Son las 9 de la mañana. Toño quita los candados y recorre las rejas que protegen su negocio, luego levanta la pesada cortina de hierro y abre la puerta.
Cada día al llegar se prepara para atender a la clientela, aunque primero limpia, enciende los equipos y dispone todo para que el día y la jornada marchen de la mejor manera posible y poder brindar así una atención de primer nivel a quienes visiten su establecimiento.
En marzo del año pasado se quedó sin empleo. De buenas a primeras, en su trabajo determinaron que sus servicios ya no eran necesarios y le despidieron y, como no le querían dar lo que por ley le correspondía, decidió demandar.
En plena crisis sanitaria, Toño se quedó sin el ingreso fijo al que se había acostumbrado por casi 10 años al desempeñarse como gerente en el supermercado.
Llegó entonces el momento de tomar decisiones.
En pareja
Newton tenía razón y sus leyes van más allá de la física y la mecánica. Todos lo sabemos o al menos lo hemos escuchado, leído o estudiado en algún momento: a toda acción corresponde una reacción, dice la sabiduría popular, aunque la tercera ley del físico en cuestión detalla que cuando un objeto ejerce una fuerza sobre otro, este último ejerce una fuerza de igual magnitud y dirección, pero en sentido contrario.
Habló con su pareja y decidieron que la mejor opción era iniciar un negocio porque, parafraseando a algunos, las crisis representan también oportunidades. Ahora debían determinar qué tipo de negocio resultaba idóneo en la zona metropolitana de la capital hidalguense.
Ellos son originarios de Metztitlán, pero avecindados acá desde hace años.
Toño es una persona tranquila y analítica, por eso se tomó su tiempo. Pasaron algunos meses y los ahorros empezaban a mermar, así que debían poner manos a la obra. Decidieron. Una papelería resultó ser la mejor opción.
Los recursos con que contaban eran insuficientes, pero consiguieron el apoyo de sus familiares para iniciar: “es lo que platiqué con mi esposa, vimos que muchos empezaron a cerrar y nosotros hicimos lo contrario; me había quedado sin empleo y tenía que ver de dónde obtener ingresos”.
El negocio
Mientras platica, más allá del mostrador están su esposa y sus hijos de 10 y 6 años. Atiende a una señora que llegó para sacar varias copias mientras su esposa hace lo propio a otra mujer que necesitaba comprar un papel para regalo.
Abren de lunes a sábado de 9 de la mañana a 9 de la noche y los domingos también, aunque un poco más tarde, a las 11 de la mañana y cierran a la misma hora.
Hace 10 meses exactamente empezó la aventura. A finales de octubre del año pasado iniciaron con la venta de artículos de papelería y también servicio de internet y trámites oficiales, como la obtención de la Clave Única de Registro de Población (CURP) y el acta de nacimiento; además de venta de regalos, artículos de mercería, cosméticos, novedades y recargas telefónicas.
Los primeros cinco meses fueron los más difíciles, recuerda, como lo es el proceso inicial de cualquier negocio para empezar a acreditarse. Además, un gran problema lo representan también los vendedores ambulantes y los tianguis que funcionan hasta dos veces por semana en un predio aledaño a su negocio.
“A veces llegan personas a vender cosas que yo también vendo y la gente prefiere comprarles a ellos porque dan más barato, pero ellos no pagan una renta, ni impuestos, ni permisos”.
Ellos conocen de primera mano la cultura del esfuerzo y lo que ello implica: a la fecha han invertido casi 200 mil pesos.
Un giro difícil
En diciembre de 2020 y a consecuencia de la pandemia, el sector reportaba pérdidas de hasta 60 por ciento, incluso hablaban del cierre de al menos 20 por ciento de las tiendas que se dedicaban a este giro comercial.
A ello hay que contemplar las difíciles circunstancias para estos giros en un estado como el nuestro, donde las autoridades implementaron el Programa de Útiles Escolares y entregan paquetes a estudiantes de escuelas públicas.
Pese a ello, Toño confía en que este regreso a clases permitirá que haya un repunte en las ventas y una mejora no solo para el suyo sino para los negocios similares en todo el territorio estatal.
La renta del local le cuesta mensualmente alrededor de 5 mil pesos, cantidad a la que hay que sumar el servicio de energía eléctrica, telefonía e internet. Poco a poco, dice, han empezado a ganar lo suficiente para cubrir los gastos, aun en plena pandemia: “ha sido un gran esfuerzo en familia…”.