Las brujas de Los Dinamos han sido una leyenda que ha permanecido viva durante muchos años, los suficientes como para que al menos tres generaciones mantengan la firme creencia de que es necesario colocar las tijeras abiertas colgadas en las ventanas y puertas de los hogares, sobre todo si hay algún recién nacido o algún pequeño que no ha sido bautizado. Tampoco dejan de lado el colocar algún espejo cerca de la cama para que, si llega una de estas criaturas, se espante al ver su horrible rostro y se vaya del lugar.
Muchas personas afirman haber escuchado sus risas durante la madrugada, otras tantas dicen que las vieron en forma de bolas de fuego que sobrevolaban por los cerros de Los Dinamos. Unos más valientes aseguran haber tenido experiencias cercanas a ellas y, por ende, recurrido a algún tipo de ‘remedio’ para protegerse de estos seres.
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Eloísa, residente del lugar, relata que cuando era niña, su abuela le prohibía salir al baño por la noches.
“Me decía que no podía salir porque las brujas andaban cerca, yo pensaba que era puro cuento para que no la molestara, hasta que un día, muy valiente, yo me asomé a la ventana a ver si de verdad andaban ahí las criaturas… para empezar me espanté porque vi las tijeras abiertas que colgaban de la cortina, entonces decidí irme a dormir.
"Al día siguiente volví al mismo sitio a ver si por suerte ya las veía. Me estaba rindiendo cuando a lo lejos, en el cerro se empezaron a ver como bolas de fuego, me asombré porque pensé que eran como estrellas fugaces, desperté a mi abuela y al ver lo sucedido, rápidamente me volteó el suéter que traía puesto, ya sabes, trucos de abuelas. ¡Esas son brujas!, me gritaba mientras me daba la bendición y me llevaba a dormir con ella”.
Pasaron los años y Eloísa guardó la experiencia para compartirla ahora con sus nietos, a quienes les sugiere no asomarse por las noches y mucho menos dejar solos a los niños.
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No fue un guajolote, fue una bruja
Juan Carlos, un señor de casi 70 años, dueño de una tienda de abarrotes en una localidad cercana a Los Dinamos, cuenta que es muy común escuchar risas y habladurías cuando la noche va cayendo en la ciudad.
“Antes me iba muy tarde a mi casa porque como vivo a dos calles de aquí, cierro lo más tarde que puedo para aprovechar todos los clientes que vienen. Un día al bajar la cortina vi a lo lejos lo que parecía ser un guajolote, pensé en correr por él y llevármelo a mi casa, ‘Ya es noche, nadie lo va a reclamar’, pensé. Mientras ponía los candados busqué al animal con la mirada y vi cómo se metía entre los arbustos.
"A los pocos minutos se comenzaron a oír risas como de mujeres, no de esas de las películas de miedo que suenan como agudas, estas sonaban alegres, como que te daban ganas de ir a ver qué pasaba, porqué reían tanto pues. El guajolote ya nunca salió de ahí y mejor me fui a mi casa. Mi señora me dijo que lo que vi había sido una bruja porque luego se representan en esos animales. Para quitarme la mala energía me limpió con un huevo y romero, salió bien negro”, relata.
Muy pocos habitantes de la alcaldía Magdalena Contreras se han animado a adentrarse en la profundidad del parque, pues afirman que la vibra que recorre sus cuerpos al pasar por el cuarto dinamo se asemeja a la de estar completamente solo en la obscuridad y con la certeza de que hay alguien mirándote.
“Una vez pasé en la tarde y se sentía un ambiente muy tenso, venía yo solo porque de por sí es difícil llegar al lugar, está pesada la caminata más que nada y nadie se animó a acompañarme. No duré mucho tiempo ahí porque pensé que algo me iba a pasar, es un lugar donde mucha gente viene a hacer brujería, a veces caminas por ahí y a tu paso te encuentras con bolsas negras y un olor muy feo, es cuando te das cuenta que ya mataron otro animal”, relata Mario, habitante del lugar.
Si bien se cree que las prácticas de magia negra están relacionadas con las brujas que, muchos afirman, residen en la alcaldía, no hay nada que pueda comprobar tales hechos por lo que seguirá siendo una leyenda del lugar.
FS