Nallely Luna permaneció acostada este domingo, con los ojos irritados y cansados de tanto llorar y con la colcha encima para evitar que la luz del sol tocara su rostro, quería espacio, quería detener el tiempo porque la noche del sábado su papá no logró vencer al covid-19.
El cielo de este domingo, en Pachuca, también expuso sus tristes grises, llovió mientras el centro histórico de la Bella Airosa se movía, como si la enfermedad hubiese desaparecido de la noche a la mañana.
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"Venimos de la Ciudad de México, queríamos aire, respirar otros lugares porque ya no soportamos el encierro", indicó Carla Morales, quien después de un recorrido por el Turibus, decidió caminar por las calles de la Bella Airosa, mientras trabajadores de restaurantes se asomaban para invitarles "lo mejor de la cocina hidalguense", con el fin de que hubiesen clientes, tras golpeados tres meses de haberse quedado sin trabajo.
"Andamos todos con ganas de trabajar, ganar clientes y conservar nuestro trabajo, porque a pesar de que hay mucha gente caminando en las calles, pocos entran a consumir", indicó Rodrigo Valle, quien trabaja en un reconocido restaurante del centro histórico.
"¡Pásele, contamos con seguridad sanitaria y sobre todo, excelente comida!", exponía otro joven, que con delantal a la cintura, lograba declamar en orden el menú del día para atraer a clientes.
Niñas, niños y jóvenes también fueron parte de los visitantes que tuvo este día el centro histórico, donde la gente no recordó tomar su sana distancia mientras pedía un helado, o se alineaba para entrar a los cajeros, menos al momento de caminar.
"Por más que hemos solicitado que se mantengan en casa, la gente no entiende y no podemos explicarles a cada uno lo que está pasando con la enfermedad, muchos ni creen", confesó un oficial de la policía municipal que movilizó el tránsito de las calles circundantes de la Plaza Independencia, que lució con cientos de visitantes y turistas este domingo.
No lejos de ahí, en la colonia Morelos, decenas de familias se reunieron a medio día para ver un partido de fútbol rápido femenil, las porras para ambos equipos fueron férreos, aunque muchos sin cubrebocas ni sana distancia, mientras que algunas personas pasaban por el lugar en su camino hacia el mercado.
"No podemos dejar de salir porque es el día que tenemos para comprar la comida, si no, ya iniciando la semana es más complicado salir", expuso María Domínguez.
El ir y venir de la gente, el murmullo del movimiento de la ciudad, la música del mercado dominical despertó de su sueño a Nallely, quien en su dolor olvidó comer toda la mañana, olvidó la edad que tenía, quedaban marcados en su mente los soyosos de su madre, su mirada perdida ante una noticia que no esperaban que pronto llegará.
"Era el hombre más sonriente, con sus bromas lograba calmar cualquier situación de estrés de la familia, era trabajador, el mejor padre, el mejor esposo que no dejó de mostrarle cariño a mi mamá ningún día de su vida.
"Ayer fue el día más triste de mi vida, el día en que el covid-19 terminó con la vida de un gran ser humano y sí, muchos no creen que existe, que es una mentira, como en algún momento también lo creí, pero ahora sé que es real y no, no quiero salir a la calle, porque mi dolor es profundo y el miedo de que alguien más de la familia contraiga la enfermedad", dijo, hundida en su colcha gris, que le cubrió su cara y continuó llorando la pérdida de su papá, Rodolfo Paredes.