Yanina Ortega Rojas ostenta los títulos de enfermera y enfermera pediátrica, cursó ambas licenciaturas por dos factores: Primero, hace 19 años su padre estuvo muy aquejado por un infarto que sufrió; y segundo, su primogénito, Juan Pablo, nació a las 28 semanas de gestación.
“Sentí que había mucha necesidad por ayudar a esos pacientes y cuando me visualizo entrando a la universidad, en la UAP, realmente llevaba muy fijo el hecho de que quería ser enfermera para cuidar a los enfermos en ese estado tan vulnerable que es cuando están hospitalizados”.
Al titularse de su primera licenciatura y tras vivir su maternidad, se fijó especializarse en pediatría.
“El hecho de tener un hijo prematuro, que haya estado mes y medio en una Unidad de Terapia Intensiva Neonatal a mí me sirve mucho para definirme en estudiar esa especialidad”.
Asegura que el vivir está situación le permite tener mucha empatía con los padres de los menores y ayudar al conocer ese mundo de los prematuros para que logren salir poco a poco de esa situación.
Indica que una enfermera debe de tener amor, pasión, alegría, motivación “y ese corazón para poder ayudar a los enfermos, a esos seres que están en una situación vulnerable”.
Remarca que las enfermeras se convierten muchas veces en sostén y apoyo de los familiares de los pacientes. “Hasta de hombro para llorar y también servimos de motivación para poderles ayudar”.
Asegura que todas estas cualidades ostentan los integrantes de la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN) del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores al Servicio de los poderes del Estado de Puebla (Issstep), donde labora.
Narra que es muy gratificante transitar por la calle o al estar en algún sitio, las mamás se le acerquen y le den las gracias por su labor.
“Es muy bonito porque es un agradecimiento tan transparente, tan emotivo, tan lleno de emociones que muchas veces me gana el corazón y acabó llorando de la emoción de ver a sus pequeños que ahora ya tienen 12, 10, 5 años, ya van al kínder. Hay algunas mamás con las que todavía tengo contacto y me dicen: ‘ya entró a la primaria’, ‘ya hizo un dibujo’. Todo esos detalles que van pasando a través de los años son muy motivantes para mí”.
Madre de dos hijos, Juan Pablo y Antonio Carlos, dice que suma cientos de pequeños a los que también les prodigó amor y cuidados.
“Son muy grandes las gratificaciones y los logros de mis pequeños, cuando se dan de alta muchas mamás nos piden tomarnos fotos con ellos para que nos recuerden. Cada logro de nuestros pequeños en UCIN nos llena de alegría y emoción y eso nos motiva para prepararnos y actualizarnos y ser mejores enfermeras pediatras y neonatales para proporcionar un cuidado mucho más completo siempre”, mencionó.
Sin embargo, reconoce que también ha derramado lágrimas de dolor cuando su empeño y dedicación no bastaron para que un pequeño saliera adelante.
“Muchas veces he derramado lágrimas por mis pacientes. Hay veces que nos las tenemos que aguantar porque tenemos que ser fuertes ante mamá y brindarle ese apoyo. Ese acogimiento en ese momento, a mí me gana mucho el sentimiento y muchas veces he llegado a la casa desecha. He llegado llorando y me cuesta. Pero de eso también se trata enfermería de no perder todas esas emociones, de no perder esas sensaciones que nos hacen ser humanos y no perder esa línea de humanidad”.
Por otra parte, manifiesta su beneplácito porque con el confinamiento disminuyeron los ingresos por accidentes de infantes en casa.
Por último, explica que en diciembre y verano se incrementaban las lesiones ya fuera por una puerta, vidrio, escaleras, brincolín o de “que algunos pequeños se creen Batman y vuelan del techo de sus casas”.
mpl