En este lugar se respira fe y esperanza, por eso José se abre paso entre miles de peregrinos para llegar a la entrada principal de la Basílica de Guadalupe y combatir su adicción al alcohol.
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Sus ojos rojos reflejan la resaca de una noche anterior, pero su familia lo convenció de caminar desde la colonia Peralvillo hasta este recinto religioso, donde se celebra el 488 aniversario de la aparición de la virgen en el cerro del Tepeyac.
Bajo los rayos del sol y por más de una hora, Pepe, como le dicen amigos y familiares, recorrió, junto con otros peregrinos, el camino para ser cobijado por “su morenita”.
“Tengo esperanza de que la virgencita me dé la fortaleza necesaria de dejar el alcohol, y mi familia me apoya”, comentó visiblemente cansado antes de llegar a la entrada principal del recinto.
Un kilómetro atrás se encontraba Salvador Benítez, de 36 años de edad, quien acudió de rodillas para dar gracias a la virgen por cuidar a su sobrino, quien hace unos días sufrió un intento de secuestro.
El susto quizá es lo de menos, su mayor preocupación es que el hijo de su sobrino está a punto de nacer.
Es “una promesa que hice. En estos días da a luz la esposa de mi sobrino y para que el bebé tenga principalmente salud y que la mamá salga con bienestar”, refirió.
A sus 18 años, Gerardo Alexander Bartolomé llegó también de rodillas, los pies hinchados y con resfriado. Sus manos se colocaron sobre el piso para apoyarse con dificultad, debido a que cargaba una figura de la virgen de mediano tamaño atada a su cuerpo.
“Prometí que si yo podía aceptar la separación de mis padres y me ayudaba a mejorar mi relación con mi mamá, vendría”, agregó el joven mientras su madre lo resguardaba.
Se reprochó que no haya iniciado su manda desde Calzada de Guadalupe, sino que lo hizo a medio camino, y es que se sentía cansado y con el malestar gripal.
Delia Flores Martínez recorrió 67 kilómetros en dos días desde San Pedro Nexapa, municipio de Amecameca, en el Estado de México, para continuar con la tradición familiar de cantarle “Las mañanitas” a la virgen.
Acompañada de su esposo e hijos, quienes usaban como “capa” en la espalda una manta con la imagen de la virgen de Guadalupe, dijo que espera que sus hijos aprendan el valor de la fe.
“Son dos días de camino, puro caminar. Es una tradición de cada año para venir a visitar a la morenita. Espero que mis hijos la sigan, uno les inculca pero ellos deciden”, puntualizó.