La casa se transformó "todo en uno": en la oficina, la escuela, el escritorio, el restaurante, la playa, el gym, la iglesia y hasta el bar. El shopping a Laredo incluido también…
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Es la reclusión de una gran parte de los habitantes de Nuevo León en tiempos de coronavirus desde hace un mes y medio.
El maletín o la mochila de trabajo cambiaron de lugar sin salir de casa. La oficina se convirtió en la mesa del comedor; la computadora olvidada fue desempolvada con las aplicaciones más actuales y el wifi inalámbrico...
Es ahora la escuela de ellos y de nosotros. El estudiante de la secundaria No. 50 "Prof. José Vasconcelos" toma las asesorías para el examen de ingreso a preparatoria de la UANL en su teléfono celular, tras adaptar la aplicación MS Teams para poder tomar la clase desde el lunes pasado.
Allí mismo concluyeron las clases de inglés y el spelling bee (deletreo de palabras) de los sábados. El Toefl aún no se asoma y se desconoce para cuándo se presente.
Las abdominales, las "lagartijas", sentadillas y hasta el trote emergieron como nunca en cuatro paredes y un poco en el patio, sin instructor o bici para el cardio, que, por cierto, ni falta hicieron.
Los rezos, las oraciones, los cánticos, el Padre Nuestro, las misas dominicales con el arzobispo y hasta el recorrido de los siete templos en Semana Santa se hizo sin movernos, comprimidos en casa.
La playa, la alberca, los camarones, las cheves, que ya volaron de las tiendas, fueron saboreados de otra forma este año con "aderezo" a cuarentena. No hubo vacaciones de Semana Santa.
Las compras a McAllen y el recorrido a los malls se hizo sin visa, pero sin dar un paso hacia afuera de casa, bendita casa.
En ellas también arreciaron las recetas de cocinas de mamá y/o esposas para ser transformadas en restaurantes, con la tensión generada por el mismo encierro, almuerzo, comida y cena sin cesar. Benditas mamás, benditas esposas.
Son las clases con los maestros que se experimentan encerrados en los hogares de millones de familias del área metropolitana de Monterrey, que no lo fueron más en la escuela, que ni parecieron serlo.
Afuera de ellas, la sana distancia en usuarios del transporte, en las estaciones del Metro y Ecovia brilla por su ausencia, muchos sin tapabocas.
Miguel Alemán y Américas, Guadalupe. Una ama de casa sale temerosa del HEB Linda Vista con el carrito del super cubriéndose la cabeza, con tapabocas y guantes... No es doctora, pero parece.
Al llegar a su automóvil, extiende una toalla desinfectante y un bote con una solución de cloro. No es experta en sanitización, pero tiene la finta.
Empieza a limpiar uno por uno los artículos y abarrotes que compró antes de trasladarlos a su vehículo. Antes ya había desinfectado el carrito del super y hasta la tarjeta de crédito, no usa efectivo ni el cajero automático para evitar el contagio del covid-19.
Avenida Constitución, frente a Cemex. Una mujer "espulga" a su esposo en la parada del transporte ante la ausencia de miradas, mientras esperan a que llegue el camión, el 214. El chofer y algunas parejas son los pasajeros.
Amado Nervo y Aramberri, pleno corazón del centro de Monterrey. Una Alameda siempre abarrotada de gente, luce desierta, solo algunos traen tapabocas, esperando el camión. Todos ellos contagiados por el otro “virus”, el del celular.