Desde temprana edad, Celia Martínez supo que su camino estaba en la enseñanza. Inspirada por varios familiares que también se dedicaron a la docencia, hoy acumula 22 años de experiencia como maestra de primaria.
Su sueño de infancia se convirtió en una carrera marcada por la dedicación, el compromiso y una profunda conexión con sus alumnos.
"Desde chiquita siempre tuve la intuición de querer ser maestra. Veía a mis tíos que eran maestros y me llamaba mucho la atención; entonces desde pequeña supe que quería serlo", compartió la docente, quien actualmente labora en el Colegio Manzanares, ubicado en la colonia del mismo nombre.
La primera letra, la primera lágrima
La maestra Celia ha tenido bajo su guía a miles de niños, principalmente en primer grado, donde juega un papel esencial en el proceso de alfabetización. Enseñar a leer y escribir, comenta, es una de las tareas más complejas, pero también una de las más gratificantes.
"Enseñarles a los niños a leer y escribir es lo más complicado realmente, sobre todo en primero", explicó.
Ha sido testigo de los nervios y las lágrimas del primer día de clases, pero también de los progresos que, con esfuerzo y paciencia, transforman a pequeños temerosos en alumnos capaces.
"Los chiquitos siempre tienen más dificultad en el aprendizaje, pero con los métodos que se trabajan y con el apoyo de los padres, se logra que los niños adquieran la escritura de manera correcta", dijo.
Hoy, muchos de sus exalumnos son profesionistas: arquitectos, contadores, enfermeros y hasta colegas en el magisterio. Celia recuerda con orgullo a una de sus exalumnas, quien se convirtió en maestra inspirada por su ejemplo.
"Hace poquito tuve la fortuna de encontrarme con una de ellas. Me decía que le gustaba el compromiso con el cual yo hacía mi trabajo, y eso fue lo que la inspiró a ser maestra".
Este miércoles 14 de mayo, su aula se llenó de detalles y cariño. Sus alumnos la sorprendieron con regalos como bolsas, tazas, termos y fragancias, agradeciéndole por cada día dedicado a su formación. Celia, con humildad y una sonrisa, sigue dejando huella, una letra a la vez, en cada generación que pasa por su salón.