Elvira Madrid: “La acupuntura y los chiles rellenos son mis antídotos contra las injusticias”

Entrevista

La presidenta de Brigada Callejera, asociación que ayuda a trabajadoras sexuales, se define como una guerrera que no puede quedarse cruzada de brazos ante los atropellos contra las mujeres en un mundo que es cada vez más inhumano.

“No tengo hijos porque vi cómo los utilizan para controlar a las mujeres”. (Especial)
Paola Betancourt
Ciudad de México /

Las caminatas, los masajes terapéuticos y la acupuntura hacen que Elvira Madrid (Ciudad de México, 1967) se olvide por unos instantes de la injusticia, la impunidad y la miseria en que viven muchas mujeres, situaciones que ella conoce perfectamente.

Egresada de la Facultad de de Ciencias Políticas de la UNAM, la presidenta de la asociación civil Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez —integrada por trabajadoras sexuales, sobrevivientes de trata, así como de migrantes— se autodefine como una guerrera que no puede quedarse de brazos cruzados ante las injusticias que hay en el mundo que cada vez es más inhumano.

Disfruta comer chiles rellenos de queso y actualmente trabaja en un libro-manual para activistas defensores del trabajo sexual, además de que espera contar pronto con nuevas instalaciones para un centro comunitario, pues el actual está a punto de colapsar tras el 19-S.

¿Cómo comenzaste a involucrarte con las trabajadoras sexuales?

Entré porque Francisco Gómez Jara, quien escribió el libro Sociología de la prostitución, nos invitó a hacer una investigación en La Merced. Ahí vi cómo se llevaban en camionetas a las trabajadoras sexuales detenidas durante 15 días; sus hijos vivían en hoteles y los corrían porque sus madres no llegaban; se quedaban dormidos en la calle esperando a que las amigas de sus mamás les dieran un taco; también vi cómo la policía de Cuauhtémoc y Venustiano Carranza las extorsionaban.

En ese entonces había una tarjeta de control sanitario que nos costó mucha lucha retirarla porque la utilizaban para extorsionarlas. Por eso le dijimos al maestro: “Está muy bien la investigación, pero qué vamos a hacer para cambiar lo que pasa, y llevamos 30 años con Brigada Callejera luchando por el respeto hacia el trabajo sexual.

¿Cómo fue tu infancia?

Crecí con mi mamá, mi papá y mis siete hermanos. Mi papá era chofer y mi mamá vendía Avon y ropa. Fuimos muy felices porque mis papás ayudaban a los que menos tenían. Viví en una colonia muy pobre en Azcapotzalco, donde despojaron a todos y fuimos la única familia que luchó para que no nos corrieran sin nada. Desde entonces entendí que había que luchar contra las injusticias, porque habían destinado muchos recursos para expropiar los terrenos, pero todo se lo robaron.

Mis padres siempre me inculcaron valores como el respeto, la solidaridad y el amor hacia las demás personas. Desde pequeña, como vivía en una colonia en donde había mucha droga y alcohol, tenía claro que no me quería casar ni con un borracho ni con un drogadicto, y que quería salir de ese entorno.

¿Qué es de tu vida sentimental?

Tengo 30 años casada y no tengo hijos porque vi cómo los utilizaban para controlar a las mujeres. Cuando llegué a La Merced con las trabajadoras sexuales aprendí más que nunca de la vida. Muchas de ellas eran forzadas por sus padrotes o parejas, quienes las amenazaban con los hijos. De hecho, ayudamos a muchas a recuperarlos, y ante el mismo DIF, las acusaban de ejercer la prostitución cuando ellos las metieron. Además, como metimos a la cárcel a muchos padrotes, madrotas y policías, no quería que se desquitaran con mis hijos, por eso decidí no tener.

¿Estás leyendo algún libro ahora?

Más bien estamos haciendo uno sobre violencia en el mundo del trabajo con mujeres migrantes. Desde que nos intentaron matar a mi pareja y a mí, por meter a un padrote al reclusorio, tratamos de plasmar todas las experiencias para que algún día alguien pueda utilizarlo como manual y que no empiecen de cero.

Tu trabajo ha puesto tu vida en riesgo, ¿qué te hace persistir?

La injusticia. A partir de la lucha, de denunciar y de no quedarnos calladas, eso ayudó a cambiar la situación de las trabajadoras sexuales. Organizándose es posible luchar contra el estado proxeneta. Ahorita hay un problema fuerte en San Cristóbal de las Casas, Chiapas: un hombre cobraba 300 pesos a las trabajadoras sexuales a cambio de no golpearlas.

Estamos en 2019 y siguen pasando esas cosas, me indignan esas situaciones, pues por ser trabajadoras sexuales no toman en cuenta sus derechos y nadie habla de la violencia que sufren.

¿Cuáles son tus mayores logros y fracasos?

Uno de los más importantes fue en 2013, cuando se dictó una sentencia a nuestro favor por las violaciones que hubo a los derechos humanos de 95 trabajadoras sexuales, la juez dijo que el gobierno fracasó porque no daba alternativas para la educación, la salud, la vivienda y para tener un trabajo remunerado.

Respecto a los fracasos, vienen cuando matan o desaparecen a alguna trabajadora sexual que denunció una agresión. Eso para mí es muy fuerte porque defender tu trabajo cuesta la vida.

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