Sobre el cruce de las calles José Elías Piña y Miguel Ángel, de la colonia Volantín, camina una persona de baja estatura; ataviado con sombrero, camisa blanca manga larga, pantalón vaquero y botines bien lustrados.
De su hombro cuelga un estuche en cuyo interior transporta a su fiel compañero: el violín. Nasario Hernández, vino a Tampico hace más de una década procedente de la sierra de Veracruz, llegó para endulzar la vida a quienes gustan escuchar el huapango.
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Detiene su paso frente a la primera casa donde inicia la calle, saca el viejo violín de su estuche, lo echa al hombro y afina, empieza a tocar “Tampico Hermoso”. A pesar de que nadie salió para si quiera ofrecer un vaso de agua, el hombre de 60 años sigue su camino con la misma actitud, sin perder el ánimo.
Las notas musicales del huapango “El Guajolote” muestra la alegría del hombre del violín, quien regala la melodía en una segunda casa y, a pesar de que en esta ocasión sale un hombre y una mujer, solo fue para mostrar desinterés.
El ánimo de Nasario no cae, sigue caminando por la acera sin perder su esencia, su amor por el oficio que le ha enseñado a abrirse camino por la vida.
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Con su acento huasteco, el músico afirma que aprendió a tocar el instrumento gracias a sus antepasados. “Yo toco el violín desde chamaco allá en mi tierra, en la sierra de Veracruz, hace muchos años; mis padres hacían lo mismo”, dice el hombre con una sonrisa sin igual.
En su camino, Ana María, una hermosa mujer blanca de cabellos color oro, baja de su automóvil para apreciar y premiar el esfuerzo del violinista con una sonrisa y económicamente; Nasario le sonríe, y con “Serenata Huasteca”, la envuelve en un sin fin de emociones porque el hombre huasteco se mete en cada nota, su entrega es total, vuela en su imaginación cuál ave viajera.
Entre el aplauso de la emocionada mujer, Nasario habla sobre su vida.
Proveniente de la sierra de Veracruz, recorre arterias de Tampico para amenizar momentos
“Aquí en las calles a veces me dan algo, a veces no; yo tocaba en el centro de Tampico pero tuve que venir a las colonias. Antes tocaba en un negocio hace como 10 años pero se vino la pandemia y dejé de trabajar dos años. Ahora mi yerno me trajo a Tampico para tocar en el día de todos los santos, pero ya me volví a quedar aquí”.
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Recorre las calles todos los días pero dice que salió del centro de Tampico porque con tanto ruido la música solo llega a unos cuantos. “Me vine a las colonias, en el centro hay mucho ruido y aquí la gente puede escuchar mejor, pero, a veces la gente da, otras no, pero ni modo, hay que seguir trabajando”.
El músico huasteco está feliz e ilusionado porque alguien detuvo su camino y escuchó con atención las melodías, tomó en cuenta a ese artista que regala su melodía dando ejemplos de humildad, nobleza y regala melodías y sonrisas a través de su En el marco del 113 Aniversario de la Revolución compañero: su violín.
VLSS