La apuesta vuelve a la vida en NL... con cubrebocas

El pasado 3 de septiembre, el Gobierno de Nuevo León autorizó que diferentes negocios como cines y casinos, pudieran abrir sus puertas al 30 por ciento de su capacidad.

Las máquinas son sanitizadas cada que un nuevo cliente la utilizará. Foto: Raúl Palacios
Eduardo Mendieta Sánchez
Monterrey /

Por afuera es una réplica del Palacio de Gobierno de Nuevo León, pero por dentro no está el gobernador Jaime Rodríguez, sino una treintena de clientes jugando a las maquinitas…

Se parece al histórico edificio ubicado en la Macroplaza, pero no lo es, en realidad es un casino, el Gran Palacio, establecido sobre la avenida Morones Prieto, en el municipio de Guadalupe, donde la apuesta vuelve a la vida, ahora con cubrebocas, similar al “oxígeno” de arranque de otras 33 salas autorizadas legalmente en Nuevo León que echaron andar la jugada con los protocolos de higiene y sanitización en tiempos del covid-19.

Son las 12:00 horas del domingo, cae una pertinaz lluvia y ya lucen 26 vehículos en el estacionamiento de la casa de apuestas. Parece que no hay pandemia, pero sí restricciones más allá del gel antibacterial.

Una cámara contabilizadora de clientes fue instalada en el acceso principal como “ojo” para que la casa de apuestas sólo pueda ingresar al 30 por ciento establecido, no más.

Dos esculturas de leones gigantes, un colosal candil y tres impecables carrozas clásicas reciben al reportero antes que las 700 máquinas de bingo, sport book y juego en vivo, aunque solo 200 están activadas, es decir, un 30 por ciento, como lo fijó la Secretaría de Salud en esta nueva etapa de reactivación económica.

Hay por lo menos 30 clientes a esa hora, la mayor parte jóvenes o adultos jóvenes, los adultos mayores brillan por su ausencia, ya que está prohibida su entrada.

Dos jugadores, uno de ellos con apariencia asiática y vestido con atuendo negro y otro en jeans y playera blanca “torturan” sus respectivas máquinas, no pueden estar juntos, ya que en automático las que se ubican a sus costados se bloquean y no pueden jugar, por protocolo de salud.

Dentro de la sala, los colores son elementales: Si las maquinitas son utilizadas por los clientes, al insertar la tarjeta de juego emerge el azul, como señal de que está habilitada para jugar.

Cuando el cliente se retira, se enciende un color amarillo, indicación de que el equipo debe ser sanitizado y volver a la jugada, y las de color rojo son deshabilitadas o bloqueadas para su uso, por cuestión sanitaria.

Para usar una de las maquinitas en color amarillo, un joven llega a limpiarla con una solución a base de cloro para que el reportero simule usarla, ya desconoce cómo hacerlo, pero para comprobar que la limpie. Desaparece el color por uno azul. Lista para la jugada.

Otro cliente pide una mampara de acrílico al personal y lo instala entre dos máquinas, donde se genera una división entre jugadores para cumplir con la sana distancia.

Al entrar al baño, sólo cuatro de los 11 lavabos están funcionando, para evitar el menor contacto posible entre clientes.

“Tenemos un mejor sistema de higiene y limpieza superior a los casinos de Las Vegas, contamos con todas las medidas necesarias que fijó la Secretaría de Salud y más; nuestros empleados tienen uniforme de seguridad, careta y cubrebocas en los dos turnos”, informó Óscar Villaseñor, gerente de la sala.

La industria de casinos genera en Nuevo León unos 10 mil empleos directos y 25 mil empleos indirectos; existen por lo menos unas seis mil 500 máquinas instaladas en las 34 salas autorizadas y Nuevo León se ubica en el tercer lugar a nivel nacional de la industria.

En los casi seis meses del cierre de las salas de apuestas, el gobierno de Nuevo León le ha significado dejar de recaudar por el impuesto a los casinos unos 500 millones de pesos.

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