María Paula Bautista tiene 74 años y todos los fines de semana, desde hace cuatro años, sale de su casa –por la que paga 200 pesos de renta–, sube una pendiente, camina lento cargando un canasto repleto de huevos rellenos de confeti para adentrarse en el centro de Real del Monte, que en las últimas semanas se ha visto golpeado por la falta de turismo debido a la restricción de salida de pobladores y llegada de turistas y visitantes por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 que provoca la enfermedad covid-19.
En su andar ofrece una bolsa con cinco huevos por 10 pesos, y así recorre la avenida Hidalgo que cruza al Pueblo Mágico y que ahora permanece callado, con poco movimiento y con el 95 por ciento de sus negocios cerrados.
“Cada ocho días salgo a vender mis huevitos que junto durante toda la semana”, dice Paula, quien sonríe y sus arrugas se profundizan, aunque no su entusiasmo por ser una mujer trabajadora que busca su sustento diario a pesar de la emergencia sanitaria que llama a las personas de la tercera edad, como ella, a mantenerse en resguardo en sus casas.
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“No me da miedo el coronavirus, yo digo que no es cierto y a la que le da miedo es a mi hija”, asegura Paula, mientras se sienta en un banco sobre la avenida Hidalgo para cubrirse un poco del sol.
Platica que desde pequeña ha visto la manera de sacar su dinero, cierra sus ojos y recuerda que hace una década atrás, cuando sus piernas le aguantaban más el paso, se iba al bosque para desprender el musgo que abrazaba las raíces de los pinos del lugar, “pero ahora ni agacharme puedo”, asegura, mientras se toca las rodillas, abre los ojos y regresa a su realidad.
“No hay gente, pero gracias a Dios, los vecinos me compran, es algo barato y saben que necesito el dinero para vivir”, dice, mientras esculca su pequeño morral de donde brotan una decena de bolsas de plástico que utiliza para guardar sus huevos, así como una más con un poco de uvas, que coloca en su boca para suavizar los estragos del calor.
María Paula Bautista explica que, en un buen fin de semana, logra obtener 400 pesos por la venta de sus huevos, pero ahora que hay pocos turistas y visitantes, recauda entre 200 a 250 pesos, mismos que utiliza para darle de comer a su familia, integrada por dos de sus hijos y una nieta.
“Ahorita mi hijo está en casa, tiene 30 años y a veces trabaja y a veces no. Él es albañil, pero ahorita no lo están requiriendo y mi hija, que sí trabaja siempre, se dedica a darle lo posible a mi nieta, pero alcanzamos a comer todos de aquí y mi hermano me ayuda con la luz, y muchas veces con la renta.
“Dios es grande y siempre nos da para comer y, aunque ahorita ande esto de la enfermedad, yo sé que me mantendré sana, porque debo de trabajar”, expresa, mientras su mirada se pierde en una calle vacía, donde solo un par de perros buscan alimento y hurgan algunas bolsas de basura que han dejado en aquella esquina.
Cada mes, Paula va a que la revise el médico, “porque me mantengo al tanto de mi salud”, pero su consulta la recorrieron hasta dentro de tres meses debido a que no desean que gente mayor se acerque a los hospitales para evitar el contagio del covid-19, “así que haré caso, pero me siento bien y nada más voy por chequeo general”, asegura.
“A mí no me pasa nada, mire, siempre he vivido aquí, en Real del Monte, y cuando tenía a mis hijos chiquitos me decían que me saliera de mi casa que porque se iba a hundir, jamás les hice caso y ¡mire! hasta ahora está en pie, así que ningún virus va a venir a cambiar mi vida”, expone, mientras se echa a la boca una última uva más para continuar su camino por el desolado Pueblo Mágico que permanece impávido ante la situación que enfrenta el país e Hidalgo por el covid-19.