Con el objetivo de preservar los procesos originales de la técnica alfarera y la elaboración de los colores, así como el provocar el aprecio del consumidor por la talavera y que ésta sea vista como un objeto de arte durable, en 1992 inició operaciones el taller de origen poblano Talavera Celia, que dio origen en 2012 al primer Museo Interactivo de la Talavera, el cual planea abrir la primera escuela técnica para artesanos a partir de julio del próximo año.
Germán Gutiérrez Camacho, director general del citado museo, cuenta que su próximo proyecto tiene como propósito que “los jóvenes aprendan este oficio para que nunca se pierda porque perder esto es como perder un animal en peligro de extinción porque así se encuentra la talavera. Entonces, la obligación de todos es mantener esta técnica”.
De profesión médico, don Germán narra que incursionó en el arte de la talavera a partir de que su hijo Germán le planteó la idea, luego de que su vástago intentara hacer una vajilla, tarea para la cual lo apoyó un artesano que le enseñó lo básico.
“Me dijo que solo se invertirían cinco mil pesos para montar el taller y desde entonces no hemos parado de seguir invirtiendo, solo espero que la siguiente generación ya empiece a ver las utilidades”, bromea.
Hijo de un padre obrero y una ama de casa, comenta que su desarrollo fue de mucha tenacidad y esfuerzo, donde fue pieza fundamental el impulso y respaldo que le brindó su hermano mayor, también médico, y a quien le dedicó la sala principal del museo: Doctor José Luis Gutiérrez Camacho, quien apoyó para que ocho de los diez hijos del matrimonio se forjaran como profesionistas.
Ahí se encuentran en exhibición cerca de 2 mil piezas, entre ellas una representación del recorrido gráfico que realizó William Blake de la Divina Comedia de Dante Alighieri.
“Está el recorrido de los miedos de Virgilio. Es la primera vez que se hace en talavera y fuimos nosotros quienes la realizamos. Son 19 cuadros. Ya estuvo en exhibición en el Archivo General del Estado”.
De igual forma, se encuentra una réplica de la Última Cena. “Es una composición de la obra de Leonardo Da Vinci. También está un demonio de dos caras, así como la fragmentación del hombre al subir al cielo, para lo cual empleamos las poses clásicas del mimo Marce Marceou. También hay un nacimiento para lo cual nos apoyamos en unos bocetos de (Sandro) Botticelli, de 1530 más o menos, que no volvió a utilizar. Nosotros lo acogimos por una razón, esta virgen tiene cara de una mujer que está sintiendo el dolor”.
Asimismo, están expuestas réplicas de jarras griegas de unos 300 años antes de Cristo (A.C.), jarras romanas de 200 años A.C., un juego de ajedrez donde las piezas representan la Batalla del 5 de Mayo, chinas poblanas, chinacos, huehues y las piezas tradicionales, tales como vajillas, tazas y tibores.
De igual forma, cuenta con una colección de 16 muñecos de bulto, que son reproducciones de las piezas que adornan la Casa de los Muñecos, además de otras que recrean los movimientos del mimo Marcel Marceou, así como un china poblana de dos metros de altura, “emblema de las innovaciones que hemos realizado”.
Presume que la China Poblana fue moldeada y pintada de manera artesanal con la combinación del estaño, pinturas minerales y el plomo, y que en el centro de su falda tiene pintada un águila como símbolo de la raza mexicana, así como colibríes, “con la cola alargada, algo que innovamos porque no existen. Las flores y el águila están diseñadas simulando a la chaquira y las lentejuelas”.
Don Germán manifiesta que con el taller intentan dejar su huella de autenticidad local y marcar la diferencia con el resto del mundo, a través de sus piezas y diseños originales, “cuidadoso proceso artesanal que es heredado de generación en generación desde el siglo XVI”.
Resalta que cada una de sus obras está hecha con la mejor materia prima, y sobre todo, con los elementos de identidad que se han aplicado en la fabricación de estos productos desde hace más de cuatro siglos en el estado, mismos que se muestran en el museo interactivo, donde el visitante puede conocer el proceso de manufactura y las posibilidades estéticas de las piezas.
Precisa que la talavera tiene solo siete tonalidades “u ocho por el blanco”, las permitidas por la norma que la regula: barniza amarfilado, que sería su color blanco; azul gordo o fuerte, azul claro, amarillo, café, naranja claro, verde y negro.
“Hemos tratado de innovar y una forma de hacerlo ha sido en la realización de esculturas y en el decorado”, acotó el artesano.
Reitera que la talavera de Puebla todavía está hecha de acuerdo con las ordenanzas que los artesanos hicieron en 1653, al ser la única que a nivel internacional conserva su origen artesanal. Señala que en aquellos años existían más de 50 talleres y en la actualidad suman entre siete u ocho, de ahí el peligro de que con el tiempo se extinga esta práctica al seguir sus bases originales.
Comenta que a lo largo de estos años, han realizado también publicaciones, entre ellas tres libros y un poemario.
Por lo que respecta al inmueble que alberga al museo, da a conocer que su fachada es única en la arquitectura civil en la ciudad de Puebla porque combina diferentes técnicas de diseño arquitectónico que integra: la talavera, el cristal y el arte decorativo barroco.
“Fue diseñado por el arquitecto Miguel Gutiérrez Herrera en 2011, teniendo como doble propósito mostrar al público las obras elaboradas en dicha casa y fundar la primera escuela de elaboración de talavera”.
En su diseño, se compone de dos salas, una dedicada a la fabricación de la talavera, y otra a la exhibición de piezas de uso y decorativas, entre ellas también 69 esculturas.
El horario de atención al público en general es de lunes a sábado de las 9 a las 16 horas y el museo se ubica en la calle Fresno número 97-A, colonia Arboledas de Guadalupe.
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