Desde la distancia se vislumbra la entrada del Panteón Municipal de Pachuca, esa bella obra arquitectónica que data desde el Porfiriato se erige para recibir a quienes lamentablemente pierden la vida.
El reflejo de la muerte se percibe en el silencio, la baja afluencia de personas, algo que no debería ser extraño en un cementerio, pero lo es si se trata de el cierre de octubre y el inicio de noviembre.
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Ahora tal vez es difícil imaginar que apenas hace un año las guitarras, tambores, trompetas; pláticas, risas, conversaciones, lamentos, alegrías, hacían eco en el camposanto; Día de Muertos, Xantolo, Día de todos los Santos; el nombre varía pero la intención es la misma, celebrar a los amigos y familiares que como se dice coloquialmente, "se adelantaron en el camino".
La pandemia y la contigencia sanitaria generada por el covid-19 cambió esa realidad, hoy las inmediaciones del Panteón Municipal de la Bella Airosa se mantienen como un día cualquiera, no hay festejos, no hay aglomeraciones fuertes en la sede de descanso de los difuntos, predomina el silencio, ese eco sepulcral que parece recordar lo vacío de la muerte en lugar de la alegría que suele provocar la fecha en México, en Hidalgo y en Pachuca.
Los desfiles de personas que ascienden poco a poco entre las tumbas para llegar con sus seres queridos y regalarles un día en su compañía se ausentan en el cementerio; las largas filas para comprar las tradicionales flores de cempasúchil, incluso el aroma de esta flor tan tradicional se pierde debido al cubreboca que todos se ven obligados a usar.
Las personas son reemplazadas por autos que acuden a comprar esta flor para llevarlas a casa y colocarlas en las ofrendas, pues este año los difuntos deberán priorizar llegar a sus hogares ya que los vivos no pueden acompañarlos en sus recintos de descanso eterno.
La entrada del camposanto se erige imponente en el único acceso para las personas que llegan a pie, pero no se respira una celebración a través del cubrebocas, se percibe tristeza, frustración, soledad; este año, sin importar que sea primero o dos de noviembre, la sede permanece silenciosa, añorando las celebraciones que albergaba en años anteriores, preguntándose si está situación prevalecerá más tiempo; si más personas serán sus inquilinos debido a este padecimiento respiratorio; si el silencio sepulcral será constante y se impondrá a las melodías que hacían que el Día de Muertos celebrará la vida de quienes ya fallecieron y no su ausencia, como este 2020 que simplemente resuena el eco de la muerte.