En la primaria Ignacio L. Vallarta, en la entraña del barrio de la Roma, hay un enorme letrero, escrito a mano y pegado en la puerta, donde se lee que, “después de haber realizado una encuesta entre los padres de familia y profesores”, se concluyó que las clases seguirán siendo virtuales.
En la secundaria José María Morelos y Pavón, en la Condesa, también hay anuncios adheridos a las paredes donde avisan que “el 96 por ciento de los papás y el 100 por ciento de los maestros” consideraron que no existían las condiciones para regresar a clases.
Y en la primaria Doctor Agustín Rivera, en los linderos de la colonia Centro, una cartulina roja informa que “el 86 por ciento” de los padres “no desean volver al plantel”, así que las cinco semanas que le restan al ciclo escolar lo terminarán en casa.
Entonces les preguntas a diferentes policías que patrullan por esas tres colonias si saben de alguna escuela pública abierta. “Negativo”. “Todas siguen cerradas”. “Dicen que en las colonias populares sí, que allá sí hay algunas abiertas”, te responden y tú concluyes que, al menos en la Roma, Condesa y Doctores, no está ninguna de las 24 mil 406 escuelas de las que, dice la SEP, regresaron a las clases presenciales en 15 estados, incluyendo Ciudad de México.
Los dos hijos de tu amiga Margarita, uno de 7 años y el otro de 9, asisten a una primaria de la Condesa. Margarita sí estaba muy entusiasmada con el regreso a clases.
“Imagínate: después de más de un año de tenerlos encerrados, de que engordaron, de que no aprendieron nada de matemáticas, volver a la escuela parecía un respiro para ellos y para mí, pero en la encuesta que hizo el director, el 75 por ciento de los papás se negaron a regresar”, te cuenta por mensajes de voz.
Margarita es diabética, hipertensa, con sobrepeso y, por la edad, 39 años, todavía no califica para que la vacunen. Sus comorbilidades, sin embargo, no le preocupan tanto. “Me preocupa la salud mental y emocional de mis hijos. Llevan 15 meses encerrados, sin relacionarse con otros niños. Uno de mis hijos ya está deprimido, angustiado”.
Margarita te cuenta que sus hijos, acostumbrados a hacer ejercicio o a jugar futbol, ahora se han refugiado en la televisión, en la Tablet o en el celular. “Están desconectados del contacto físico y su salud mental está en riesgo”, te dice. “Le platico a mi esposo que nuestros hijos están deprimidos y angustiados”.
—¿Y por qué crees que tantos padres se niegan al regreso a clases?
—Por miedo al contagio. Y lo entiendo: hay que cuidarnos del covid-19, pero también es importante la salud mental.
Adriana, otra de tus conocidas, vive en Chimalhuacán y te dice, vía telefónica, por qué decidió no mandar a su hijo a la escuela: “Porque el niño me va a contagiar y yo voy a terminar contagiando a toda mi familia”.
—¿No confías en las medidas sanitarias que ha implementado la SEP?
—No. Desgraciadamente, un tío que trabajaba en una oficina del gobierno, donde se cuidaban mucho del coronavirus, se murió en diciembre. El virus está en todas partes — te responde y luego te cuenta que, a la semana, gasta 80 pesos por el internet que usa su hijo para estudiar y eso la ha llevado a buscar otro empleo porque con su salario de vendedora no le alcanza.
—¿Y tu hijo es feliz sin ir a la escuela?
—No, pos no. Se ha vuelto muy callado.
—¿Y para el otro ciclo escolar lo mandarás a la escuela?
—Si para entonces estoy vacunada, sí. Es mucho riesgo. Mucho.
ledz