Llama dueña de miscelánea a no olvidar los pequeños negocios

Doña María Elizabeth Márquez, propietaria de la miscelánea “Los Ángeles” lanza un llamado a la población para que compre en los pequeños establecimientos.

Doña María Elizabeth Márquez, propietaria de la Miscelánea Los Ángeles. (Andrés Lobato)
Doña María Elizabeth Márquez, propietaria de la Miscelánea Los Ángeles. (Andrés Lobato)
Rafael González
Puebla /

Desde hace 13 años, Doña María Elizabeth Márquez es propietaria de la miscelánea “Los Ángeles”, ubicada en la colonia González Ortega. Recuerda que inició como un mini súper y entonces estaba localizado frente al Centro Escolar Morelos (CEM), pero los constantes robos y la inseguridad de la zona la orillaron a trasladarlo al local que ocupa actualmente.

Asegura que tiene menos de una semana que su negocio lo volvió a abrir ya que por la combinación de una operación que le realizaron y la contingencia sanitaria lo tuvo que cerrar por más de seis meses.

Ahora con tristeza y desesperanza está considerando seriamente en dejar de operar pues explica que adeuda tres meses de renta, sus anaqueles están vacíos y los clientes que le daban vida a la tienda, los integrantes del Sindicato de Maestros, tienen meses sin laborar en sus oficinas.

Por ello, lanza un llamado a la población para que compre en los pequeños establecimientos.

“Le suplico a la gente que tome en cuenta a los pequeños comerciantes porque uno va sobreviviendo con muchos sacrificios a través de las ‘ventecitas’ que uno hace a través de los vecinos”.

Remarca que por eso decidió ponerle a su tienda dicho nombre, “porque siempre he dicho que cada cliente es un ángel que nos trae lo del pan del día”.

Informa que adeuda 7 mil 500 pesos de renta y que tiene solo este mes para cubrirla. “Le supliqué al dueño que me diera oportunidad”. Reporta que para resurtirse tuvo que pedir prestado y a pesar de ello sus anaqueles están vacíos.

“Mire no tengo nada y me buscan el producto. Aquí he dado mi llorada de tristeza al ver de qué, uno quiere y necesita resurtirse, tener el producto para que el cliente no se vaya con las manos vacías o a la tienda grande. Ese es el dolor del comerciante en pequeño, que vamos tronándonos los dedos”.

Cuenta que su esposo es sastre de oficio y que para cuidarla en su rehabilitación por la cirugía, y también por el confinamiento establecido, decidió fabricar cubrebocas, mismos que salió a vender a la calle y en los cruceros.

“A buscar al cliente, aunque sea de uno, de dos, de seis pesitos, de cinco pesitos”.

Lamenta que también la maquila esté caída y que los costos de los materiales para la fabricación de los cubrebocas se hayan disparado.

“Cuando comenzó lo del coronavirus el material estaba a 39 (pesos) el metro. Ahorita vaya a verlo, está a 68 el metro y no hay”.

Marca que por esta situación determinaron dejar de producir estos implementos en polipropileno, que es el material que utiliza en sector salud de 30 gramos, “sino que buscamos el de tela y eso es lo que nos está rescatando a no morirnos de hambre y surtir aquí tantito”.

Narra que debía la adquisición de una vitrina y la persona que se las vendió les condonó parte de la deuda. “Mil pesos y el resto se lo pagamos con cubrebocas”.

Destaca que ningún proveedor le ha brindado facilidades y la gente le regatea los precios de sus cubrebocas.

Detalla que su esposo tiene 70 años de edad y es hipertenso. Él, junto con su hija de 22 años, quien está concluyendo la Licenciatura en Inglés, se ha encargado de promocionar y vender los cubrebocas.

“Siento que él ya está cansado de la vista y eso sí me duele. Es por eso que lucho por mi tiendita porque si por mí fuera ya no trabajara”.

Añade: “Soy hipertensa y tengo problemas cardiacos, por eso me decía mi familia que mejor cerrara. Acabo de abrir y me está constando resurtirme y no hay venta. Aquí se depende del SNTE y todavía no está trabajando. Dicen que probablemente empezarán labores el próximo mes, pero no formales, esporádicas y si no se irán hasta enero por la contingencia”.

mpl

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