Construyen la última morada para dar paso a una mejor vida en Tampico

El oficio de fosero en los cementerios municipales es una labor que se ha heredado de generación en generación

Construyen la última morada para dar paso a una mejor vida en Tampico.
José Hernández Palma
Tampico /

Tal vez uno de los trabajos menos demandantes puede ser el de los foseros, hombres dedicados a preparar las tumbas donde descansarán los restos de las personas fallecidas en los cementerios. 

Lino y Pascual Hernández Gea son hermanos y ambos se dedican a estas labores, oficio que aprendieron de su padre desde muy pequeños cuando acudían al cementerio municipal de Tampico ubicado en la avenida Hidalgo. 

En el caso de Lino nos cuenta que tiene más de 50 años de experiencia y que desde los seis empezó a acompañar a su papá a este lugar y a los 14 ya sabía cómo hacer las fosas para recibir los ataúdes que llegaran. 

Explica que el trabajo se trata de esperar a que los familiares de la persona fallecida pidan se realice el servicio, que se genere una orden de trabajo para alistar la fosa y en caso que la tumba tenga monumento este se debe retirar con cuidado procurando no dañarlo, se abre la fosa, se escarba, se mueven los restos si es que existen y se meten en una bolsa para después depositarlos en el ataúd del familiar que ocupará el lugar. 

Lino, quien además funge como líder del sindicato de trabajadores de los cementerios, agencias funerarias y talleres de fabricación de monumentos y similares de Tampico, nos dice que respecto al miedo, sí existe, pero en realidad es muy poco y aprovecha para contarnos lo que para él es la única experiencia en este sentido. 

“En Colinas de San Gerardo, estaba escarbando para hacer una fosa, allá cuando se comenzó el cementerio íbamos y escarbábamos para tener fosas de reserva, para cuando falleciera alguien ya nomás sepultar rápido. Toca la casualidad que estaba escarbando, casi terminando volteo para arriba y veo a un señor que me dice, ¿Cómo está?, ¿Ya mero? Era una persona que traía un perro negro, me dijo yo aquí ando vigilando, pero nunca lo había visto y no lo volví a ver”, cuenta.

Expresa que el cementerio municipal de la avenida Hidalgo durante los más de 50 años que ha trabajado en ese lugar ha cambiado muchísimo, antes había suficiente espacio, ahora solo quedan disponibles aquellos espacios que traspasan los familiares que vienen y se llevan los restos de sus seres queridos y deciden vender los lotes. 

Ubica perfectamente las tumbas de algunos personajes como la de Serapio Venegas, Isauro Alfaro y la de José Calderón Torres, mejor conocido como “Pepito el terrestre”

“Hay una hilera de placas, son puros chinos, cuentan que esos cuando hubo una plaza de toros las gradas se vinieron abajo, se derrumbó y se mataron todos esos chinos, son como 10 tumbas”, al tiempo de señalar su ubicación muy cerca de la entrada al camposanto. 

Reconoce que son pocas las personas nuevas que buscan trabajar ahí, siendo normalmente familiares los que se dedican al trabajo de foseros. 

Dijo que cuando uno muere llega el hijo, los sobrinos o los tíos y como ya están tan acostumbrados no hay temor y muy pocas veces llega alguien nuevo. 

Por último Don Lino quien desde muy temprano reparte las órdenes de trabajo a sus compañeros, manifiesta que es un trabajo sin muchas eventualidades, salvo aquellas ocasiones en que las medidas de los ataúdes son más grandes y tiene que hacer adecuaciones en la fosa para poder sepultar. 

Cementerios, espacios para brujería y fetiches 

Pascual, por su parte, nos comenta que llegó a trabajar como fosero a los cementerios debido a que se le escaseó el trabajo como albañil y decidió laborar por unos meses, que a la fecha se han convertido en 12 años. 

En torno al tema de la muerte dice ya es algo normal, pero está consciente que el día de mañana pueden ser ellos los que lleguen a descansar eternamente al cementerio. 

Platica que le ha tocado la mala fortuna de abrir una fosa para enterrar a familiares directos, de momento se hacen los fuertes, pero al final es algo que les pega anímicamente. 

“Primero como que te acongojas, pero ya después te vas acostumbrando, también cuando ves llorar te da para abajo, pero después tienes que hacerte fuerte”, apunta. 

Respecto a su trabajo, Pascual Hernández Gea, acepta que se siente mal cuando tiene que sacar los huesos de los cuerpos de quienes están en las fosas, aunque sabe bien que es en lo que uno acaba, al final es lo que debe hacer. Pero siempre haciendo su labor respetuosamente hacia los fieles difuntos y familias.

yc

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