“¡No te duermas! ¡No cierres los ojos!”, suplica un migrante a su compañero malherido. Minutos antes, el camión en que viajaban, hacinados y temerosos, volcó en una carretera del sur de México, dejando un saldo de 53 muertos y decenas de heridos.
Esa escena es lo primero que vio y escuchó Sabina López, una de muchas vecinas de El Refugio -un barrio popular aledaño a la autopista- que corrieron tras escuchar el estruendo del tráiler que trasladaba clandestinamente a un centenar de indocumentados, en su mayoría centroamericanos.
“¡Acuérdate de lo que le prometiste a tu mamá! ¡Aguanta¡”, recuerda Sabina, que imploraba el hombre a su amigo malherido.
El panorama que halló la mujer fue desolador: decenas gritando de dolor, muchos atrapados en la caja destrozada del vehículo, otros inconscientes y algunos ilesos pero abrazándose, aterrados e incrédulos.
“Fue horrible escuchar los lamentos. Solo pensé en ayudar”, dijo López, de 18 años.
Poco después, la fiscalía confirmaba la magnitud del horror: 53 de ellos murieron en la colisión y otros tantos resultaron heridos. Ese reporte no precisó la nacionalidad de las víctimas, pero autoridades regionales refirieron que en su mayoría son guatemaltecos.
Muertos regados en la autopista
El fuerte sonido del choque alertó que algo grave había pasado y una vez en la carretera la sospecha quedó confirmada.
López explica que el tráiler se estrelló contra el muro de un puente peatonal y se volcó con tal violencia que la caja se partió por la mitad y el techo se desprendió.
“Llegaron los de Migración y nos dijeron que ayudáramos a recoger las mochilas porque ahí vienen documentos de identificación. Entonces las fuimos poniendo un lado, las fuimos apilando y ellos se las llevaron”, relata.
Ellos mismos asumieron el papel de rescatistas. Bajaron a los migrantes de la caja como pudieron. A los fallecidos los depositaron en hilera sobre el asfalto y luego los cubrieron con sábanas blancas.
“Había muchísima gente tirada, algunos ya estaban muertos. Ayudamos a los paramédicos en lo que pudimos con otros muchachos para auxiliar a los que todavía tenían signos vitales”, narra Isaías Díaz, quien llegó 15 minutos después del siniestro.
Otros vecinos de El Refugio afirman que el chófer y otra persona que venía con él estaban ensangrentados, pero se dieron a la fuga, casi arrastrando los pies.
El traslado de migrantes en camiones es uno de los métodos más habituales con el que traficantes de personas los internan en territorio mexicano, con el objetivo de llegar hasta la frontera norte del país e intentar cruzar hacia Estados Unidos.
“Llanto, dolor, desesperación”
Algunos, desesperados, llamaban a los servicios de emergencia. Otros se dedicaron a lo inevitable: comenzar a acomodar a los muertos.
“Vi a cinco, seis niños, heridos obviamente. Gente (que tenía) quebradas las piernas, las costillas, la cabeza, cortes en el cuello, de todo”, describe Díaz, impactado.
Minutos después, apareció una primera patrulla policial, cuyos agentes se limitaron a comentarles que harían llamadas para que llegara “lo más pronto posible” la ayuda de las ambulancias.
Los vecinos indicaron que a pocos kilómetros del lugar de la tragedia se ubica un retén de la policía municipal, por lo que les sorprende que el tráiler marchara a gran velocidad.
“Fue pésimo, la verdad. El llanto, el dolor, la desesperación. Se respira un ambiente muy feo”, añade Díaz.
Además de ayudarlos, algunos vecinos consolaron a los sobrevivientes, ofreciéndoles agua o sus teléfonos celulares para que se comunicaran con sus familias, atestiguó.
LP