Trabajar a puerta cerrada es a lo que se han visto orillados muchos negocios, que al no ser giros esenciales han sido obligados a dejar de operar durante la contingencia por covid-19.
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A esto ha recurrido Blanca, dueña de una planchaduría que emplea a dos mujeres, una de ellas madre soltera de tres hijos para quien el ingreso que percibe en este establecimiento es indispensable. Al inicio de la emergencia sanitaria, Blanca cerró y les dio despensa a sus trabajadoras, pero la situación se volvió insostenible tanto para ellas como para su familia.
Ella y su esposo participaron para acceder al crédito del Plan de Protección al Empleo y al Ingreso de las Personas pero no lo obtuvieron, así que laborar en la clandestinidad se convirtió en su única opción para mantenerse a flote.
"Lo que nos pide el gobierno es que nos quedemos en casa pero para algunas personas nos es imposible porque la necesidad nos hace venir a trabajar", comentó.
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WhatsApp es el medio en el que difunden entre sus clientes que siguen ofreciendo sus servicios, así que personas como Marco, que requieren dejar sus prendas impecables y sin arrugas, acuerdan una hora con Blanca y pasan a dejar su ropa.
"Uno como ciudadano creo que puede aportar su granito de arena, si uno está en posibilidad de ayudar a los pequeños negocios creo que es aportar de esa manera", expresó.
Por el momento, la planchaduria de Blanca es una esperanza para tres familias jaliscienses.