Organizaciones civiles que procuran el trato digno de los animales son muchas, pero pocas en específico velan por el bienestar de los caballos: es el caso de Cuacolandia, un santuario donde los equinos tienen la oportunidad de vivir con dignidad.
El proyecto surgió en la entidad de la mano de Elena Larrea, quien en entrevista para MILENIO Puebla se declara a sí misma como una activista en defensa de los derechos de los animales, aunque reconoce que el amor hacia los caballos es especial por la pureza que hay en su interior.
“No hay nada más profundo que la mirada de un caballo. Los caballos son las ventanas hacia tu propia alma, esa nobleza que tienen no la tiene ningún otro animal”, señala.
Cuacolandia se ubica en Haras Ciudad Ecológica y es el primero de su tipo en Puebla. Recibe desde ejemplares con pasado en las calandrias, como carretoneros, así como partícipes de carreras clandestinas o como medio de transporte y carga, quienes en su mayoría, recibieron maltrato por parte de sus dueños originales, pero en este recinto ahora reciben cuidados, protección, cariño y son tratados con dignidad.
“Somos un santuario con casi 100 caballos rescatados en diferentes circunstancias de maltrato y abandono. Tenemos caballos carretoneros del Estado de México y de las calandrias de Acapulco; algunos de la Policía Montada jubilados, tenemos caballos abandonados en las calles”, señala.
De acuerdo con Elena Larrea, la mayoría de los caballos superan los 18 años de edad, sin embargo, hay algunos como El Abuelo que superan el promedio, es decir, 29 años, así como El Covid, el único potro que hasta el momento ha nacido en Cuacolandia, con apenas dos meses de edad pero que se ha ganado el cariño de todos los cuidadores por su gran carisma.
Por desgracia, la mayoría de los equinos en este santuario llegan en situaciones deplorables, víctimas de maltrato, de desnutrición, cansados de servir a quienes se comprometieron a cuidarlos y en el camino, se olvidaron siquiera de respetarlos, por lo que el espacio se convierte en un refugio.
“Cuando se logran decomisar o cuando alguien los entrega es porque ya no les sirve; a los caballos de las carreras les inyectan cocaína, clembuterol. La mayoría los hemos recibido en mal estado, un 30 por ciento con desnutrición severa y heridas evidentes, un 10 por ciento en situación alarmante y solo un 10 por ciento en buenas condiciones”.
Por tal situación, Elena Larrea hace un llamado a la sociedad para que sea consciente en el cuidado de los animales que adopta, ya que para ella, los caballos han acompañado a la humanidad en diferentes pasajes de su historia, tanto como medio de transporte, hasta para emplearlo en la guerra, incluso, en la cultura y las artes.
“Necesitamos empezarlos a tratar como seres sintientes, que es lo que son, que sienten placer, que sienten dolor, sueñan. Debemos dejarlos de ver como objeto y si los vas a tener como objeto, mínimo tenerles respeto y darles una buena vida, y si los vas a explotar, mínimo dales de comer”, explicó Elena Larrea.
A Cuacolandia llegaron caballos rescatados de Ecatepec, Estado de México, como “Jarochito” y “Limón”, que aunque aún se muestran temerosos por el maltrato que sufrieron de jóvenes, poco a poco vuelven a confiar en quienes intentan darles una vida digna.
Sin embargo, la activista reconoce que sostener un inmueble como éste resulta un trabajo complejo por todos los gastos que implica, principalmente, la alimentación, aunque para cuidados médicos cuentan con el respaldo de la médico veterinaria Vivián Pérez. En ese sentido, comentó que buscan producir su propio forraje para reducir gastos, pues la venta o la adopción de ejemplares tampoco es opción; incluso, el espacio podría albergar hasta 300 caballos.
“No los utilizamos para nada, simplemente llegan a un lugar para tener una vida digna después de haber servido al humano bajo condiciones deplorables toda su vida, simplemente darles un momento de paz, un respiro”, comenta la activista.
Aunque Cuacolandia se sostiene del propio bolsillo de sus integrantes y de las donaciones que recibe, los cuidadores esperan con ansías que la pandemia se controle para arrancar con otras actividades, las cuales permitirán un mejor panorama económico; no obstante, no bajarán los brazos hasta que el tiempo se los permita, porque el amor a los caballos sigue y seguirá presente.
“No cuesta nada ser bondadoso con un ser más inferior que tú; (ojalá) la gente fuera más compasiva con todos los animales. Están aquí con nosotros, no para nosotros”, afirmó.
Cabe recordar que el pasado 5 de mayo, Cuacolandia recibió a 42 caballos que tiraban como calandrias en Acapulco, Guerrero, los cuales padecían desnutrición y presentaban heridas; actualmente, las especies se mantienen en recuperación con cuidados óptimos.
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