A sus 69 años, Andrés Castro Amaya, no es un estudiante común. Su maletín rebosa de cuadernos, plumas y lápices, objetos que son testigos de su lucha por cumplir su sueño de ser maestro de historia. Actualmente asiste a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), donde su pasión por la historia brilla con fuerza.
"Me decidí por la historia porque siempre me ha apasionado. Desde pequeño, sentía emoción cuando los maestros me explicaban los grandes hechos de la historia, las mitologías de diferentes países, las batallas, los líderes, los grandes conquistadores, los grandes descubrimientos científicos, desde la prehistoria hasta lo más reciente", agregó.
"Todo esto me apasionaba, y leer sobre estas grandes personas me hacía sentir parte de esas historias. Ahora que ya tengo tiempo, decidí continuar con esa pasión. La lectura siempre ha captado mi atención y es lo que me motivó a entrar a la licenciatura", mencionó.
Nacido en un pequeño rancho en Tamaulipas, Castro Amaya fue enviado a Monterrey a temprana edad para estudiar, un privilegio que sus padres nunca tuvieron. A pesar de las circunstancias, logró completar su educación primaria, secundaria y preparatoria.
"El estudio siempre ha sido muy importante para mí porque mis padres eran analfabetos, nunca tuvieron ni primaria ni secundaria. Aprendieron ya siendo adultos por campañas de alfabetización, por lo que siempre fue vital para ellos darles a sus hijos la oportunidad de estudiar. Desde un ranchito en el que vivíamos en el estado de Tamaulipas, nos mandaron con un familiar a Monterrey para estudiar desde la primaria hasta la preparatoria", agregó.
Su camino hacia la educación superior se vio interrumpido cuando se casó a una edad temprana y se dedicó a trabajar y a su familia. Sin embargo, su deseo de terminar una carrera universitaria nunca se apagó.
Al jubilarse, se inscribió en el programa 'Unimayores' de la UANL, que reavivó su deseo de estudiar. Con el apoyo de sus compañeros de estudio y maestros, Castro Amaya ha podido superar el desafío de la tecnología, pasando de los pizarrones de gis a los electrónicos y aplicaciones de smartphones.
"Me casé muy joven, y también joven empecé a trabajar y a tener familia, pero a pesar de eso, quise continuar mis estudios. Sin embargo, mi trabajo era de turnos, y esto bloqueó mi carrera de estudiante, dándole prioridad al trabajo y a la familia. Siempre me quedó el deseo de terminar una carrera universitaria".
"Al pensionarme, entré a un programa "Unimayores" de la UANL, que fue la plataforma donde mi deseo por estudiar volvió a renacer con más fuerza. Viendo a compañeros en el diplomado que habían sido profesionistas, doctores, enfermeras, ingenieros, y personas que solo tenían secundaria, me motivó".
"En el diplomado que cursé, nos enseñaron cómo manejar todo esto. Con la pandemia, tuvimos que llevar algunas clases de forma virtual, y fue un proceso de acierto y error. A veces contamos con la ayuda de nuestros hijos, pero ellos tienen sus vidas y sus trabajos, así que muchas veces tuvimos que depender de nosotros mismos, apoyándonos entre compañeros para explicarnos cómo funcionaban las cosas", agregó don Andrés.
Ahora, en esta etapa de su vida, Castro Amaya se siente revitalizado y motivado por su amor por el conocimiento y su deseo de compartirlo con otros.
"Gracias a la ayuda de mis compañeros jóvenes y a mis maestros, que explican muy bien, creo que voy a salir adelante. En el diplomado, fui elegido para dar el mensaje de despedida de mi generación, lo cual me motivó mucho. También he participado en el taller de lectura de la capilla Alfonsina durante dos años, y me ha ido muy bien".
"Convivir con compañeros jóvenes y también de mi generación, con quienes existe una empatía al querer satisfacer esas metas y aspiraciones que todos tenemos, me hace sentir muy a gusto. Nace en mí ese deseo de aprender más. Creo que, al final de cuentas, uno de los sentimientos más profundos que tenemos en la vida es el anhelo de conocimiento. Entre más aprendo y sé de más cosas, incluso de los jóvenes, me siento más vitalizado, complementado y con el deseo de ser mejor", mencionó.
Aunque los estudiantes más jóvenes interactúan mucho con él debido a la diferencia de edad, Castro Amaya continúa esforzándose por integrarse y aprender de ellos. En el futuro, espera llevar adelante su sueño de convertirse en maestro, llevando consigo todas las experiencias y el conocimiento que ha adquirido en su camino.
"Aunque los jóvenes no convivan mucho conmigo porque guardan el respeto al señor Andrés, me trato de integrar a ellos, acercarme, preguntarles, saludarlos todos los días que entro y poco a poco creo que ellos me van teniendo más confianza, olvidando la diferencia de edades. Cada día me integro más hablando con todos".
"Me gustaría ser maestro para transmitir a los niños ese deseo por la historia", añadió.
"Ya vencí el temor que tenía. Tengo un gran respeto por los maestros, porque también me han apoyado. Les digo a todos que sigan sus sueños, metas, ilusiones y aspiraciones. Cuídense, van a salir adelante, siempre habrá alguien que los ayude", agregó don Andrés.