“Entre todos, tenemos que construir la ciudad del futuro”: Enrique Norten

El arquitecto mexicano habla de la importancia de valorar tanto el espacio público como el privado para vencer el reto de vivir juntos en las ciudades.

Enrique Norten, arquitecto mexicano. (Especial)
Laura Cortés
Ciudad de México /

En la trayectoria del arquitecto mexicano Enrique Norten (1954) se aplica perfectamente la máxima del humanista Alfonso Reyes, “la única manera de ser provechosamente nacional, consiste en ser generosa y apasionadamente universal”.

“No me gusta limitarme a las fronteras de México”, dice. Y es esa visión sin límites geográficos lo que le ha permitido gozar de un indiscutible reconocimiento internacional. Su firma, TEN Arquitectos, ha concebido lo mismo un complejo para la NASA, en Cleveland, que un conjunto de usos múltiples en Nueva York, o un hotel en Ciudad de México.

Convencido de que las ciudades del futuro solo pueden construirse con la participación de todos, menciona que “llevamos muchos años viviendo juntos y al mismo tiempo separados”. El urbanista asegura que el gran desafío es lograr trabajar en equipo como ciudadanos.

El arquitecto mexicano reconocido a escala internacional. (Sarah Gore Reeves)

¿Cuál es el mayor reto que enfrentan las ciudades ante esta crisis sanitaria?

Habíamos descuidado o ignorado la necesidad de vivir juntos y de vivir cerca unos de otros. Ahora somos más conscientes de esa necesidad. Sigo convencido de que el hombre es un animal social y de que la única manera que tenemos como especie para seguir progresando es colaborando entre todos. Eso es lo que nos ha llevado primero a vivir en comunidad y después a formar ciudades. Finalmente, es en las ciudades donde hemos encontrado las oportunidades para progresar, para reducir las grandes brechas, para tener movilidad social y económica. Es por eso que la gente ha emigrado a las ciudades.

Al principio de la pandemia, había ese pánico o gran temor de estar cerca de otros y hubo algunas migraciones, evidentemente de pequeñas élites que de alguna manera tenían resueltas sus condiciones de vida, pero la gente que realmente necesita seguir trabajando, creciendo, cambiando, ha seguido y seguiremos viviendo en las ciudades.

La ciudad es un gran fenómeno que todavía tiene mucho que dar y en esa relación que muchos habíamos descuidado, hemos tenido que valorar lo público y lo privado de las ciudades.

Durante los primeros meses de la pandemia, cuando salíamos a la calle a hacer una compra o a tomar un poco de aire, veíamos nuestras ciudades totalmente abandonadas, era como si les hubieran succionado toda la energía. Fue algo muy dramático y creo que eso nos hizo reflexionar y entender la importancia del espacio público, el espacio de todos, y del espacio privado.

La ciudad está conformada por estas dos condiciones, ambas son igualmente importantes y juegan un papel protagónico en la calidad de vida de todos.

¿Cómo debe reconfigurarse el espacio público?

Es muy importante entender que el espacio público, o el vacío de la ciudad, como yo le llamo, no es el espacio residual, como algunas culturas lo entienden. Por ejemplo, en la cultura anglosajona “lo mío es mío y lo que no es mío, no es de nadie”. En nuestras culturas, herederas de la cultura europea, entendemos que el espacio público tiene que ser diseñado porque es, también, el espacio de todos. La calle es mi espacio, la plaza, el parque también son “mi espacio”, así como lo es lo que define la escritura de mi casa o mi contrato de renta.

Tenemos que quitarnos de la mente que lo único que me corresponde es lo que está escrito en mis documentos de propiedad, lo que no está escrito también es parte de nuestra vida y conforma nuestro espacio. Cuando hablamos de vivienda, no estamos hablando de los 60 metros cuadrados de una casa, hablamos del territorio que ocupamos: nuestras calles, nuestros parques, el lugar donde hacemos las compras, la escuela de nuestros hijos, la sucursal bancaria, etcétera.

Cuando viajamos, por ejemplo, a París, a Tokio o a Roma, difícilmente vivimos los espacios privados, vivimos el espacio público: las calles, las plazas, los parques, los edificios públicos, eso le da las características a cada una de las ciudades y por eso podemos decir “París es bellísimo”, “Roma es maravillosa”, porque conocemos su espacio público.

La gran reflexión en este aprendizaje es el compromiso que todos como ciudadanos debemos contraer, porque es el espacio de todos. Es un espacio democrático, es el mismo para una persona alta que para una bajita; para una persona rica que para una pobre; gorda, flaca, de cualquier género. Todos gozamos y activamos de la misma manera el espacio público.

Tenemos que trabajar por esa condición fundamental de nuestra de ciudad. Los arquitectos como profesionales tenemos el enorme compromiso de preocuparnos por esa condición, lo mismo que nuestros líderes políticos y empresariales. Tenemos que entender que todos estamos haciendo ciudad y que tenemos que construir entre todos esa ciudad del futuro.

¿Cómo lograr esa colaboración en la construcción de la ciudad?

Esa es la gran pregunta: ¿cómo lograr que todos trabajemos juntos: desarrolladores, autoridades, creadores y sociedad en general? Todos debemos trabajar juntos para lograr un fin común.

Los líderes políticos, las autoridades, tienen que rodearse de profesionales, de gente que conoce, entiende y ve desde otros puntos de vista. No nada más de arquitectos. Hay economistas, sociólogos, antropólogos, gente que entiende las condiciones de vida de la ciudad, y entre todos concebir las soluciones para nuestras ciudades. La obtención del voto o la especulación inmobiliaria no pueden ser las razones para diseñar una ciudad. Otras sociedades lo están haciendo magníficamente y debemos aprender de otros.

Se habla mucho del modelo de “Ciudad de 15 minutos”, aplicado en París, ¿funcionaría ese concepto en las urbes mexicanas?

Estoy convencido de que sí funcionaría, pero tomando en cuenta las condiciones y características de cada ciudad. Soy un gran amante de la Ciudad de México. Nací aquí y he elegido esta ciudad para vivir. Creo que es una gran, gran ciudad, pero es diferente a cualquier otra. Roma no es igual que París, ni París que Madrid, cada una tiene sus especificidades y eso es lo que tenemos que encontrar dentro de nuestras propias ciudades. Creo que las ciudades se van a volver más específicas y dentro de nuestras propias ciudades, los distintos territorios que las conforman también tendrán que volverse más ricos.

La Ciudad de México es como un gran muégano, es una multiplicidad de pequeñas ciudades adyacentes, no siempre con la mejor comunicación o conectividad, y por supuesto con una gran dispersión en condiciones sociales, físicas y económicas. El gran esfuerzo que debemos hacer es desaparecer poco a poco esas diferencias.

La Ciudad de México tiene que ser reinventada porque su estructura ya es un poco obsoleta. Cuando el canciller Marcelo Ebrard era alcalde de la ciudad se hizo una propuesta brillante que desafortunadamente se ha desvirtuado, se trataba de identificar los centros que se habían formado de manera orgánica y consolidarlos como nuevos centros de desarrollo perfectamente comunicados e interconectados, todo esto pensado como un sistema.

En administraciones sucesivas esta idea se desvirtúo y se crearon los llamados CETRAM (Centros de Transferencia Modal) que son independientes y por eso no funcionan. Yo lo comparo con el sistema nervioso del cuerpo, un sistema complejo con nodos fundamentales que no pueden funcionar independientemente, lo hacen en conjunto.

Estos nuevos centros podrían funcionar como “Ciudades de 15 minutos” y al mismo tiempo sobreponerlos con los centros históricos e interconectar así toda la ciudad, esto daría la oportunidad de tomar las estructuras existentes en la Ciudad de México y reinventarla con un nuevo sistema de movilidad y de comunicación entre los centros vitales, diversos en usos, en demografía, en ingresos. Estos centros deben estar provistos de todo lo necesario, porque ahí va la gente a comprar, va al médico, a divertirse, lleva a sus hijos a la escuela.

Esa es la condición más cercana que puedo vislumbrar para darle una nueva estructura y un nuevo orden a la Ciudad de México.

¿Cuál sería la estrategia de movilidad?

Un urbanista, amigo mío, siempre dice que la mejor estrategia y la más eficiente es la que no se necesita. Hay que proveer a esos centros neurálgicos de capacidad de movilidad y al mismo tiempo reducirla. Si vivimos cerca de donde trabajamos, de donde estudiamos, de la clínica, del mercado, podemos ir caminando. Cuando todo se puede hacer dentro de un mismo barrio (como plantean las “ciudades de 15 minutos”), la movilidad se reduce muchísimo.

Seguirá habiendo desplazamientos porque habrá cuestiones de infraestructura o de cultura que no todos los barrios puedan proveer, pero todos deberían ser independientes o semindependientes, barrios perfectamente caminables o accesibles en bicicleta, y deberían permitir llevar una vida completa y segura con todos los servicios, con parques, jardines, áreas verdes y espacio público.

Porque justamente esa condición de suburbanización, donde la gente tiene que transportarse una o dos horas desde su casa a su trabajo y porque donde vive no tiene ningún tipo de servicio, es lo que ha llevado en gran manera al abandono de muchas zonas.

¿Coincide con la teoría del arquitecto Jaime Lerner sobre la próxima desaparición del automóvil?

No creo que va a desaparecer, pero sí creo que el uso del automóvil va a cambiar radicalmente. He platicado con profesionistas y pensadores que hablan de que la llegada de los coches sin choferes, automóviles independientes, está a la vuelta de la esquina. No sé si nos toque a nosotros o a los que vengan, pero ya se habla de que en el futuro no habrá necesidad de tener nuestros propios automóviles.

Antes de la pandemia, quien fuera planificador de París durante mucho tiempo me platicaba que en las ciudades europeas se dedicaron durante muchos años a construir una gran cantidad de estacionamientos y ahora esos estacionamientos están quedándose vacíos porque la gente está dejando de usar el automóvil. Uno de los grandes retos de París es qué hacer con esos enormes estacionamientos. Es algo que también sucede en Madrid y en otras ciudades españolas.

El gran reto es dar a esos miles de metros cuadrados un uso habitacional, porque se pretende aumentar la densidad de las ciudades sin que crezca su ocupación territorial.

Ha dicho que es momento de reflexionar qué se ha hecho bien y qué se ha hecho mal en la construcción de las ciudades, ¿cuál sería su balance en México?

Sinceramente, creo que hemos hecho mucho más bien que mal. No me gusta limitarme a las fronteras. La cultura mexicana va más allá de sus fronteras, es latinoamericana, hispanoamericana, descendiente de una cultura europea mezclada con precolombina. Llevamos muchos siglos siendo grandes constructores de ciudades y esa tradición es muy importante.

Nuestros vecinos norteamericanos no tuvieron esa suerte. Sus ciudades se construyeron hace 200 o 300 años, incluso muchas de ellas apenas hace 70 años. Nuestras ciudades, como las europeas y algunas asiáticas, conservan estructuras de ciudades muchas más antiguas.

Es difícil describir exactamente qué hemos hecho bien, pero creo que la historia al final decanta muy bien porque somos una especie maravillosa, con talento, con una inteligencia que aprovechamos cuando trabajamos juntos.

Por supuesto, como humanos ha habido ambiciones, envidias codicia; los defectos que tenemos como humanos han afectado el desarrollo de nuestras ciudades. En nuestro caso, permitir que crecieran horizontalmente y de una manera tan descontrolada, muchas veces provocada por decisiones económicas y políticas, ha sido un terrible error.

Debimos pensar mejor el futuro de la ciudad que ahora estamos tratando de reencauzar, eso nos hubiera evitado muchas de las condiciones que afectan a la mayoría de nuestras ciudades.

ledz

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