Un ángel, una hada, una china poblana de talavera y un farolero se apostan en las calles del Centro Histórico de la ciudad de Puebla, la misma que tratan de representar con su indumentaria. Ellos son artistas urbanos o las llamadas estatuas humanas o estatuas vivientes, quienes a pesar de la contingencia sanitaria que prevalece quieren regresar cuanto antes a vivir de su arte.
Miriam Sánchez Pérez es una artista que suma más de 15 años de trabajo con su cuerpo como soporte de expresión artística, cuenta que se ha presentado en los municipios de Atlixco, Cholula, y Tecamachalco, así como en la Feria de Puebla, pero su principal punto de representación es en la calle 5 de Mayo de la ciudad de Puebla.
Narra que en dicha vía pública permanecen inmóviles durante largos periodos de tiempo, a veces la rompen para realizar nuevas poses que complementan la representación que interpretan, en su caso la de un ángel, en alusión a Puebla de los Ángeles.
Indica que para desarrollar este arte es necesario realizar un duro trabajo previo que se logra con mucha práctica y grandes dosis de paciencia y de equilibrio físico. Además de que asistió a varios cursos de mímica, entre ellos uno con el profesor Jaime Rodríguez Urbina, con quien también tomó clases de actuación.
Recuerda que la primera ocasión que se presentó como estatua humana fue porque en una clase se los pidieron como un reto, por lo que le gustó mucho y a partir de ahí se quedó en el arte del silencio”.
“Hay que hacer meditación, controlar tu respiración, tener tu mente muy tranquila, muy en paz y también hacer un poco de ejercicio. Ahora ya estamos hasta diez horas sin movernos o con un movimiento muy limitado. Este es un arte que requiere una disciplina y, sobre todo, mucho amor”, afirma.
Apunta que tanto ella como el resto de su familia extrañan mucho al público, “extrañamos a la gente porque no es solo un ingreso para la familia sino que también es un alimento para nuestra alma, es el modo que tenemos nosotros para recibir el amor de la gente”.
Destaca que muchos son verdaderos artistas del disfraz que invierten horas para improvisar un escenario creíble, el maquillaje para representar la idea y los conceptos que quieren transmitir, y entregan toda su pasión para exhibir su trabajo.
En su caso da a conocer que dedica de una hora o hasta una hora y media en caracterizarse. Además de Miriam, quien tiene 37 años de edad, cuatro miembros más de su familia se dedican al arte del silencio, su hermana, su hija y un sobrino.
Lamenta que en este momento se complique su presentación porque el semáforo epidemiológico sigue en rojo, por lo que las autoridades, por precaución, no les permiten laborar para evitar aglomeraciones.
“Lo que hemos hecho es trabajar en los semáforos y esa es nuestra alternativa ya que mi familia se dedica al arte y nuestros ingresos se han visto dañados por esta situación, sobre todo porque los eventos artísticos no pueden desempeñarse en este ámbito”. Asegura que si se hace un trabajo bien hecho y se da la oportunidad de estar en más espacios para presentarse, esta labor da para poder vivir.
Por otra parte, menciona que tanto ella como su hermana Adriana Carmen iban a acudir el pasado 25 de marzo a un torneo internacional de estatuas vivientes que tenía como sede Argentina pero que debido a la contingencia sanitaria se canceló.
“Nos indicaron que se reprogramó para el doce de octubre pero no sabemos si para entonces las autoridades sanitarias y las condiciones permitan que se lleve a cabo. Nosotros íbamos a acudir, con mucho orgullo, en representación de Puebla y México”.
Señala que su hermana, dos años menor, inició en este arte hace siete años un día que por cuestiones laborales, tenía una presentación en la Feria de Puebla, le apoyó y le encantó el contacto con el público. Su hermana se caracteriza como china poblana de talavera y su hija como hada.
Por último, expresa su interés en poder asistir a un Campeonato del Mundo de estatuas vivientes que se celebra cada año en la población de Arnhem en Holanda donde se reúnen los mejores artistas callejeros.
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