Enfermeros en la primera línea de batalla

Tiempo de héroes

Crisis por covid-19. Verónica y Jorge trabajan en hospitales del Seguro Social y no se arredran ante el avance del virus.

Jorge afirma que su profesión es dura, pero no se rendirá. (Especial)
Melissa Del Pozo
Ciudad de México /

Hace cinco días Verónica se despidió de su hija de 11 años sin saber por cuánto tiempo no se verán, pero con la confianza de que lo hará cuando termine la alerta por esta pandemia que, dice, es la peor que ha vivido en sus 25 años de carrera como enfermera en el hospital Gabriel Mancera, del Instituto Mexicano del Seguro Social.

Verónica trabaja en el turno nocturno de la Unidad Médica Familiar 28, donde hasta ahora se han detectado al menos siete casos de coronavirus.

“Al principio no nos dijeron qué ocurría, no hubo protocolos, nos fuimos enterando en las noticias y fue cuando decidí que mi hija debía quedarse con mi mamá y yo tenía que estar lejos de ellas para no contagiarlas”.

Desde que Verónica fue madre, supo que antes que cualquier paciente estaría y está su hija; la ha criado sola, en un departamento modesto que está lejos de su zona de trabajo, pero que puede costear para también pagar la escuela de la pequeña, los gastos de la casa, transporte y alimentos de ambas.

“Es muy comprensiva, nunca se ha quejado de nada, siempre busca darme tranquilidad y amor, no ha sido una niña caprichosa, entiende que mi trabajo es muy duro y que si me tardo o estoy cansada en días es porque paso todas las noches atendiendo enfermos”.

La jornada de Vero empieza a las ocho de la noche y “tendría que terminar 12 horas después, pero nunca pasa”. Hace más de un año que apenas llega a casa para acompañar a su pequeña a la escuela y cuando no lo logra su hija se va sola en el microbús.

“Me angustia mucho, pero trato de estar en contacto desde que despierta, le digo que se haga el lunch, que coja la ropa limpia y que cierre bien la casa”, cuenta Verónica.

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Jorge es un apasionado de las batallas. Desde que tenía cinco años, es amante de la lucha libre. Las otras batallas las pelea él en el Hospital General de Zona #27 donde trabaja desde hace siete años en el área de Medicina Interna. Tiene 25 años y aunque no tiene hijos, como Verónica, está preocupado por su familia, su abuela en particular, de 66 años e hipertensa, quien es su ejemplo a seguir, pues toda su vida fue enfermera.

“La noticia se conocía desde hace tiempo, pero alerta para nosotros resultó hace más de una semana y cuando empezaron a llegar los pacientes, fue a tiempo, pero no con las medidas necesarias”, explica Jorge.

Cuenta que en el hospital ha “visto de todo —pacientes baleados y navajeados—, pero ahora miles llegan con tos o fiebre, sin la mínima idea de que puedan tener coronavirus.

“He perdido el miedo, pero cuando llego a casa reparo en todo a lo que estoy expuesto y pienso que puedo contagiar a mi familia y eso te da miedo”.

Y es que en la unidad de Jorge el miedo tiene fundamentos. Desde hace tres años que 15 por ciento de su salario lo destina a comprar material para sus compañeros, pacientes y él. “Además de que hay poco personal no hay baumanómetros para checar la presión, tampoco jeringas, pañales, no tenemos guantes ni cubrebocas; en ocasiones ni siquiera hay agua para lavarnos las manos, algo que es fundamental, pero ya ni hablamos de medicinas”.

Frente ello Jorge dice que no claudicará, como los luchadores en el ring y aunque la máscara esté por romperse, seguirá en espera de la satisfacción que le ofrece el agradecimiento de un paciente.

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