eso no lo sé”.
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