Es un día especial, un día de dar gracias por el trabajo, por la fuerza que aún existe en sus brazos, aquella que fue forjada entre varillas, clavos y mezcla de cemento, aquella que sirvió de mucho para construir desde un pequeño cuarto hasta grandes edificios.
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Es un día de trabajo; en cada obra se coloca una cruz, aquella que se ha convertido en un símbolo protector para los trabajadores de la pala y la cuchara, a quienes les brinda un sentimiento de seguridad y protección en su trabajo que muchas ocasiones es peligroso y demandante.
Hoy la jornada es corta hay que festejar. En el recinto, el acomodo de mesas y sillas ha iniciado mientras el grupo norteño los Líricos de Peterete, que llegó procedente de Lomas del Real, de Altamira, Tamaulipas, coloca sus instrumentos al frente de la pista.
Son las 11:00 horas, los invitados están llegando, todos buscan la mejor mesa para sentarse al lado de sus amigos y compañeros de obra, pero también buscan la procedencia del olor de carnitas de cerdo y chicharrón que les hace despertar el apetito.
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Los albañiles ya están en sus mesas, esperan con ansias al mesero quien reparte las bebidas amargas y refrescantes para apaciguar la calor.
En la mesa de entrada conversan , J. Concepción Ramírez de 78 años de edad y Félix quien tiene 69, son amigos de antaño y a pesar de estar jubilados no olvidan todo lo que la albañilería les dio.
“La mera neta la necesidad me obligó a conocer este trabajo desde muy chamaco, pues había que darle atención a la familia con lo que me ganaba aquí. La satisfacción más grande que me dio este hermoso trabajo fue que pude construir mi casa con mis propias manos. Hice mi casa bien cimentada, yo solo”, dice Concepción mientras da un trago de cerveza.
A su derecha está Félix, quien posa sus manos en la mesa las cuales muestran el trabajo y el pasar de los años.
“Yo tengo 40 años de albañil, llegué aquí a Tampico nada más de paseo pero me invitaron a trabajar. Yo iba para México porque allá había estado trabajando siete años, y me tocó suerte de quedarme aquí a trabajar. A pesar de que tengo mi pensión mis hijos me dicen que por qué me voy a trabajar si ya estoy bien, pero la verdad es que es un trabajo que no puedo dejar. Lo que bien se aprende nunca se olvida”.
La comida llega a la mesa de los festejados, primero las tortillas y la salsa, después los crujientes chicharrones y enseguida el plato fuerte, las carnitas estilo Michoacán.
Los Líricos de Peterete, bajo los acordes del acordeón y bajosexto, amenizan la fiesta con música norteña del pasadomientras, Maurilio, otro trabajador, se anima a cantar y se pone de acuerdo con los músicos para saber en qué tono va a sonar.
Las horas han pasado y es hora de regresar a casa, allá donde las familias esperan con gusto a estos personajes que con sus propias manos han labrado obras para no olvidar.