Desde el artista que se encuentra en la puerta hasta el representante legal de Aurelio Atayde presenta, el circo más grande y famoso de México, solo existe una misma sensación, filosofía y pensamiento: no hay nada más hermoso que la vida en el circo.
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En su época más joven, Amilcar Andrade era conocido como “El Vampiro”, por el tipo de rutina escénica basada en el trabajo de sus dientes, ahora, a sus 66 años, está a la espera de su utilería de magia, y en lo que ésta llega, es el encargado de recibir al público en la entrada para cada una de las funciones programadas.
"La vida del circo para mí lo es todo, porque desde que yo tengo uso de razón es una vida muy hermosa, andar viajando, conociendo gente, llevando alegría.
“Después de 52 años no me canso, mi casa siempre anda donde yo ando, mi casa va conmigo, no tengo ninguna queja”, comentó.
Por su parte Héctor Giménez, argentino de cepa y representante legal del circo, aseguró que la vida en el circo para él y su familia lo es todo.
Gracias a esa elección desde pequeño, compartió, tuvo la oportunidad de viajar y conocer países como Chile, Brasil, Perú, entre otros, hasta que hace 17 años la familia de los Fuentes Gasca lo invitó a México, y desde diez años atrás ligado al circo Aurelio Atayde.
Aunque le fascina el sabor y el olor del cigarro, compartió, tiene 20 años de no fumar, esto luego que le ofreció a Dios dejar el vicio si le salvaba a su hijo, quien, realizando una rutina de trapecismo cayó de una altura de seis metros y estuvo al borde de la muerte, pero el destino no quiso dejarlo sin su pequeño, y al contrario, gracias a esa tragedia lo que dejó fue el cigarro.
La vida en el circo, dijo, tiene sus pros y sus contras, no son turistas pero están siempre viajando, no hay rutina.
En su circo, comentó, tienen cerca de 20 niños que tienen sus clases de escuela “normal”, y a los que así lo desean, por la tarde se les dan clases de las diferentes especialidades del circo.
“Y así se va nutriendo el circo y así se va a haciendo la tradición”, precisó.
La casa para ellos, relató, es la “traila”, “la quinta rueda”, y ahí tienen todo, todas las comodidades.
En toda esta vida en el circo, la más grande experiencia y aplauso que recuerda, precisó, fue una función en el municipio de San Nicolás de los Garza para 700 pequeños con alguna discapacidad.
Por el lado laboral, lamentó Héctor Giménez, ahora son demasiados trámites, permisos, requisitos, y cobros que tiene que cubrir el circo para poder seguir vivo y latiendo.