“En mi pueblo las mujeres no tenían voz ni derecho a tierras, solo los hijos varones podría ser herederos. Yo fui madre soltera a los 18 años y casi me excomulgaron. Pero yo no me amaine y fui la primera mujer en el pueblo que estuvo tras un volante”, narró Feliciana Navor, jefa suprema de los Pueblos Indígenas de la zona noroeste del Estado de México.
Originaria de una comunidad mazahua en el municipio de Ixtlahuaca, empezó a vender verduras de sus sembradíos en tianguis en el Valle de México, “necesitaba una camioneta, le dije a uno de mis cuñados que iba a comprar una pick up y que me apoyara para manejar”.
Ella aprendió muy pronto a conducir, pero su papá le dio la espalda, porque hubiera preferido que uno de sus hijos estuviera tras un volante, “en lugar de enorgullecerse como que se apenó y no le agradó la idea”.
Además no había carretera, “necesitaba entrar con la camioneta y pedí apoyo para que se hiciera, pero se armó un escándalo como si hubiera matado a alguien, se juntó toda la gente del pueblo en mi contra”, pero al final logró su cometido.
Después se mudó a la alcaldía de Iztapalapa en la Ciudad de México, cerca de la Central de Abastos para comprar directamente y llevar a los tianguis, con ello logró reunir dinero y compró media parcela, donde construyó una vivienda.
“Lo puse a nombre de mi papá y como se inundó el río Lerma mis papás se pasaron para acá y fue cuando mi papá me dijo que no tenía nada ahí, que le correspondía a mis hermanos. Me dio resentimiento, me estaba lastimando bastante y le declaré la guerra, pero vi que estaba creciendo el problema y mejor decidí retirarme y empezar de nuevo en Atizapán de Zaragoza”.
Con 17 años viviendo en Atizapán, se casó, pero su pareja la quiso someter, “como era madre soltera me dijo tú vas a hacer lo que yo dicte, te acepté con dos hijos”.
Señaló que por unos años bajó la guardia, “llega un momento que uno cree que las mujeres no nos merecemos tener sueños. En mi casa papá tomaba, mi mamá y hermanas como mujeres salíamos y dije me voy a conformar”.
- Sin embargo, después de 16 años su naturaleza guerrera se impuso y decidió seguir sola.
Bastón de Mando
“Teníamos que elegir un jefe supremo, se hablaba de un varón, recuerdo que había muchos candidatos y lo curioso fue que ningún hombre quiso”.
Después de dos asambleas que no se designaba a nadie les dije: “queremos justicia o no, queremos que se nos escuche o no, tenemos que buscar una solución, esto no es juego, díganme si no para irme a trabajar y votaron por mí”.
Se decidió que quedara como jefa suprema, pero necesitaba un bastón de mando, “yo quería el de mi abuelita, porque fue de las primeras mujeres que se rebeló, pero lamentablemente se perdió”.
Por lo que le llamó a su padre, pero nuevamente la rechazó, sin embargo, el pueblo le dio el bastón de un hombre ilustre de la comunidad y desde hace cinco años presidente a los pueblos indígenas de Atizapán de Zaragoza, Nicolás Romero, Naucalpan y Cuautitlán Izcalli.
KVS