Con la llegada del coronavirus a México, las personas y las empresas tuvieron que adaptarse a las nuevas medidas de seguridad para continuar evitando la propagación del virus, y con ello tuvieron que redireccionar sus presupuestos ya que los gastos que tienen que cubrir por la contingencia sanitaria ni siquiera se tenían contemplados.
Marina Ramírez y Gabriela Ramírez coinciden en el apellido paterno sin tener ningún lazo familiar y en que ambas han destinado en los últimos diez meses casi un 35 por ciento de sus ingresos para adquirir productos que les proteja de un posible contagio del SARS-CoV-2.
La primera labora en un bachillerato y desde la declaratoria de pandemia en dos ocasiones ha tenido que acudir a su centro laboral; el resto de sus obligaciones las ha cubierto desde su hogar de forma virtual, por lo que poco o nada se ha visto expuesta.
Pese a ello, explica que además de la adquisición de cubrebocas para ella y su hija, guantes y caretas, incrementó la adquisición de líquidos desinfectantes cuyas especificaciones marcan que eliminan al virus causante del covid-19, por lo que sus precios son más altos que el resto, y detergentes, pues aclara que poco emplea el gel antibacterial.
“El gel nos lastima las manos por el alcohol que contiene cada garrafa del (líquido) sanitizante (sic) nos ha costado un promedio de 200 a 400 pesos cada una”, precisa.
Por lo que respecta a los cubrebocas, da a conocer que compró un paquete que le costó casi mil pesos.
“Lo adquirí por Internet y lo escogí porque además de las tres capas de tela tenía una malla de cobre, he adquirido como cuatro o cinco kits porque los he distribuido entre mis familiares”.
Indica que sus gastos se dispararon porque apoya a su hermana menor en el abasto de insumos y equipo de protección, pues ella labora en una clínica del IMSS.
Cuenta que a pesar de que su familiar cumple labores administrativas, el acudir a su área de trabajo provocó que el año pasado adquiriera el virus, del cual, por fortuna, sanó.
Así que cada 15 días adquiere líquidos desinfectantes que le entrega a su hermana para que los emplee antes de salir del nosocomio, en el automóvil que conduce y antes de ingresar al domicilio de su madre.
Además de que le proporciona un apoyo económico para la compra de guantes y caretas.
En tanto, Gabriela, madre de tres hijos, narra que se decantó por cubrebocas de tela, “porque duran más”.
En su caso, adquiere detergentes, cloro y líquido desinfectante de las marcas comerciales, como el Pinol, porque el gel antibacterial se lo proporcionan en su trabajo. Ella es empleada en una empresa proveedora de la industria automotriz.
“También nos han dado cubrebocas, pero no les confío porque están muy delgados, y también nos dieron goggles, los lentes de seguridad, y una careta. Los debemos de portar siempre porque si no, nos sancionan”.
Expresa que al principio de la contingencia sanitaria buscó conseguir los desinfectantes reconocidos como el Lyson, pero al dispararse el precio, descartó la idea y se decantó por los limpiadores multiusos.
Dice que por la dinámica de la factoría poco ha podido estar en resguardo en su domicilio, por lo que sí siente temor de que en algún momento pueda dar positivo de contagio, especialmente porque debe de emplear dos rutas de transporte para llegar a su centro de trabajo.
“Nuestros ingresos son bajos y no puedo moverme en taxis o Uber. Ya bastante tengo con estar comprando jabón de más porque todos los días tengo que lavar. Nos les permito a mis hijos usar la ropa más de dos días porque pueden contagiarse y yo menos porque aunque no vienen todos los del turno, finalmente sí estamos varios”.
Por último, ambas evitaron señalar cuándo es lo que gastan a la semana, quincena o mes por estas compras, pero calcularon que un 35 por ciento de lo que ellas llamaron gasto familiar.
mpl