Con poca información y mucho temor... la tercera dosis contra covid-19

Te vacunaste en Estados Unidos, volviste a México y al enterarte de que el biológico que recibiste perdía eficacia tomaste la decisión de acudir por una tercera dosis, esta vez de la farmaceútica AstraZeneca.

Continúa la estrategia de vacunación contra el coronavirus en México. (Cuartoscuro)
Editorial Milenio
Ciudad de México /

Todavía te encontrabas de visita en tu país cuando las autoridades sanitarias empezaron a vacunar a la población con una vacuna china que en aquel tiempo, febrero pasado, aún no validaba la OMS. En ese entonces, tu gobierno se jactaba de que en junio alcanzaría la famosa inmunidad de rebaño. Los problemas, sin embargo, aparecieron mucho antes de junio.

En abril, cuando ya habías regresado a México, que es donde resides, era tal el contagio en tu país que tu presidente insinuó que necesitarían una tercera dosis. Para mayo, algunos científicos informaron que tu vacuna perdía cierta efectividad a los seis meses y ahí fue cuando comenzaste a preocuparte: eres asmático. En junio, un conocido tuyo que tenía el esquema de vacunación completo terminó en la UTI por neumonía. Necesitabas hacer algo.

Llamaste a tus doctores y consultaste con otros que te han atendido en México. La recomendación fue unánime: meterte una tercera dosis.

Ansioso como eres, buscaste información en internet. Ningún estudio serio sugería combinar vacunas. Diste luego con un pequeño grupo en Facebook llamado Vacunados con diferentes vacunas Covid-19. Son casi 600 los miembros y hay quienes comparten sus experiencias:

“Hace tres meses me vacunaron con CanSino, pero la semana pasada me vacuné con Astra y todo bien”. “Mi esposo se vacunó por tercera vez en mayo y sólo le dolió la cabeza”. “Me vacuné con Sinovac en enero, la semana pasada me metí el refuerzo con Sinopharm y no he tenido ninguna reacción”. “Un conocido que está vacunado con CanSino sigue hospitalizado”.

A tu amiga M, una doctora en literatura, la vacunaron en México con CanSino, pero no piensa inyectarse una tercera dosis. “Primero porque es muy egoísta: mejor que vacunen a la gente que no ha alcanzado”, te dijo. “Y segundo, porque no hay estudios concluyentes sobre los efectos”.

Tú sabes que M va a pensar que eres un egoísta cuando lea que te registraste para que te vacunaran con la AstraZeneca.

Te vacunaron hace unas semanas. Recuerdas que en la entrada del Centro Médico Siglo XXI, sobre avenida Cuauhtémoc, te esperaba una colmena de mujeres y de hombres, vestidos con chalecos verdes, que mientras les pedían “comprensión de lectura”, les ordenaban llenar el formulario de vacunación. De lo contrario no podían entrar. Lo llenaste.

“¡Córrele, córrele”!, te ordenó uno de esos chalecos verdes y tú corriste hasta donde te recibió otro joven que buscó y rebuscó en tus documentos con la misma obsesión que buscó y rebuscó el último agente de migración que te recibió en abril, uno que casi no te deja entrar a México.

Al igual que a aquel agente, al tipo del chaleco verde le mostraste la credencial de residente y el acta de matrimonio donde aparece tu dirección. “Es que está viniendo mucha gente que no vive en la Cuauhtémoc”, se justificó y te ordenó que siguieras a las personas que iban corriendo.

Hasta donde te contó tu esposa, a ella nunca le ordenaron correr. Al contrario, todo era en cámara lenta. Contigo no. Contigo todo parecía estar grabado en ráfaga. Tanto que no supiste en qué momento te sentaste con seis personas más frente a una antipática enfermera, cuya primera información fue que les inyectarían la Astra Cínica, como le dice unos de tus amigos, enseguida de una instrucción: descubrirse el brazo izquierdo.

Mientras observabas que las otras seis personas establecían vínculos sin sustancia, la enfermera les ordenó que en el formulario de la vacunación escribieran la fecha y el número de lote de la vacuna, número que estaba garabateado en una hoja pegada a la pared. Todo lo grabaste y lo fotografiaste porque tú mismo dices que a tu generación el neoliberalismo le enseñó a grabar y a fotografiar todo. Selfie. “Antes de la tercera dosis”, quisiste escribir en el Instagram, pero te arrepentiste.

La AstraZeneca entró a tu hombro en un chasquido. La enfermera te entregó un pedazo de algodón que tiraste apenas te limpiaste la sangre. “¡Córranle, córranle”, les ordenó la antipática enfermera y ustedes, obvio, corrieron y corrieron hasta llegar a un auditorio donde los recibió otra enfermera con la mala noticia de guardar sus celulares.

“Pongan atención”, les dijo con un tono imperativo y les dio las instrucciones a seguir: nada de tragar aspirina, nada de ponerse calor en el brazo, nada de alcohol ni cigarro; tomar más de dos litros de agua y un gramo de paracetamol cada ocho horas.

Después vino un médico que se limitó a colocar su celular en el micrófono. Una robótica voz les dijo que se acababan de vacunar y todas las personas en el auditorio se rieron, incluso quienes ya habían observado y escuchado más de una vez la deplorable situación.

Cuando terminó el médico de reproducir la grabación, regresó la enfermera de tono imperativo. Les dijo que no se confiaran, que la gente joven es la que ahora está en las unidades de cuidados intensivos, que las comorbilidades son el combustible para el covid-19.

La enfermera siguió su discurso con esa voz de mando:

“La diabetes se puede prevenir, por eso no coman mugres. Hay que cuidarse. Tomen conciencia del cuerpo que les dio su madre al nacer. ¿Cómo los verán hoy ellas con estos cuerpos que tienen?”

No supiste si estabas en misa o en un jardín de niños, sobre todo cuando la enfermera les ordenó que no chuparan la hoja de vacunación, que la dividieran por la mitad con las manos, que la cortaran poco a poco y que, si no podían, le pidieran ayuda a la persona de al lado.

Al final, la enfermera les advirtió: “Y ya saben, el que no haga caso, nos vemos en el hospital”.

Saliste de la vacunación sin bailar reguetón y sin confiarle a nadie que era tu tercera dosis. Esa noche, como cuando te vacunaste por segunda vez, te dolieron el brazo, la cabeza, los codos y las rodillas. Veinticuatro horas después, alistaste tus vacaciones. Podrías moverlas si se cruzan con tu cuarta dosis.

FS

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