Casa de Alfeñique relata la historia de Puebla

EDICIÓN FIN DE SEMANA

Este inmueble representa un acto de amor del artesano herrero Juan Ignacio, quien construyó la casa como regalo para su novia que le había solicitado “una casa de alfeñique”.

Casa de Alfeñique | Andrés Lobato
Abigail García
Puebla /

Al pasar por la avenida 4 Oriente y la calle 6 Norte se puede ver una casa en contra esquina del Mercado de Artesanías “El Parián”; se trata de la máxima representación del estilo barroco en Puebla y un ícono de la cultura local: la Casa de Alfeñique.

Casa de Alfeñique | Andrés Lobato

Este inmueble representa un acto de amor del artesano herrero Juan Ignacio Morales, quien construyó la casa como regalo para su novia que le había solicitado “una casa de alfeñique”, un tipo de caramelo procedente de España, común en México durante la época colonial.


Desde la esquina del lugar donde ubica el ahora Museo Regional Casa de Alfeñique, Sergio Vergara Berdejo, secretario de Cultura estatal, explicó que este recinto fue edificado en los límites de la ciudad colonial y los barrios antiguos.

“Es una casa artesanal, la construyó un herrero que enamora a una mujer española, la quiere traer a la zona de los barrios y ella prefiere quedarse en la otra zona. En la esquina le promete una de las mejores casas”, expresó.

Compartió que esta pareja tuvo hijos años más tarde, quienes se volvieron religiosos; por ello, al entrar a este museo se observa el Espíritu Santo, la Memoria de la Familia de Cristo, entre otros vestigios relacionados con la religión. A decir del secretario, “es una casa que sirvió para un enamoramiento y una ofrenda a la religión”.

Casa de Alfeñique | Andrés Lobato

A cada paso dentro de este recinto se encuentran rasgos que hablan sobre cómo se vivía en la época de la Colonia. En la entrada está el paso adecuado para que entren las carretas, de lado izquierdo antes de llegar al patio se ubica una fuente barroca alta; también se observa un balcón redondo que era usado para que las señoras de la casa con un gran vestido con aro se asomaran a recibir a las visitas.

A simple vista se ve que el inmueble cuenta con dos pisos, sin embargo, son tres. En la planta baja estaban las antiguas oficinas; la parte de la servidumbre intermedia; y arriba la verdadera casa de la familia.

“Las casas de Puebla son como el Zócalo, tú tienes la parte central, en medio la fuente, y caminas alrededor, lo mismo en las casas”, explicó el funcionario.
Casa de Alfeñique | Andrés Lobato

Una vez dentro parece que el tiempo se ha detenido y las salas conservan su lujo, su esencia y su carácter. Al caminar hacia delante, atrás de la fuente se llegará a las caballerías, donde hay dos carruajes: uno del siglo XVIII y otro que fue utilizado por el gabinete presidencial de Porfirio Díaz. Al salir es conveniente estar junto a la fuente y alzar la vista para observar el fauno, quien cuenta la historia de la casa.

Si se sigue el camino con dirección a la puerta de la entrada, a la izquierda se puede encontrar la antigua dulcería, pero en la actualidad hay alfeñiques. Al observar esta delicia con la casa “su decoración es lo mismo que ves en la construcción; por eso cuando hablamos del barroco se relaciona en la arquitectura, en la vestimenta, en los peinados, en el hablar, el caminar y en la parte de los dulces”, compartió el secretario de Cultura.

Casa de Alfeñique | Andrés Lobato

En la salida del lado derecho se encuentra un gran balcón y al subir se llega al piso donde habitó la servidumbre de aquella época. De lado derecho hay una habitación donde se ubica un mapa de la ciudad de Puebla, en el que se ve la Casa de Alfeñique, localizado en los límites de la ciudad colonial y los barrios.

La Capilla y la Sacristía que forman parte del edificio, con sus toques dorados en motivos vegetales, es un espacio llamativo y abundante en color, con ornamentas como caritas de querubines, así como óleos de arte sacro.

El altar del Museo del Alfeñique en Puebla, de estilo rococó, tiene candelabros de vidrio, espejos con hoja de oro y cenefas de mosaicos simétricos con un llamativo color azul.

En sus 16 salas, que antes fueron habitaciones o estancias, se pueden encontrar obras artísticas de varias épocas y lugares del mundo como: carruajes que pertenecieron a los generales del porfiriato y algunos monjes y frailes del siglo XIX; alcobas con mobiliario renacentista y detalles en cada cuarto, como los candiles de vidrio de bohemia para la lectura en los despachos (pintados de color rojo).

También se hallarán mesas, aguamaniles, pinturas, sillones y cajoneras con exquisitos decoros inspirados en Francia; alfombras, telares y vestidos de las llamadas chinas poblanas; esculturas de santos y monjes; óleos de personajes como Porfirio Díaz, Zaragoza, Benito Juárez y pinturas paisajistas de los años revolucionarios.

Casa de Alfeñique | Andrés Lobato

También hay una cocina típica poblana con sus impresionantes ollas de barro, sus fogones cubiertas de Talavera, además de fruteros de marfil. Un costurero donde este oficio era ejercido por mujeres realizando obras maestras con hilos de seda. Vasijas, loza y utensilios de cocina traídos de China, Inglaterra y por supuesto una sala dedicada al trabajo artesano del barro y la Talavera, técnica de gran valor para los poblanos

Vergara Berdejo explicó que el Museo Internacional del Barroco está basado en la Casa del Alfeñique: “La entrada por el pasillo, el patio central, la fuente, los elementos alrededor que son las salas de las exposiciones temporales y el segundo patio donde están las salas del servicio, es exactamente lo mismo”, señaló.

La próxima vez que visite la Casa de Alfeñique es conveniente observar a detalle cada muro, cada mueble, pintura; tomarse el tiempo necesario para transportarse a otra época a conocer la historia de Puebla en la Colonia.

Casa de Alfeñique | Andrés Lobato


CHM

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