Los Picapiedra que “sacan el alma” del cascajo tras horas de arduas jornadas

Crónica

“Los Jaliscos de San Miguel Toto” quebrantan toneladas de concreto a mazazos y cinceladas buscando residuos de fierro.

La jornada empezará después de que el café humeante se acompañe con “algo” que haga peso en el estómago. | Sergio Sánchez-Hidalgo
Sergio Sánchez-Hidalgo
Toluca /

El reloj marca las 06:00 horas, amanece y el astro rey empieza a calentar con sus primeros rayos, la jornada empezará después de que el café humeante se acompañe con “algo” que haga peso en el estómago, para que los hermanos Estrada, mejor conocidos como “Los Jaliscos de San Miguel Toto”, se dispongan a quebrantar el concreto a base de mazazos y cinceladas, para “sacarle el alma”, es decir, extraer la varilla de las casi 500 toneladas de escombro que pican y rompen en el transcurso de una semana.

Como resultado, logran juntar hasta mil 500 kilogramos del fierro bendito que les permitirá un ingreso bien ganado, que va de 140 a 160 pesos diarios por persona, en jornadas de 12 horas.

Estos auténticos picapiedra no solamente se dedican a este durísimo oficio en los alrededores de las minas de arena y grava, en diversos lugares donde está permitido tirar el escombro, también pulverizan y demuelen todo el cascajo que llega de diferentes partes del Valle de Toluca.

De familia.

Minería en la sangre.

Existen muchas familias dedicadas a esta actividad en la región de las minas que están entre Metepec y Calimaya, muchas son anónimas y viven alejadas de las ciudades, ajenas a la incertidumbre de pandemias y otras lindezas de la modernidad y de las políticas de protección e higiene.

Además de este sudoroso trabajo, “Los Jaliscos” nos platican -conforme van avanzando en la demolición de castillos, trabes y lozas- que no solamente trabajan y viven de ello, sino que también son demoledores de casas y edificios, los contratan para tal ocasión y saben de jardinería, plomería y un oficio que nunca se acaba: el de sepultureros; exhuman e inhuman en predios funerarios, preparan las fosas y las tapian.

Así estos hombres y no pocas mujeres laboran separando los plásticos y materiales de desecho, como muebles de baño viejos, lozas, mosaicos, mampostería y tubos de PVC, pet´s, botes de aluminio, vidrio, cobre, acrílico y toda clase de plásticos. “No somos pepenadores”, -nos dicen con cierto orgullo-, “No separamos basura ni cosas orgánicas o desperdicios de comida y otros desechos pestilentes”.

Llega el mediodía y al parecer es hora de un tentempié o almuerzo para aguantar la difícil tarea de romper las duras lozas e ir separando y juntando el preciado metal. Ya por la tarde han acumulado lo suficiente como para pensar en dejar el resto para cuando la luz les permita seguir con su labor.

Sin embargo, ellos saben que esta es la oportunidad que la vida y sus circunstancias los han llevado a realizar por ellos mismos, sin complejos y sin tapujos de ninguna especie, se aferran a su realidad y se encargan de ello como cualquier otro oficio o trabajo, con las ganas que da el verse con una ocupación que les permite el sustento de todos los días.

Son seres que todos los días sudan su frente, con la voluntad allegarse diariamente un lugar digno, seleccionando lo que las ciudades desechan y que para ellos es una oportunidad de trabajo, porque han hecho de ello su medio de vida con sus familias.

KVS

LAS MÁS VISTAS