"¡Le llevas cinco al 16!", le alcanzó a gritar Raúl a un conductor de la ruta Azteca porque ya iba 'quemado'. Luego tomó su pluma de tinta roja para hacer varias anotaciones en una hoja blanca que ocupa para llevar sus registros.
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Todos los días llega a las 8 de la mañana para cumplir con su trabajo. Normalmente se va a las 4 de la tarde, pero como cualquier oficinista a veces cubre horas extra y se va hasta las 9 de la noche, aunque su escritorio son sus manos y su silla puede ser la banqueta, aunque la mayor parte del tiempo la pasa parado.
'Pipo', como lo conoce 'la banda', ha trabajado los últimos ocho años de su vida como checador del transporte público, un oficio honesto pero lleno de prejuicios ante la ignorancia de algunas personas.
"La verdad es que sí nos denigran mucho por estar en la calle, la verdad, pero está chido. De acá llevo el sustento a mi familia, de acá la comida, el estudio de mis hijos, tengo tres hijos y de acá sale para eso".
Una tabla, un reloj de mano, una mariconera y su celular son todas las herramientas que usa para su trabajo, que aunque pareciera sencillo, requiere de mucha coordinación y concentración para marcar los tiempos de cada unidad del transporte público, según lo establecido en el recorrido de cada una de ellas.
Casi siempre bajo los rayos del sol y algunas otras en pleno aguacero, 'Pipo' gestiona el paso del transporte público en la esquina de la 20 Oriente y la 12 Norte, frente al hospital de Cruz Roja en Puebla capital. Su objetivo es evitar que los conductores 'se quemen'.
"Digamos, a lo mejor los choferes llevan un cierto tiempo. Ahora ya manejan los micros por los GPS, entonces ya llevan un cierto tiempo. A lo mejor tienen un recorrido de dos horas y media, y pues tienen que cumplir ese recorrido, pero a veces hay tráfico, se queda atorado en el Centro o acá en esta parte y ahí es cuando se queman, cuando se van quedando, es eso".
Más allá de algunos comentarios despectivos o miradas de rechazo que le llega a hacer la gente, el trabajo le ha permitido a 'Pipo' ganarse la simpatía de los trabajadores y los estudiantes de la zona, o incluso de otros tantos que necesitan ayuda para llegar con bien a sus destinos.
"Ayudo a personas discapacitadas o de la tercera edad a tomar el autobús. Aquí ayudo a mucha gente, acá los morrillos que se quedan en la escuela, hay mucha gente invidente que viene del DIF y los ayudo a cruzar calles, los ayudo a subir micros porque a veces también los micros no los suben por lo mismo. Entonces trato de ayudarles en ese aspecto, personas de la tercera edad, algo chido ¿no?".
Raúl se siente orgulloso de su oficio y lejos de lo que puedan pensar de su trabajo, prefiere regalarle una sonrisa a quienes coinciden con él porque sabe que, en ocasiones, el vaivén de la ciudad puede ser estresante.
"Que nos vean chido, ¿no? Que vean que nosotros venimos a trabajar honradamente, que no le hacemos mal a nadie, más que simplemente dar los tiempos a las unidades de los micros, ¿no? Es lo único que hacemos acá".
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CHM