Las casonas de Analco son un tesoro arquitectónico y cultural que reside en la memoria de Evelia Hernández, Josefina Centurión y María del Carmen González, tres mujeres de la tercera edad que viven desde el siglo pasado en esta zona de la ciudad.
Estas majestuosas construcciones, con su estilo colonial y encanto histórico, fueron testigos de innumerables historias y experiencias que dejaron una huella imborrable en las vecinas que conocieron a quienes las habitaron.
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Tal es el caso de María del Carmen González, quien, con sus 80 años, es una de las personas de mayor edad del barrio, por lo que conoce mejor que nadie los detalles específicos de las casonas y lo que sus muros intactos conservaban.
“Bueno, alrededor de 1920, los últimos que vivieron aquí fueron la familia Medina Prado; tenían su tienda en la esquina detrás de mí. Su hija Rebeca era mi compañera y mi amiga. Yo la conocí y también a sus papás. En la parte de atrás rentaban las habitaciones a diferentes personas; era como una vecindad”.
Para María del Carmen, esta y otras casonas representan un vínculo profundo con su identidad y origen. Son lugares que albergaron momentos de alegría, tristeza, amistad y amor, y que aún hoy evocan recuerdos entrañables.
Asimismo, doña Mari comentó que el padre de su compañera falleció después de que la primogénita culminó la universidad, la joven era química y fue acreedora a una beca en España.
“El señor murió mientras Rebeca era maestra de la Facultad de Química, así que cuando fue acreedora a una beca en España, su mamá se fue con ella, por lo que dejaron la casa a su suerte durante un tiempo”.
María comentó para MULTIMEDIOS Puebla que su compañera solía trasladarse desde Europa hasta este punto para cobrar el alquiler. Sin embargo, en ese tiempo no le resultaba redituable porque a veces ni siquiera le pagaban.
“Gastaba más en el viaje, entonces me dijo que la vendió al gobierno. No me dijo si fue al municipal o estatal, pero después me di cuenta de cómo los vecinos se iban saliendo poco a poco hasta que la casa quedó abandonada”.
Con el tiempo, el inmueble se quedó en ruinas, pero María del Carmen afirmó que, al estar fabricado por los materiales que usaban durante la colonia, se sigue conservando gran parte de ella.
“Como es una casa de las originales, los muros son muy resistentes porque están hechos de piedra y barro. Las paredes son anchas y han resistido muchos sismos”.
Por otro lado, Josefina Centurión, de 70 años, platicó para esta casa editorial cómo alrededor de las casonas se realizaban los tradicionales festejos de las fiestas patronales del templo, el cual también forma parte de la memoria de los pobladores.
“Todo estaba lleno de árboles, como si estuviera olvidado, pero el templo, a pesar de no ser una casona, creo que era el hogar de muchos de nosotros”.
Pero no solo los nativos de Analco encuentran en estas casonas un valor significativo, sino que Evelia Elodia Hernández, quien lleva 40 años viviendo en el barrio, recuerda cómo de joven disfrutaba pasar junto a las casonas cuando su mamá la mandaba por pulque para preparar un platillo especial.
“Conocí el barrio cuando era chica por una pulquería que se llamaba ‘Baba Dry’, y como mi mamá hacía el lomo al pulque, yo tenía que ir a comprarlo. Desde afuera gritaba que ya había llegado por el mandado porque no me gustaba entrar a la pulquería”.
Por último, María del Carmen González expresó que el recinto es un tesoro de la historia poblana y que espera que a todas las casonas de Analco se les brinden los cuidados y reparaciones pertinentes para que no representen un riesgo para aquellos que viven o transitan junto a ellas.
“Es una joya de la antigüedad, sobre todo de cuando se fundó Puebla, porque toda esta zona se caracteriza por sus calles que, en lugar de pavimento, están empedradas”.
AAC