Y pese a todo, las calles se llenaron de una marea morada, verde y rosa... porque el miedo a ser asesinadas pudo más que un virus, porque la pandemia hizo crecer las cifras de denuncias de violencia, pero esos números tienen nombres, y son historias que merecen ser contadas. Porque el covid paró todo hace un año y encerró a las mujeres en uno de los lugares más inseguros para ellas: su propia casa.
La citas para la marcha fueron a las 13:00 y a las 16:00 horas en el mismo lugar donde hace un año hicieron historia: el Monumento a la Revolución, que se convirtió en el primer lugar en el que los muros y las vallas que habían sido puestos por las autoridades fueron derribados por colectivos de mujeres cansadas de no salir a la calle sin miedo.
"Se buscan personas aliadas, luchonas, feministas y todas en contra del patriarcado", fue la consigna que con la misma entonación sustituyó el audio del fierro viejo que todos en esta ciudad conocemos.
"Que tiemblen los machistas, que América Latina será toda feminista"
Al mismo tiempo, las frases que desde hace un año han acompañado a las mujeres retumbaron de nuevo, mientras avanzaban hacia avenida Juárez, recordando a cada paso firme que en este mundo la violencia también es una pandemia que ha terminado con miles de vidas, y que en este país la impunidad es un nudo en la garganta con el que ya no se puede vivir más.
A su paso por las calles del Centro Histórico, algunos grupos de mujeres cargaron con sus propias herramientas, porque si ellas no han tenido protección, entonces los monumentos "tampoco lo merecen" aseguran.
Hacia las 16:00 horas, los disturbios y enfrentamientos aparecieron en la plancha del Zócalo y en algunos momentos, elementos del grupo Ateneas casi pierden sus escudos.
Después de varios intentos, las manifestantes lograron lo que en Palacio Nacional creyeron imposible: derribar las vallas que lo cubrían.
Distintos grupos se concentraron a lo largo y ancho del Zócalo, pero al borde de Palacio Nacional los enfrentamientos con policías no pararon al menos hasta después de las 19:00 horas.
Al instante en que una parte de la valla fue derribada, policías les impidieron el paso y comenzaron a lanzar gases, y petardos.
La tensión se hizo presente por numerosos momentos, pero el ánimo de grupos radicales jamás cesó; con escudos y vallas ya derribadas repelieron las agresiones.
Grupo Marabunta, por su parte, estuvo en todo momento asegurándose de la integridad de las manifestantes.
Buena parte del primer cuadro capitalino se llenó de un espeso gas verde que calaba en los ojos, un gas que las policías lanzaban detrás del muro, protegiendo el palacio desde el que el Presidente consignó unas horas antes, que no habría represión.
Sin embargo, al darle la espalda a Palacio Nacional, el panorama era totalmente distinto, ahí estaba la otra parte de la manifestación:
Mujeres bailaban, cantaban, exponían orgullosas sus carteles y escribían nombres de víctimas de feminicidios y transfeminicidios en los casi nulos espacios que quedaban en las vallas.
Así, había entonces dos realidades que convergían en un mismo espacio. Por un lado hubo quienes prefirieron descargar su enojo, miedo e impotencia en los muros que las autoridades creyeron impenetrables con martillos, palos y herramientas; y por el otro, quienes eligieron bailar, cantar y demostrar que pese a tanto dolor, están de pie, tirando el patriarcado "que tanto daño nos ha hecho".
Este año una consigna se hizo escuchar a lo largo de toda la plancha: "Un violador no será gobernador" refiriéndose a la candidatura de Félix Salgado Macedonio por la gubernatura de Guerrero y que en las últimas semanas ha sido una constante petición por parte de las mujeres para que sea revocada.
Este año no salieron a las calles tantas mujeres madres y abuelas como las hubo en el histórico 2020, tan sólo días antes de que el covid cambiara todo, eso es verdad, pero ahí estuvieron en su lugar miles de jóvenes exigiendo la justicia y dignidad con la que todas las mujeres y mujeres trans merecen vivir.
Este año se enfrentaron a un enorme muro que, pese a todo lo que pudiera representar, fue un lienzo en blanco al que al final le faltó espacio para honrar a cada niña, madre e hija cuya ausencia ha dejado un hueco irreemplazable en su familia y una herida que se hace más grande cuando un gobierno responde con impunidad.
En el recuento de los daños, han transcurrido 365 días aún más difíciles para las mujeres en los que el covid sólo empeoró su situación y las hizo más vulnerables; y a pesar de todo el miedo del mundo, aquí estuvieron, exigiendo que se les proteja como a esos monumentos porque después de todo, ¿No sería lo menos que merecen?