Enfermero, repartidor, mecánico, meseros y obrero desempolvan ruinas mayas en Yucatán

Todo comenzó antes de la pandemia, cuando un grupo de ciclistas que exploraban lugares abandonados a las afueras de la ciudad decidieron subirse a un auto e ir en busca de un cementerio en Misnebalam, un pueblo fantasma en el municipio de Progreso, al norte de Yucatán. Desde entonces, han tropezado con haciendas, cenotes y seis asentamientos mayas en diferentes puntos del estado. “Son ruinas perdidas en la selva”, nos dice Aarón Novelo, enfermero de profesión.

Aarón y otros dos de los seis amigos —Saúl Pech, que reparte en motocicleta, y Juan Miranda, que es mecánico— han invitado a MILENIO a ver el último de sus hallazgos: una pirámide maya en Dzibalkú. Y el primer destino es Costa Esmeralda, en Tizimín, a unos 200 kilómetros de Mérida. Todos iremos en auto. Las bicis sólo las usan para trayectos menores a 40 kilómetros porque, ¿quién aguanta pedalear a 35 grados y 70 por ciento de humedad?

Camino a X-Panhatoro, una comunidad de no más de 300 habitantes, cercana a Costa Esmeralda, Aarón, Saúl y Juan nos van contando que sus primeros recorridos en bicicleta eran por las sacbé (brechas). “Pero el espíritu de aventura nos llevó a explorar más sitios”, dicen. “Son sitios a donde ni siquiera han llegado las autoridades estatales, menos las federales”.

–¿El INAH?

"Pues dicen por ahí que está en quiebra".

–¿Y alguno de ustedes tiene algún conocimiento de arqueología o antropología?

"Ninguno".

Su primer hallazgo, nos cuentan, fue dentro de un rancho conocido como San Chemas, en Tizimín. “Encontramos un cenote”, dicen y cuentan que en el municipio de Ixil, donde cargaron con machete en mano para cortar la espesa selva y defenderse de los jaguares, se toparon con unas pirámides. “Pasamos por un basurero, luego seguimos por el monte unos dos kilómetros y ahí estaban las pirámides”.

Escribieron en sus redes sociales: “Era bastante peculiar ya que dos de las pirámides eran muy largas en longitud y estaban extremadamente cerca entre sí. Más adelante nos encontramos con otras dos pirámides, no tan altas como las anteriores, en una de las cuales hallamos piedras labradas”.

En otro recorrido que realizaron a Misnebalam estos tres amigos, junto al trabajador de mantenimiento Carlos Pacheco, y a los meseros David Gil y Humberto Torres, localizaron un sitio arqueológico abandonado. “Contamos al menos diez plataformas en forma de pirámide. Están cubiertas por la selva, en un radio de no más de cuatro kilómetros a la redonda”. Cuentan que hay caminos bien trazados que unen a las pirámides y que algunas miden unos 15 metros.

Para su cuarto hallazgo estudiaron los mapas de Yucatán. “Vimos que había un castillo que como que no había sido muy explorado por su altura”. Viajaron entonces a Tzikul, cerca de la Costa Esmeralda, que es a donde nos dirigimos. Esa vez encontraron una suerte de complejo prehispánico, de unos 500 metros de largo. “Tiene un atracadero, varias pirámides y un juego de pelota”.

El quinto hallazgo fue en Chac II, comunidad del municipio sureño Oxkutzcab. “Primero pasamos al pueblo de Sayil, donde también hay una zona arqueológica pero que ya está muy explorada”, platican. “En Chac II, quedamos sorprendidos ante un ostentoso castillo que está en el olvido”. Cuentan que observaron columnas, un juego de pelota, piedras talladas, así como la cabeza de una serpiente al pie de la construcción.

Para cuando llegamos a X-Panhatoro, un par de zopilotes rondan el cielo. Luego caminamos unos tres kilómetros hasta toparnos con una brecha que es utilizada por los campesinos, brecha que divide maizales y pastos de gran altura. Brincamos alambrados de púas, volvemos a caminar, ahora unos dos kilómetros. Estamos en algún punto entre las comunidades de X-Panhatoro, Chenkekén y Dzibalkú.

Y aunque Yucatán es una planicie, conforme nos acercamos al punto donde se encontraron con la pirámide, el control absoluto que tiene la selva sobre el terreno accidenta el camino. Minutos después, vemos la pirámide entre la vegetación. “Protege a la pirámide de los malos vientos”, nos dicen. Medirá unos 25 metros de altura y unos 50 metros de largo. Al menos eso es lo que se observa desde acá abajo. “Esta es la única pirámide a la que le hemos visto la base cuadrada muy simétrica”, dice Aarón mientras graba el momento con un dron.

Después de varias resbaladas y caídas, llegamos a la parte superior de la pirámide, coronada por árboles, plantas trepadoras, aves y serpientes. Hasta donde alcanza la vista, el paisaje parece cuadro del hiperrealismo. “Es la pirámide más grande que hemos encontrado. Desde aquí se ve absolutamente todo”, nos relatan y cuentan que el día que se toparon con ella, observaron fragmentos de cerámica tirada. “A lo mejor era un asentamiento maya, pero parece que fue saqueado”, dice Aarón, quien ha estado leyendo sobre Dzibalkú y aún no se ha tropezado con información acerca de que la pirámide ya fue descubierta con anterioridad. “No hay ningún documento. Quizá nunca ha sido explorada”.

–Digamos que ustedes están desempolvando ruinas que fueron olvidadas o poco estudiadas.

"Así mero. Pero creo que otras fueron ignoradas completamente".

–¿Y le van a seguir?

"Sí, sí, vamos por más".

DMZ​

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