Mamás regias, un ejemplo de amor y esfuerzo

Verónica López, Yessica Aparicio y Tereza Moya no se conocen, pero tienen algo en común: son madres que día a día luchan por sacar adelante a sus hijos, su mayor motivación en la vida.

Madres regias, ejemplo de amor y lucha. Foto: Especial.
Francisco Zúñiga, Miranda Arias y Pedro Delgado
Monterrey /

Cada historia sobre ser mamá es diferente, pero no hay duda en que el amor que ellas dedican a los hijos e hijas es único porque nace del esfuerzo y voluntad de ofrecerles lo mejor a lo largo de la vida. 

Es por ello que en el Día de las Madres te presentamos tres historias sobre mujeres que luchan cada día por darles a sus hijos no solo una buena calidad de vida, sino inspirarlos como personas.

Verónica López, oficial de Tránsito y mamá

Combinar su trabajo y la labor de ser madre, además de un reto, ha sido una bendición para Verónica Guadalupe López García, debido al reconocimiento, pero sobre todo al amor de sus hijos.

El interés por portar un uniforme que la acreditara para servir a la gente hizo que la joven de 35 años siguiera el proceso para pertenecer a las filas de Tránsito de Monterrey, donde finalmente logró ingresar a la corporación, pero, las dudas sobre cómo sería su vida con en ese entonces dos hijos pequeños, no pasaron desapercibidas.

Desde su infancia y hasta ahora, ver a su madre en uniforme hace sentir orgullosos a sus cuatro hijos, quienes han comprendido el difícil trabajo de su madre, para incluso, apoyar con las labores del hogar y para el cuidado de los más pequeños.

Sin embargo, la familia también se ha tenido que adaptar a situaciones complicadas de su trabajo.

Pero todo se recompensa cuando el deber lo permite, para revisar sus tareas y, sobre todo, para convivir en familia.

En su trabajo, Verónica entiende a las mamás trabajadoras en las que en más de una ocasión se ha visto reflejada.

“Que ella sane por completo, mi mayor deseo”: Yessica, madre de menor con cáncer

“Iba a cumplir 10 años y pues fue muy difícil porque primero nos decían que no había esperanzas…”

Dicen que no hay cosa que una madre no haría por sus hijos y esto lo sabe bien Yessica Aparicio, de 28 años, quien cada mes viaja de Tamaulipas a Monterrey con su hijo de apenas 20 días de nacido, su hija de 2 años y con Elenita para que esta última reciba el tratamiento que requiere: sus quimioterapias.

Y recordó que hace un año le dieron la peor noticia de su vida.

“No sabían qué era lo que realmente tenía, nos decían muchos diagnósticos. Al último nos dijeron que era una histiocitosis, pero muy avanzada, nos decían que iba a durar 4 meses nada más”.

El miedo comenzó a apoderarse de ella, sin embargo, y pese al fatal diagnóstico, decidió viajar a Monterrey donde le dieron una esperanza de vida.

“Ya cuando llegamos aquí a Nuevo León, el doctor nos dijo que sí valía la pena luchar y nos dio otra esperanza, otro diagnóstico que ya fue diferente y nos dice que la niña ya va muy bien, ella va a sus consultas y el doctor la felicita porque la ve muy bien”.

Embarazada y con una pequeña de 2 años viaja desde el estado vecino y se aloja en la asociación civil Manitas Pintando Arcoíris, pues su estancia puede ir desde tres a cinco días y no tiene familia que la pueda apoyar en Nuevo León.

“Es muy pesado, son 5 horas de camino, nos tenemos que venir un día antes porque la citan muy temprano y no alcanzamos a llegar. Sí ha sido difícil pensar que de repente hay que dejarlo allá (a su bebé) o que no lo podemos traer porque a lo mejor ella se queda internada, pero gracias a Dios ha estado bien”.

Los momentos que ha vivido, dijo, no se los desea a nadie, pues no hay mayor dolor para una madre que ver sufrir a sus pequeños.

“Nosotros tenemos la esperanza de que va a llegar el día que va a ser sana. Que ella sanara por completo, ese sería el mejor deseo”.

Yessica este día de las madres no quiere flores, ni serenatas, mucho menos un regalo costoso, pues su único deseo es que la pequeña Elena pueda vencer el cáncer.

Teresa Moya, madre de tiempo completo

Tereza Moya es una madre de tiempo completo, porque su hija Verito siempre será una niña.

Hace 35 años le dijeron que la pequeña viviría a lo mucho 3 meses, pero la alimentó con amor y aquí sigue con ella.

“Ella es todo para mí, yo vivo solo para ella. Es una niña de amor, ella vive de amor porque de hecho es de lo que los niños especiales viven. Para mí pues es mi tesoro, es mi vida entera”, dijo.

Verónica fue una bebé prematura, nació con 6 meses de gestación, pero a los cinco días de estar en el hospital sufrió una meningitis.

“A partir de ahí, fue puro malas noticias, estuvo tres meses internada, pero empezó a evolucionar y todo ya fue para bien y pues aquí está”, dijo.

Tereza de Jesús Moya Tamez es originaria de Cadereyta. Fue su amor de madre, soltera, lo que le ayudó a enfrentar todas las dificultades para criar a su hija, venir a Monterrey a terapias, y sacarla adelante.

“Estos niños dependen totalmente de uno. Uno tiene que darles de comer, todo tiene que dárselos uno, entonces ellos te necesitan de todo, para todo te necesitan. A un niño normal tú le das la comida y él come, si yo no le doy de comer ella no come”, dijo.

Su hermana Zoila Genoveva cuidaba a la niña para que ella trabajara, y cuando la pequeña requirió más cuidados, Tereza se dedicó a vender ropa, hasta que ya no pudo trabajar. Fue su hermana, igual que lo habían hecho sus padres, quien le dio todo el apoyo.

“Cuando ella estaba más pequeña, mi hermana me la cuidaba para que yo trabajara. Luego cuando yo ya no podía trabajar porque ella me necesitaba más, yo empecé a vender ropa y así fue como nosotras fuimos para poder seguir adelante”, dijo.

Antes tenía una pensión del gobierno federal, pero se la quitaron, y era mucha ayuda.

“Luego, cuando iba a entrar el señor López Obrador estábamos muy contentas porque iba a aumentar la pensión, pero sorpresa: nos la quitaron porque ya los niños mayores de 28 años ya no, entonces eso sí, o sea, nos ayudaba bastante”, dijo.

Verito es una niña feliz. Le gusta la música ranchera, que la carguen y la abracen. Siempre tiene una sonrisa para los demás, especialmente para su madre. Y es el centro del amor familiar.

“Mis papás, mi familia, todos me apoyaron. Mi hermana es mi apoyo principal porque ella es la que siempre ha sabido de nosotros. De hecho, ella tiene dos trabajos, ella trabaja en la mañana en una escuela y en la tarde en una empresa porque hay que comprar medicamentos, pañales, todo”, dijo.

Hace 35 años le dijeron que no viviría más que tres meses, pero la medicina nada tiene que hacer ante el poder curativo de una madre. Verito es la prueba.


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