Engendrar un chamaco no es tan difícil... sobran testigos, cura y juez: Gady Zabicky

Entrevista | Lado B

El titular de la Comisión Nacional contra las Adicciones nació como judío-mexicano y morirá como mexicano-judío; pedalea los domingo en Reforma y asegura que ser feliz no es necesariamente reír.

“No hay más reto más grande, emocionante y gratificante que ser padre”. (Especial)
Sandra Rojas
Ciudad de México /

Filatelista, bibliómano, ecologista, pero sobre todo orgullosamente mexicano. Así es el titular de la Comisión Nacional contra las Adicciones, Gady Zabicky Sirot (1969, CdMx), quien se crió en un ambiente rocanrolero; no le gusta la música grupera, aunque, si tiene que bailar el pasito duranguense en una fiesta familiar, lo hace.

Ha residido la mayor parte de su vida en Ciudad de México, pero siempre ha querido vivir en provincia, pues considera que su relación con la ciudad es como “con una mujer a la que ama y odia con gran intensidad”. El ciclismo es su pasión, cree que su bicicleta es una extensión de su cuerpo, por lo que no hay domingo que no disfrute de una rodada por Reforma, ya que obtiene una sensación de igualdad y libertad.

A sus 51 años, nunca ha tenido un problema con la ley; tampoco no debe dinero, cuida al medio ambiente y, cuando puede, ayuda a cruzar a las viejitas la calle. Se considera un radical de centro con tendencia a lo social. Es un gran pacifista, no cree en la vía armada, por lo que es opositor de la llamada guerra contra las drogas, ya que ha sido totalmente inservible y violenta.

¿Cómo se define Gady Zabicky?

Soy una persona humanista sobre todo en mi trabajo, también me siento muy mexicano, es una parte muy importante de mi identidad; haber nacido en este país no es gratuito, ya que mis abuelos paternos se escaparon de Polonia, de la barbarie nazi, y mis abuelos maternos de Lituania. Fue una temporada dura para ellos, no los querían dejar entrar en ningún lugar, los trataban como escoria por ser refugiados de guerra. Afortunadamente llegaron a este país, aquí tuvieron la oportunidad de hacer familia, de empezar a construir un futuro para buscar la felicidad, como lo hacemos todos. Yo digo muchas veces que nací como judío-mexicano y me voy a morir como mexicano-judío, no por orden de relevancia, sino por una realidad.

¿Por qué estudiar medicina?

En primer lugar porque era difícil y me pareció un reto digno de perseguir; en segundo lugar porque desde muy niño me gustaba la medicina, y ya de joven me interesé por cuestiones de psiquiatría. Entre a estudiar medicina sabiendo que quería ser psiquiatra.

¿Su mayor deseo en la vida?

Creo que mi deseo es ayudar a las personas. Para mí ser médico es una manera digna y honrosa de ganarse la vida ayudando a los demás; sonará un poco cursi, pero creo que los seres humanos tenemos que aprender a apoyarnos.

¿Qué tanto se relaciona la medicina con la política?

Aunque no me siento un político, ocupó hoy un puesto político, es interesante la manera en que he visto la confluencia de estas dos vertientes, en mi carrera y persona. Cuando era médico pasante tuve la oportunidad de estar en Chiapas, en el levantamiento zapatista; fue muy significativo para mí, era fascinante e increíble el hecho de que por ser médico yo tenía la facultad de entrar a todas las cañadas zapatistas, algo que no todo el mundo podía hacer. No busqué este trabajo, el trabajo me busco a mí, en algún momento el doctor (Jorge) Alcocer (secretario de Salud federal) necesitaba un psiquiatra para la comisión, que pudiera llevar al país y la política sobre drogas hacía un lugar donde nos alejamos del prohibicionismo y tratamos de resolver las cosas a través de la ciencia y la buena voluntad; es mejor inspirar que imponer. En ese momento se combina muy bien la política con la medicina.

¿Cuál ha sido el mayor reto?

No hay ningún reto más grande, emocionante y gratificante que ser padre. Si lo vas a hacer bien, hazlo bien, porque finalmente engendrar un chamaco no es tan difícil; sobran testigos, cura y juez, diría yo, pero educar a un niño en un mundo como en el que vivimos hoy, dándole tiempo de calidad, ayudándole con la escuela, aprendiendo de todo de lo que nos enseñan no es tan sencillo. Los hijos son los grandes maestros; yo me impresionó de cómo mi hija es la que me orienta y ayuda a destrabar lo que no sé hacer. Los chinos dicen que el único amor realmente gratuito de la vida es el que se tiene por los hijos, no importa que le estés dando de comer y te vomite encima, llore o pataleé, uno siempre está dispuesto a seguir dando sin esperar mucho a cambio.

¿Cómo te ves en 10 años?

Dicen que si quieres hacer reír a Dios hay que contarle tus planes para dentro de tres, no 10. Pues en 10 años espero estar cerca del momento en que me pueda retirar, porque desde que entré a la Facultad de Medicina no he bajado la guardia, siempre he estado en algún tipo de lucha, trabajo o misión. Espero vivir en un México totalmente tolerante, incluyente, seguro e igualitario donde haya más oportunidad para todas las mujeres, donde haya menos discriminación.

¿Eres feliz?

Soy un hombre muy afortunado y feliz la mayor parte del tiempo. Freud decía que la felicidad es un estado efímero, que normalmente se da en el contraste de la vida. Ser feliz no es necesariamente sonreír o estar contento, es encontrar un aprendizaje, reinventarnos a través de las experiencias duras, de las que no son para reír, de las que hieren, pero sobre todo de las que nos dan la oportunidad para salir reivindicados, fortalecidos, más sabios.

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